Elegido del tiempo

Elegido del tiempo
Fecha de publicación: 
17 Septiembre 2015
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Así ocurre con Francisco, que desde el Nuevo Mundo llegó para actualizar la iglesia y sintonizarla con las realidades del siglo XXI y con las exigencias de la era global.

Ocurrió así en el siglo XIX cuando, como parte de las tensiones generadas por la aplicación de las invenciones de la Revolución Industrial y del liberalismo económico, en sociedades europeas carentes de regulaciones y de legislaciones laborales apropiadas, debutó un capitalismo llamado salvaje, en respuesta al cual aparecieron visiones alternativas, una fue la de Carlos Marx y otra la del papa León XIII.

Mediante una aproximación crítica, aquellos contemporáneos percibieron que  las tensiones surgidas de una anómala relación entre el capital y el trabajo que Marx bautizó como capitalismo y a la cual respondió con una elaboración científica que sustentó la tesis de la lucha de clases y de la revolución
socialista.

Por su parte, el papa León XIII, espantado por aquella situación y consciente de los peligros que para el orden social y la fe religiosa significaban, emitió varias encíclicas de contenido social que sirvieron de base a la Doctrina Social de la Iglesia y a la creación de organizaciones políticas de inspiración cristiana, entre ellas la Rerum Novarum (Las Cosas Nuevas), hasta hoy el documento de política social más importante de los emitidos por la Iglesia Católica y en la cual realiza una abierta crítica al estado de cosas de entonces.

El largo ejercicio papal de León XIII que condujo la Iglesia entre 1878 y 1903 le permitió desempeñar un papel importante en otro acontecimiento decisivo, la Guerra Hispano-Cubano-Americana, que según se afirma, marcó el debut del imperialismo. Al mediar entre la Corona Española y la
administración del presidente William MacKinley, para tratar de evitar aquel conflicto, por primera vez un papa se interesó por la situación de Cuba.

En 1998, esta vez directamente y por motivos más específicos, otro papa, Juan Pablo II se involucró en la política respecto a Cuba, viajó a la Isla donde inequívocamente criticó el bloqueo norteamericano y pronunció su profética sentencia: “Que Cuba se abra al mundo y el Mundo se abra a Cuba…”
En 2012, otro papa, Benedicto XVI  estuvo en la Isla y con su presencia y su prédica reforzó la política vaticana y contribuyó a reforzar el papel de la Iglesia en Cuba.

En la zaga de aquellas visiones y esfuerzos, apoyados por el acercamiento de las posiciones de la Iglesia local y el gobierno cubano, el papa Francisco, al parecer de manera decisiva, ha interpuesto sus buenos oficios para facilitar las negociaciones entre Estados Unidos y Cuba, que han conducido a una visible distensión y al inicio de la normalización de los vínculos entre ambos países.

El hecho de que el papa Francisco y los hermanos Fidel y Raúl Castro tengan en común haber sido alumnos de los jesuitas, cosa que dicho sea de paso
también fue León XIII, pudiera facilitar el diálogo.

No me atrevería a afirmar que los jesuitas inculcaron a León XIII todas las ideas que en 1891 plasmó en la encíclica Rerum Novarum (Las Cosas Nuevas), ni en Fidel Castro el pensamiento expuesto en La Historia me Absolverá (1953). Tampoco que Francisco les debe toda su magnífica proyección ideológica, pero el hecho cierto es que la Compañía de Jesús es un sector avanzado de la Iglesia católica, ligado a elaboraciones teológicas de vanguardia, apegado a la ilustración, a la actividad científica y a la acción social.

Francisco es el papa ideal para con la enorme autoridad moral que le confiere su investidura, acompañar e influir en la solución de uno de los pocos conflictos que  sobrevivieron a la Guerra Fría. Tal vez se trate de un elegido del tiempo. Allá nos vemos.

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