Preolímpico de Baloncesto: Cuba… cartel de Cenicienta confirmado

Cuatro reveses con abultados marcadores 236 puntos anotados y 361 permitidos confirmaron varias lecturas: nuestro básquet dista mucho aún del nivel adquirido por las mejores selecciones de América, en consonancia con ello la tropa se vio vulnerable sobre el tabloncillo, al punto de no poder siquiera cumplir con la quimera de una victoria que los ubicara entre los ocho primeros de la lid.

Sucede que Luis Scola, Gustavo Ayón, Juan José Barea, Andrés Nocioni, Andrew Wiggins y compañía, se antojaron demasiado para la tropa de Daniel Scott, la cual evidenció un pálido rendimiento, especialmente de sus jugadores perimetrales.

Cabe decir que a suelo azteca cada armada convocó a sus mejores efectivos disponibles, esos que militan en las mejores ligas del planeta. Precisamente por esa razón Argentina y México (monarca defensor) se mostraban sólidos en calidad de contendientes con el casillero de derrotas inmaculado y Canadá los secundaba como tercer elenco de aspiraciones olímpicas. De ahí que el aro se le haya tornado en extremo estrecho a nuestra ofensiva, y que nuestra defensa haya hecho aguas en todos los partidos.

De más está decir que los nuestros fueron los de peor balance en la relación de encestes, comenzando por un famélico promedio de 59 unidades por desafío.

Si en otras ocasiones se les han achacado las mayores lagunas al juego interior, de espaldas al aro y la custodia de los tableros, en buena medida derivados de la carencia de hombres de talla considerable, y capaces de ofrecer resistencia a sus homólogos, esta vez los custodios de la zona de restricción soportaron el peso del accionar.

Comandados por el talentoso Jasiel Rivero (21 años, 2.04 metros y 101 kilogramos de peso), quien militará junto al escolta-alero pequeño William Granda en el club Tabaré de la Liga uruguaya, Yoan Luis Haití, Javier Jústiz (probará sus cualidades de zurdo y sus corpulentos 2.10 en el prestigioso Estudiantes argentino), y Orestes Torres brindaron una imagen aceptable.

El trío Rivero (75 ptos-26 rebotes), Haití (39-29) y Jústiz (30-33) fue el que más se aproximó a rendimientos exigidos por una competición de semejante nivel en cuatro actos en los cuales la escuadra trabajó para discretos 31.5% de media distancia (70 en 222), 25.4% más allá del perímetro (15 aciertos de 59 intentos) y 64.6% desde la línea de los suspiros (de 79-51).  

Ahí no termina todo, quizás la estadística más alarmante sea la relación asistencias-pérdidas de balón, varada en 60-62, señal de que hubo más situaciones de pérdida de esférica que de pases a canasta. Presión en la conducción por parte de Osmel Oliva y Yasser Rodríguez, y tardía reacción para atemperarse con el techo que cada rival les imponía son algunas de las causas de semejante indicador negativo.

Esas brechas al ataque y el poco aporte de los propios Oliva, Granda, el escopetero Lisván Valdés y el resto de la nave, atentaron contra un mejor rendimiento y dejaron a Scott prácticamente sin variantes. A propósito de variantes, algunos de los jugadores manifestaron la necesidad imperiosa de oxigenar los sistemas de ataque, pues llegan a los certámenes extra-fronteras muy estudiados.

Tampoco hallaron argumentos en defensa, siempre considerada una de sus principales virtudes, para neutralizar el talento individual y las jugadas de pick and roll (pantalla, corte y tiro abierto) planteadas como estrategia por sus contrarios y uno de los pilares del denominado deporte ráfaga en la contemporaneidad.

Esas son algunas realidades, las féminas también lo experimentaron en menor medida en Edmonton. No es secreto que las disciplinas colectivas dentro del movimiento deportivo cubano no atraviesan un momento de lucidez. Ninguna pudo clasificarse a Londres 2012. No creo que Río de Janeiro, a la vuelta de 11 meses les depare una realidad diferente.