ESTRENOS DE CINE: Grace de Mónaco

ESTRENOS DE CINE: Grace de Mónaco
Fecha de publicación: 
10 Agosto 2015
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Dirigida por Olivier Dahan, quien tiene en su aval a La vie en rose, Grace de Mónaco pretende ser la historia de una mujer que, pese a ser de la realeza, sufría en silencio. También, procura ser una mirada al interior triste y oscuro de los cuentos de hadas.

¿Viven felices los príncipes y las princesas después de que se casan? “Todo el mundo quiere ser princesa, pero pocos saben lo que eso implica”, dice la protagonista de Grace de Mónaco. Para la actriz norteamericana Grace Kelly ser princesa implicó dejar a un lado sus sueños de superación personal y supeditar sus deseos de actuación y de realización como artista a sus  responsabilidades con el futuro de Mónaco.

Si nos fiamos de las declaraciones de su director, la intención de la cinta es alcanzar el sentido profundo de los mitos modernos. ¿Qué ocurre cuando la ficción aceptada unánimemente por la sociedad como real (que la realeza lo tiene todo para ser felices) se descubre como una mentira con alma de pesadilla?

Grandes expectativas para un filme que, tan solo a lo que refiere a la deconstrucción de los mitos y los cuentos populares, fracasa estrepitosamente.

El argumento: 1962. Mónaco entero vive unos días turbulentos acosado por el general De Gaulle que no ve con buenos ojos cómo las fortunas galas huyen al principado por aquello de ahorrarse el incómodo trámite de pagar impuestos. La princesa Grace acaba de casarse y de empezar a vivir en Mónaco. Todavía extraña su carrera como actriz y se debate entre sus deseos de volver a hacer cine de la mano de un Hitchcock que la idolatra y quedarse donde está, siendo princesa, madre y esposa.

La misma premisa de la historia, si bien interesante, deja de funcionar apenas se plantea, aunque nada más sea por lo conocido del desenlace: Grace Kelly nunca volvió a actuar. Pero no es lo predecible de la historia lo que la convierte en un empalagoso homenaje a la inanidad.

En Grace de Mónaco muy poco funciona como debiera. Nicole Kidman, su protagonista, hace lo que puede delante de una cámara que, directamente, la acosa. A ella y a sus lágrimas. A su alrededor, Tim Roth, en el papel de un príncipe Rainiero adicto a la nicotina, fuma. En realidad, no hace mucho más. Lo que queda es una colección de figuras de leyenda como María Callas (Paz Vega), Onassis (Robert Lindsay), Hitchcock (Roger Ashton-Griffiths) o De Gaulle (André Pervern), que parecen notas inconexas de un baile que no llega a pertenecer a ningún género musical.

El resultado, visto en conjunto, es sencillamente, descorazonador. El problema con Grace de Mónaco es la impostura. Se intenta confeccionar un relato del sufrimiento desde la aceptación sin fisuras; se quiere generar compasión y las joyas en el cuello niquelado de la Kidman encandilan la vista.  

Grace de Mónaco cuenta como Grace Kelly enfrenta la realeza como una actuación, como su gran ultimo desempeño histriónico ante la pantalla grande. Hitchcock pretende que vuelva al cine y haga Marnie, la cleptómana frígida, pero la rubia de hielo, tentada por tan suculento papel que le ha puesto delante la vida, elige interpretar a la princesa Grace, la devota chica de Philadelphia que se transforma en la Cenicienta encerrada en su torre de marfil, entregada a la familia Grimaldi, a las causas humanitarias y a salvar al principado de las garras nacionalistas del general De Gaulle.

Ahora bien: Resulta improbable, por no decir risible, que un solo gesto de la princesa pueda desbloquear una crisis diplomática de semejante calibre. O está mal enfocado, simplificado en la película, o el director asume que los espectadores son demasiado crédulos para notar como se rompe la verosimilitud de la historia.

La interpretación de Nicole Kidman hubiera sido brillante de no ser por las limitaciones que le da a su cara el exceso de bótox.  El suyo es, probablemente, el único personaje de la película que no roza la caricatura: Tim Roth presenta a un príncipe Rainiero fatuo y Paz Vega a una María Callas carente de personalidad…

Sobre la capacidad interpretativa de Nicole Kidman habla el mejor momento de la película: cuando ensaya en la soledad de su dormitorio una escena de Marnie: la borda de un modo que probablemente no hubiera hecho Grace Kelly, a la que tal vez no superara como Princesa, pero sí lo hace como actriz.

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