Sondeos y perspectiva electoral en Venezuela

Sondeos y perspectiva electoral en Venezuela
Fecha de publicación: 
13 Julio 2015
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59% de los electores prefiere el Gobierno Bolivariano de Nicolás Maduro solucione

33% prefiere que venga un gobierno de oposición

78% de los encuestados manifestó el deseo de que la situación económica del país mejore, pero dentro del actual modelo de inclusión social y político.

Respecto al clima socioemocional de los venezolanos la encuesta indica:

78% se considera esperanzado

60% se siente optimista;

38% se siente pesimista,

21% se siente frustrado.

41% manifestó sentirse contentos

56% aseguró estar molesto.

63% se siente tranquilo

35% declaró estar confundido.

El reporte demuestra, a pura cifra, las grandes posibilidades del chavismo para mantener su mayoría parlamentaria en las elecciones de diciembre. Los resultados recientes del PSUV, más llamado a la unión como frente democrático que en ocasiones anteriores, y su participación desde las bases sociales, frente a la arbitraria y confusa estrategia de la oposición, apoyan además la idea de sacar una ventaja importante en los próximos comicios. No obstante, la propia Agencia condiciona la preferencia de la mayoría venezolana a que se solucionen “por lo menos de manera parcial, las dificultades económicas que atraviesa el país”, lo cual se traduce en su propia perspectiva de reacondicionamiento del sistema cambiario.

La guerra especulativa con el dólar es tan fratricida, que hasta una media burguesía opositora, con importantes intereses económicos, está llamando a coto a sus gestores. Urge, por supuesto, una medida que, al tiempo que neutralice la impunidad de la especulación direccionada, integre a la población en general en un sistema cambiario permanente y estable que regule, al propio modo capitalista, la tendencia especulativa espontánea de los comerciantes. La intervención especulativa con el cambio del dólar basa sus aspiraciones políticas en una cuestión elemental: el insobornable proceder del capital.

No es difícil demostrar que los precios no suben por el costo del producto, sino por el propio incremento artificial del valor de cambio, asociado, es obvio, al valor de uso condicionado por la tradicional cultural del consumo. Así, lo que siempre ha sido de alta demanda, le cuesta mucho más al ciudadano que aquello que goza de menos popularidad comercial, aunque ambos se fabriquen con la misma materia prima. La apuesta injerencista busca, por tanto, enfrentar la necesidad natural del comerciante, a la necesidad del consumo popular. Todo a partir de que el salario, recientemente aumentado, no alcance poder adquisitivo.

Es una guerra económica científicamente proyectada que, por ello mismo, debe ser también contrarrestada desde una perspectiva científica, concreta.
Pero no son solo medidas económicas lo que se necesita para que el proyecto revolucionario gane escaños en la sicología social venezolana, sino también acciones efectivas que preserven las cuantiosas medidas de beneficio que diariamente se toman hacia el interior del país. La primera en el orden de prioridad, y desde luego la que más debe demorarse en conseguir sus resultados, es la que supere la mentalidad rentista ciudadana y convierta al sujeto en digno productor de sus necesidades inmediatas. Para ello, las numerosas organizaciones sociales, y masivas, que se han ido creando, deben hacer eficiente su protagonismo en la práctica diaria, e intervenir en los espacios públicos, que es su propio hábitat natural, lo cual les concede los más legítimos derechos para esa intervención. Y para que la acción concreta de ese sujeto que forma las nuevas organizaciones sea eficiente, se necesita trabajar aceleradamente en su educación, en su formación cultural y científica integral, a paso acelerado, es cierto, pero no tanto que abandone la posibilidad del análisis profundo cuando las nuevas tácticas de hostigamiento surjan. La simplificación de los motivos, como puede verse hoy día, beneficia a los sectores de injerencia y, con ellos, a los monopolios que aspiran a apoderarse de nuevo de los recursos del país.

La apuesta política de la revolución bolivariana no puede basarse en esos falsos análisis de liderazgo que las campañas mediáticas se encargan de condicionar, sino en asumir el riesgo ideológico de disputar los derechos del espacio público e, incluso, de preferir el error que preserva la conquista, al error que deja impunes los modos de corruptela natural que el capital produce. Se trata de un reto ideológico, y político, más que de un reto económico concreto.

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