Venecia, un acierto del cine cubano

Venecia, un acierto del cine cubano
Fecha de publicación: 
16 Junio 2015
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El tema de la película Venecia, el más reciente proyecto del director Enrique (Kiki) Álvarez, no se aleja demasiado de clásicos de la cinematografía cubana como Lucía (Humberto Solás, año 1968), Guantanamera (Juan Carlos Tabío, año 1995) o Retrato de Teresa (Pastor Vega, año 1979).

La mujer en esta cinta deviene epicentro de las preocupaciones y vicisitudes humanas. Todo tipo de mujer: desde aquella, casada, que asume la infidelidad casual como una noche de exorcismo… hasta aquella, que tiene pene y usa peluca, y se define a sí misma por la expresión de su sexualidad y no por la biología de su cuerpo. Todas son mujeres buscándose a sí mismas, o quizás, -¿quién sabe?- tratando de olvidar quiénes son.

El filme narra la historia de tres chicas que trabajan en una peluquería estatal, y que, por cuestiones del azar, pasan la noche juntas deambulando por La Habana.

La película, una producción independiente de 74 minutos de duración, ha recorrido varios festivales internacionales y ha obtenido diversos reconocimientos.    

Como en dos de sus largometrajes -La ola (1994) y Marina (2011)-, Kiki Álvarez, que a todas luces aboga por el cine de autor, retoma su acostumbrada poética, pero en una dimensión superior. En esta ocasión está mucho mejor configurado ese minimalismo que lo caracteriza, ese que a ratos despide una cierta intrascendencia de las subtramas… y hasta de la misma trama principal.

En la penúltima cinta de Álvarez, Jirafas (2013), prevalecían los espacios cerrados, física y explícitamente opresivos. Allí los personajes protagónicos flotaban en el más pleno desarraigo. En cambio, en Venecia (2014) es todo lo contrario. En este filme pululan los espacios abiertos y congestionados, tan barrocos y bulliciosos como solo pueden serlo las más populosas calles habaneras.

Estos ámbitos de multitudes subrayan y aumentan las soledades –siempre solapadas- de las protagonistas de Venecia: Mónica (Marybel García Garzón), Mayelín (Marianela Pupo) y Violeta (Claudia Muñiz), quien es, además, la guionista de la historia.

Estas tres chicas se pasan la noche paseando sin rumbo, merodeando por bares o cualquier otro antro nocturno para descansar de sus rutinas mediocres, y de una vida de desidia, zozobras y objetivos incumplidos.

La lejana ciudad de Venecia resulta símbolo de lo inalcanzado y quimérico, como lo es Madagascar para el personaje de Laurita (interpretado por una adolescente Laura de la Uz) en la icónica cinta del mismo nombre, de Fernando Pérez.

Filmada sin un guion estrictamente preconcebido, Venecia se sustenta en las construcciones muy particulares que hacen, a partir de los presupuestos argumentales básicos, las actrices de sus personajes. Este hecho le otorga la autenticidad máxima a cada secuencia. Y es tanta la veracidad que aporta este guion no predeterminado, que a ratos la película adquiere cariz de documental, y el espectador llega a sentirse un fisgón entrometido en las vidas de los personajes.

Venecia exhibe, como una de sus principales virtudes, la sobriedad discursiva y el efectivo desarrollo de la historia desde un relato ágil y hábil, para nada -hecho loable, y en esta cinta, muy sutil- desdeñoso de la linealidad y el famoso crescendo aristotélico.

En resumen, que Venecia (2014) representa la obra más consagrada -hasta ahora- del realizador Kiki Álvarez. Encarna con sobriedad y buen gusto una reflexión sobre el período de tránsito de la adolescencia a la adultez en las féminas, abarcando todo un amplio entramado de relaciones personales a su alrededor. Ya era hora de que el cine cubano sorprendiera por su eficacia.

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