Festival de Cine Francés: El Capital

Festival de Cine Francés: El Capital
Fecha de publicación: 
10 Mayo 2015
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Eran cintas donde mostraba su rechazo hacia todo aquello que significara alienación de los valores humanos y dictadura de complicidades.

En los márgenes avanzados del siglo XXI, Costa-Gavras sigue teniendo las mismas preocupaciones cinematográficas. Tomando como título a aquel que denomina los tres tomos del economista y filósofo de origen alemán Karl Marx, el filme El capital (2014) incursiona en los vértices de la economía política de la sociedad actual y muestra a los banqueros como ese centro avaricioso del caudal contemporáneo, donde pululan luchas de poder y ambiciones desmedidas.

Emblemático del cine ideológico, capaz de aclimatarse -y, por tanto, atemperar y modular la agresividad de su discurso- a los más diversos contextos, el cineasta greco-francés Costa-Gavras presenta con El capital un filme que intenta esclarecer las raíces -y efectuar el balance de daños- de la crisis económica que sufre el mundo contemporáneo desde el año 2008.

El capital es narrado por Marc Tourneuil (Gad Elmaleh), quien es seleccionado el líder provisional del banco Phenix después de que su presidente ejecutivo sufre un ataque al corazón. Para mantener la presidencia del banco Marc entabla un juego de avaricia y poder desmedidos.

La película, basada en la novela homónima del escritor de origen griego Stéphane Osmont, no tiene intenciones de tener una verdad absoluta en su mano y representar ni la última palabra sobre la crisis económica, mucho menos plantear una solución, una alternativa soluble al conflicto, pero sí se propone reflejar los avatares de esta época que habitamos, esta donde los poderes cínicos e infinitamente codiciosos de unos pocos determinan el futuro del resto.

 

La cinta ampara concepciones tan sugestivas como aquella que compara los ecos de las purgas de la revolución maoísta con la estrategia con que el banco Phenix limpia su sobrecarga de mandos intermedios; o esa otra, que implica una denuncia sutil a cómo crecen los niños de nuestros días, dependientes de móviles y videojuegos.

El capital muestra un mundo en el cual -como en El lobo de Wall Street, (Martin Scorsese, 2013), el eslogan es “La codicia es buena”- el lujo es un derecho y “el dinero es el amo”. Ya se encarga de reiterarlo en la cinta el personaje de Dittmar Rigule (Gabriel Byrne), un gerente con sede en Miami, cuyo fondo ha prestado dinero para hacerse cargo del banco Phenix en Francia. Un mundo muy alejado de ese trabajador de clase media que se pregunta cómo se evapora el dinero de su cuenta bancaria.

Costa-Gavras muestra un cine con preocupaciones éticas, políticas -en este devenir de poderes pragmáticos que se alzan en dictaduras (solapadas, pero siempre represivas)-, y preocupaciones humanas.

El capital puede servir para crear inseguridad,… quizás, en algún sentido, desasosiego. No es un filme que pueda verse sin que se sienta un rechazo visceral hacia el cinismo humano y el orden actual del mundo.

La acusación de El capital contra el capitalismo es tan estridente que se reafirma hasta en esa última escena, en la que el protagonista de esta película de Costa-Gavras proclama, justo frente a la cámara: “Yo soy un Robin Hood moderno. Le robo a los pobres para darle a los ricos”. En respuesta, los accionistas del banco que lo escuchan responden con vítores desbordantes. Los créditos aparecen entonces y el espectador se queda solo, con la verdad cruda en la mano.

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