MIRAR(NOS): Celos desmedidos, diatriba de la personalidad

MIRAR(NOS): Celos desmedidos, diatriba de la personalidad
Fecha de publicación: 
8 Mayo 2015
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El hombre es celoso si ama; la mujer también, aunque no ame.
     Immanuel Kant

                                    
                                    
Muchas personas consideran que los celos están estrechamente vinculados al amor. Quiénes engrosan la lista de sus defensores, aseguran incluso que la existencia de ellos es la prueba intangible sobre la existencia del más universal de los sentimientos.

 

Muy a pesar de esas justificaciones lo cierto es que, desmedidamente, pueden llegar a causar disímiles daños en una relación, de cualquier naturaleza.

 

Porque la mente humana es la máquina más perfecta que existe, imaginaciones más o menos prolíferas le hacen el rejuego a los celos y ahí empieza la hecatombe.

 

Cuando un celoso (mal) interpreta que lo están engañando, ayayay… las reacciones son las mismas en cada uno de ellos. Un peligroso ensarte de agresiones tanto físicas como morales (estas últimas, peores según mi opinión) se le viene encima a la otra parte. En lo que pudiera resultar paradójico, en algún momento de mutis desmedido, acaso en el encuentro con su consciencia, reconocerá que ha fallado.

 

Malo que sucederá de nuevo, como si aquello fuera un círculo vicioso. La única forma de poner STOP es únicamente que el celoso ponga su mayor esfuerzo en revertir su condición.

Probablemente en este punto, Ud considere que de un enfermo hablo. Lamentándolo mucho, así es. Quien cela desmedidamente puede catalogarse como un obsesivo in extremis.

 

No piense exagero, celos sobresaturados han sido muchas veces, los principales detonantes de crímenes pasionales. Mi propósito no es convertir esta sección en una paginita negra, y tampoco en un collage de obituarios.

 

Desde tiempos ancestrales se tiene constancia de la existencia de ellos, incluso llegan a ser una temática recurrente desde el Génesis bíblico, cuando Caín mató a su hermano Abel.

Estudios recientes sugieren que podemos encontrarlos, a los celos, también en chimpancés, elefantes, y por supuesto en los perros.

 

Aunque algunas personas consideran que son una forma de envidia, lo cierto es que a diferencia de ella, aparecen acompañados del temor, el miedo a perder a alguien.

 

Hagamos una pausa en este punto. Hace un tiempo un personaje muy pintoresco de una telenovela cubana señalaba: “Nadie pierde a nadie… él que se va es porque quiere”. De acuerdo, totalmente. No se pierde lo que no se tiene, quién se va de tu vida lo hace como parte de su libre albedrío y opino que es mejor que lo haga a una vida entera de desaciertos y sinsabores.

 

Poner segundas intenciones en lo que el otro dice no siempre es sinónimo de que tu imaginación sea más prolífera, de hecho, como dije anteriormente en el asunto de la pareja ese puede representar un problema. Casi siempre (nótese que escribo casi) las cosas son así tal cual.

 

Algunas investigaciones sugieren que el género, la edad, e inclusive el origen étnico están estrechamente vinculados al origen de los celos.

 

En el ámbito del sexo, por ejemplo, a muchos les podrá llamar la atención la práctica sexual de las parejas conocidas como swingers. Ese vocablo en inglés se emplea para catalogar a aquellas personas que en el acto sexual comparten a su pareja. A muchos les parecerá un tabú o considerarán que en una situación semejante, morirían de un ataque de celos. Mmm, complicado el asuntico pero bueno: en el mundo para que sea mundo…

 

Lo cierto es que allí entran en juego muchos de los aspectos antes señalados, en especial aquellos que están relacionados a los procesos cognitivos de cada individuo.

 

Ahora me entero: las mujeres son más celosas que los hombres. Mmm… les dejo a ustedes esta puerta abierta.

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