La asexualidad o el deseo amputado

La asexualidad o el deseo amputado
Fecha de publicación: 
13 Mayo 2015
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Desde que lo conozco siempre he pensado que es una persona limpia, esencialmente limpia. A tal extremo que no creo que alguien pueda lanzarle un comentario soez. Es un hombre culto con lenguaje barroco y exquisito, talentoso en su trabajo; y, lo que es aun más difícil, respetado desde la admiración.

Nadie podría cuestionar que es un buen amigo, profesor, hijo. Es un hombre de más de 60 años que ha vivido con tanta pulcritud que ni los más moralistas podrían enjuiciarlo. Es un ser  lúcido, coherente, humano… Son tantas y tan profundas sus virtudes que nunca se me ha ocurrido pensarlo “incompleto”,  y mucho menos enfermo, a pesar de que es asexual.

“Nunca me he sentido atraído por nadie. Ni por un hombre, ni por una mujer. No he tenido el impulso, ni la propensión a tener sexo.  No es una cuestión de afecto. Quiero a los demás como cualquier persona. Me preocupo y  entrego a quienes amo; pero no profeso interés en tener contacto íntimo. No lo necesito”.

 Como mismo existen personas que eligen tener parejas de su mismo sexo, del opuesto o de ambos; hay otros_ se calcula que el 1% de la población mundial _que no experimentan deseo sexual, ni sienten interés por el coito. Es una conducta escasa, diferente; y por tanto enjuiciada mediante prejuicios y desconocimiento.

Probablemente toda esa cúpula de ofuscaciones, murmullos a sus espaldas, y hasta incomprensión que vivió este hombre lo conduce hoy a compartir su historia, desde la más agradecida de las honestidades, la de la emociones. Un hombre proveniente de una familia católica y patriarcal,  donde se esperaba y exigía que tuviera una vida “estándar”(esposa, familia, hijos) que nunca tuvo, ni quiso tener. No parece sencillo crecer sin encajar en esos arquetipos, y más allá de eso, con total inapetencia o desinterés hacia aquello considerado como “normal”.

"Imagina cómo se puede sentir un adolescente que no tiene la necesidad de experimentar sexualmente con nadie y que, además, cree que está obligado conectar con alguna de las orientaciones sexuales conocidas.

“Mi padre nunca lo entendió. Sospecho que murió equivocado, pensando que yo era homosexual y que no lo había asumido por vergüenza. Era una persona buena pero demasiado prejuiciosa. Cómo se le dice a un hombre de campo, que discutía en el parque de pelota hasta quedarse sin voz, un hombre que la primera lección que le da a su hijo es que “los tipos no lloran” que el único hijo que tiene no quiere tener novia, ni novio.

“No puedo decir que me maltrató, ni humilló. Jamás él haría algo así_ como dije_ era un hombre bueno, pero si sentía cierta presión. Era como si él esperaba más de mí, de lo que yo hacía. Por ejemplo: es común que a los niños, a los varones los instiguen con la pregunta: ¿cuántas novias tienes?; luego creces y cambia la interrogante: ¿Qué esperas para tener novia?

Cualquier niño crece bombardeado por este tipo de preguntas y no creo que resulte cómodo en ningún caso, pero la incomodidad trasciende cuando eres un adolescente que no percibe atractivo en nadie, que aunque la ciencia y la biología lo definan como ser sexuado es indiferente a la intimidad.

“Me atormenté durante años. No tenía idea de que me sucedía. En algún momento pensé que estaba enfermo, que algo fallaba dentro de mí. Sobre la asexualidad no hay mucha información ahora, así que hace 50 años era un concepto totalmente turbio. No sabía que pasaba conmigo. A ese desconcierto súmale que en una sociedad tan machista, si ven que no te interesan las muchachas ya te ponen etiqueta de gay, entonces si tampoco te ven con otro hombre pasas a ser o un cobarde que no asume su orientación o un tipo “raro”, una especie  de anomalía. No fue sencillo.

 “Sé que muchos especialistas apuntan el origen de este concepto a trastornos psicológicos o físicos. Pero no se debe ser absoluto al respecto: en mi caso, no hubo traumas en la infancia. Al contrario era un niño feliz, crecí en un hogar funcional. Y físicamente no tengo ningún problema. Soy una persona sana.  No sé porque he vivido sin ese deseo, no tengo la respuesta. A pesar de ello, no me siento incompleto, ni creo que limite mi vida, no extrañas, ni te sientes privado de algo, si nunca lo has deseado.

"Nunca he tenido una pareja sexual, pero si he amado, a mi familia, sobre todo. Durante mucho tiempo me dediqué casi por completo al cuidado de mis padres. Fui hijo único. Prácticamente ellos solo me tenían a mí para acompañarlos, velar por su salud. Me aparté de ascensos profesionales, viajes al exterior, posibilidades de doctorados; pero era lo que tenía que hacer.

 "Sé que soy una persona normal, sana porque soy capaz de amar, de sacrificarme por quienes me importan, de poner a otros por encima de mis necesidades, deseos. Y me gusta pensar que esa es una actitud noble.

Ahora que ambos han muerto hay días en los que siento una especie de vacío, soledad, creo. También pienso que cuando envejezca y no sea capaz de valerme por mí mismo, esa soledad va a aumentar y voy a necesitar de alguien, como mismo ellos necesitaron de mí.

_ En esos momentos no extrañas una pareja, una familia?

_ Lo he pensado, pero no podía vivir mintiendo, fingiendo deseos y sentimientos que me son ajenos. Ahora puede que esté solo, pero siempre fui honesto.

Sobre la asexualidad

La asexualidad es un término sobre el que gravitan prejuicios y desconocimiento. Suele aparejarse a enfermedades, “desviaciones”, parafilias; pero muchos especialistas no incluyen este comportamiento dentro ninguna patología clínica.

 Las investigaciones revelan que entra las posibles causas pueden encontrarse trastornos físicos o psicológicos(afectaciones endocrinas, efectos adversos a fármacos, impotencia o episodios traumáticos en la niñez…) o una potencial represión ligada a una homosexualidad no asumida.  En algunos casos se encuentra el origen en  una de estas causas; en otros se comprueba que son personas totalmente sanas, cuyo deseo de no practicar el coito no es una enfermedad, sino una elección.

 Aunque las investigaciones sobre el tema apenas han comenzado a desarrollarse, y aun  hay cierta incógnita alrededor de este comportamiento, los estudiosos de este campo  aseguran que no siempre se trata de una “anomalidad” o trastorno biológico.  Los juicios son diversos pero se inclinan  a reconocer la asexualidad como una opción más.

En estas personas hay otros componentes afectivos, desligados al sexo, que ocupan un lugar  importante en sus vidas. Por ello, la amistad, la personalidad, la familia, la vida interior … adquieren mayor valor. Y es que muchos asexuales no hacen una conexión entre amor y sexo. Pueden sentir y expresar amor  sin requerir actividad sexual.

Determinar, desde los gustos e inclinaciones,  qué ideal desea seguirse en el plano sexual  es un derecho pleno y propio de cada cual. El amor es mucho más amplio que el sexo.  Y la asexualidad es, ante todo,  una cuestión de respeto hacia una forma diferente de sentir y de vivir.

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