Kcho: “Un hombre de su tiempo”

Kcho: “Un hombre de su tiempo”
Fecha de publicación: 
13 Abril 2015
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A Kcho (Alexis Leiva Machado, Nueva Gerona, 1970) le había visto varias veces. Habíamos coincidido en lugares, como se dice. Por supuesto que conozco su obra. Kcho es, junto a Lam, el cubano que hace en el Museo de Arte Moderno de New York (MoMa) el grado de “pintor contemporáneo”. Sin ningún otro adjetivo. El y Lam descollando desde una tierra llena de grandes pintores y de luz, como decía Mariano refiriéndose a Cuba. Pero fue recientemente, el sábado 4 de abril de este 2015, que tuve la oportunidad de visitar y conversar detenidamente con él en su casa y estudio de Romerillo, en La Habana. El artista y el barrio se han transformado en influencia mutua. De una zona considerada conflictiva, gracias a la entrega de Kcho, Romerillo es hoy una gran escuela social en crecimiento. La vida que en Romerillo Kcho reparte y comparte me recuerda a un existencialista adelantado, un adulto con ideas definidas sobre el arte, la política y la nación y que, sin embargo, parafraseando a Martí, es con los amigos como un niño, que de su cariño, es capaz de hacer besos sinceros.

Recorremos áreas del proyecto. Hay niños jugando y estudiando, jóvenes navegando en Internet a través del servicio WiFi gratis que ofrece el laboratorio o fábrica de arte del propio artista; otros disfrutan de la cafetería, gratis también.
alexis leyva kcho

Indago con Kcho por sus rituales de trabajo y suena el celular. Kcho une las dos situaciones y comenta:

“Pinto en la soledad. Por eso pinto en el día muy pocas veces; porque cada 5 segundos debo atender el teléfono, hay alguien en la puerta por alguna cosa necesaria. Entonces yo en la madrugada me pongo a pintar, y cuando estoy cansado, me tiro en el taburete, y duermo ahí… A veces con mi agüita, mi tecito…” Curioseamos un poco. Me dice “Mira qué bonito es esto” y me lleva a una pared donde hay un cuadro sencillo que resulta una sorpresa. Es el boceto de un rostro dibujado y firmado por el Comandante en Jefe Fidel Castro: “Es un original”, me dice. Debajo dos escudos nacionales. Más a la derecha el dibujo de una pionera y una mesa con libros.

-EDMUNDO GARCIA: ¿Cómo empieza todo Kcho, cuándo decides dedicar la vida a mirar, a pintar, al amor por la gente?

-Kcho: En la Isla de la Juventud, en Nueva Gerona, para mi sorpresa llego, el lugar ya no existe, a la antigua Galería Municipal, estaba por al lado de los bomberos, había allí un tesoro que para mí resultó increíble. Eran reproducciones del arte universal (una colección) que Alejo Carpentier para mi dicha (por eso digo que Dios me acompaña) decidió comprar, con sus recursos; una colección para cada provincia de Cuba. Y unos volúmenes de la Enciclopedia Salvat. Bueno, eso fue una ventana importante para mí al mundo del arte universal, desde mi pequeña Isla de la Juventud. Desde allí yo me hice “dueño” de esa colección, me pasaba el día entero con ella, me la “comía” y siempre, ya te digo, he querido imitar ese gesto de Alejo Carpentier, esa responsabilidad, en el sentido de que a mí me pasó algo ese día como ser humano, cuando yo vi aquellas obras, algo que se parecía a un original de El Bosco, o un Miró, o un  dibujo de Miguel Ángel, o un Picasso de la etapa azul. Fue una cosa maravillosa y fue más maravilloso aún cuando entendí de dónde emanaba esa maravilla, la maravilla de un hombre como Alejo Carpentier que en vez de comprarse una casa en la playa, cogió el dinero y lo destinó para comprar una colección para cada provincia de Cuba que le ha cambiado la vida a mucha gente; de Cuba y de otros lugares.

-EG: El terruño marca, la infancia, la familia…

-Kcho: Te voy a hacer un cuento. Mi mamá una vez me castigó, tendría yo 8 años. En mi casa, esa casa típica hecha por los gringos en la Isla de la Juventud, con zinc, concreto y madera, había como una especie de buhardilla sobre la sala que tenía una ventana en el ángulo. Bueno, yo estoy allá arriba castigado, mi mamá está conversando con dos amigas de ella, con Sonia y otra amiga; en esa buhardilla mi papá tenía su tallercito de electrónica, con transformadores y cosas así, yo hago un dibujo en una hoja de libreta rayada, de la escuela; un dibujo que era yo preso, que había caído preso, con una bola de hierro enorme enganchada…

-EG: Como cuando Martí…

-Kcho: Como Martí en las canteras de San Lázaro, y yo amarro con un alambrito de cobre de los que mi papá usaba para enrollar transformadores, para que el viento no lo volara le puse un tornillo y empecé a bajarlo por la ventana. Entonces mi mamá lo ve, empieza a reírse y me quitó el castigo. Eso no lo olvido nunca.

Y te voy a hacer otro cuento de por esa época: “Yo soy más macho que ceramista”, te voy a explicar por qué. Yo tenía unos 9 años y estaba en la escuela de cerámica de la isla, en un taller de Artes Aplicadas; allí había un taller para niños y yo usaba mi bata verde que era el uniforme, y el maestro que se llamaba Finalé decía que era obligatorio ir vestido con la bata. Entonces, nunca se me olvida, yo iba caminando para mi casa por la calle, y llego a la calle 22, que es donde está mi casa, llego a la esquina y vienen dos amigos de mi papá, y uno que era muy jodedor le dice al otro: “Mira este qué linda, el hijo de Marta con esa bata de casa verde”, y entonces llegué a mi casa y le dije: “Mami, no voy más a esa escuela, yo soy más macho que ceramista”.

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En Romerillo Kcho me muestra el jardín; entre el viento y personas que pasan por nuestro lado, dice: “Aquí vamos a hacer una biblioteca nueva, esa biblioteca está en Cuba ya, un amigo mexicano donó alrededor de 5 mil volúmenes de libros, literatura, arte mexicano, arte precolombino… Entonces tú sabes, en Cuba no hay nadie que haya enseñado más arte latinoamericano que esa institución que es la Casa de Las Américas; en este jardín voy a hacer un homenaje a Haydeé Santamaría, una biblioteca de arte… Un homenaje a personas como Haydeé, como Celia… Celia hacía ella sola lo que hoy hacen mil personas. Ella pensaba en todo, en todo… en un par de medias y en salvarle la vida a un niño. Me contaba Nemesia que después de la victoria de Girón, cuando ya habíamos ganado, ella cogió a varios niños que habían perdido a los padres, y los hizo hijos de ella. Andaban con Celia, y ella le decía que miraran a Fidel; un vez lo vieron dormido, descansando tras la victoria, y todos los escoltas durmiendo y ella enseñándoles a los niños quién era Fidel. Esa imagen la llevo siempre: los soldados con las armas alrededor de Fidel, y él descansando en el centro”.

-EG: Hablando de tiempos y comienzos, cuéntame de tu encuentro con la obra de Lam, con su universo.

-Kcho: La influencia de Lam en mí es poderosa, lo que él fue capaz de entender fue grande. Picasso lo definía mejor que nadie. Decía que era dichoso porque no tenía que buscar; que llevaba dentro de sí lo que no tenía que buscar fuera de él. Y Lam estaba en eso con él, con Picasso. Cuando yo tenía 21 años, y empecé a estar en museos, me daba cuenta que donde quiera que yo iba, Lam estaba. En México, en Japón… siempre Lam estaba. Y empecé a concientizar que si yo estaba en esos lugares, en esos museos, era porque Lam había estado antes. Lam me mostró la importancia de la continuidad en el arte.  

Kcho detiene la conversación un momento, repasa la sala donde estamos y dice: “Mira, esto es arte, esta sala misma es un museo, al final todo se hace para crear formas, para que el arte siempre esté presente en la vida de la gente”.

-EG: Sobre ese mundo de formas, ¿crees que la era digital acabe con las formas clásicas?

-Kcho: El mundo digital no se va a comer nada, eso se decía hace 50 años con otras cosas, la mentalidad humana es muy creativa… Por supuesto el mundo puede ir a un atolladero si el hombre pierde la capacidad de salir de los huecos. Lo peor son las cosas que hacen tonto al hombre. Por ejemplo, vete a las redes sociales, y puedes ver un artículo espectacular sobre un tipo que inventó un cohete que vuela verticalmente, se detiene, y baja; o inventaron determinada vacuna en Cuba, u otra cosa en Indonesia; entonces nadie te lo comenta, pero si sale un loco con un palo en la nariz, logra dos millones de “Me gusta” y 15 mil comentarios. ¿Cómo es posible? Aunque igual te digo que yo puedo crear con lo que sea, no creo que una forma creativa sea nociva. Las obras de arte son portadoras de mensajes: estéticos, visuales, conceptuales, históricos… ahora, ese mensaje puede ser contado de formas disímiles: pintado, dibujado, con performances… Eso no tiene problema, siempre se va enriqueciendo.

-EG: ¿Cómo proteges tu obra de las falsificaciones?

-Kcho: Hay cosas que me tocan, que me vienen a la espalda desde que nací. Me falsifican desde que tengo 24 años. Tengo gente del mundo del arte que me quiere mucho y un día trataron de consolarme diciendo “Puedes darte con una tabla en el pecho, que hay gente que se mueren y nunca lo falsifican”. Y es verdad. Se puede ver hasta cierto punto como un elemento dignificador que te falsifiquen. Hay veces que me pongo cabrón. Tengo un archivo de falsos en una página web. Es increíble que pueda haber gente en Miami y Hialeah haciendo “Kchos falsos”.

-EG: Te confieso que un día me pusieron dos “Kchos” de esos delante, y si no fuera por par de detalles… Te quiero preguntar otra cosa, ¿te parecería que en Cuba se pudieran considerar a figuras como José Bedia o Tomás Sánchez para el Premio Nacional de Artes Plásticas?

-Kcho: Yo considero que ninguna persona que no tenga una relación real con Cuba, y con eso me refiero a… Por ejemplo, hay tantos artistas en Cuba que se merecen ese premio, que han estado aquí toda su vida, que son responsables de miles de artistas, son responsables de tantas cosas de las que uno emana, y han emanado otros… en fin, que hay tantos aquí que se merecen ese premio, que después pensaremos en esa gente. Aunque yo no tengo problema. Yo traje a Tomás a exponer a Cuba después de muchos años, en el año 2010. Yo lo traje de regreso. Pero te repito, hay muchos artistas en Cuba que se merecen ese premio. Mira, en Cuba viven 11 millones de personas, pero hay 8 millones que no tienen familia en ninguna parte; que su vida no depende de una remesa, ni de lo que le mandan; depende lo que son capaces de hacer todos los días, de su esfuerzo cotidiano, de su entrega diaria. Entonces yo prefiero pensar en esas personas; es nuestra obligación primero que todo. Yo creo que hay gente en nuestro país que se merece ese premio antes.

-EG: Chocolate es uno de los que se merece el premio.

-Kcho: Chocolate y mil gentes más. Hay tantas gentes que se lo tienen que dar. No es empezar mañana a dar premios, no, no vamos a cambiar nuestros estatutos. Ahora igual te digo: un artista es un hombre que puede vivir donde quiera. Esa es su libertad. Pero no hay lugar como la patria de uno. Eso para mí es fundamental. Yo no me puedo desprender de Cuba de ninguna forma. Lo que le pase a Cuba me pasa a mí. No puedo desprenderme de eso, nunca, cuando lo haga moriré. Y no tengo ningún problema en decirlo todo el tiempo, tengo una luz con Cuba y con todos los cubanos que están en esta tierra, desde la Punta de Maisí hasta Pinar del Río. Esa es mi esencia, es lo que me hace existir, es lo que me ayuda a crear, a vivir, a hacer todo lo que hago. Que cuando tú miras para allá, para acá, para los cuatro puntos cardinales que tiene Cuba, hay ojos de once millones de gentes que están pendientes del futuro del país.

-EG: Fidel… dímelo en una palabra.

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El líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, dedica su libro a Kcho, en la inauguración del estudio de arte en el barrio Romerillo, de La Habana, Cuba, el 8 de enero de 2013. AIN FOTO/Estudios Revolución

-Kcho: Es lo más grande del mundo.

-EG: Más, dime más.

-Kcho: Di eso… (Se ríe) De Fidel nada más hablo yo cuando hablo conmigo mismo. Fidel es mi papá. De papá no hablo con nadie. Fidel es lo más grande del mundo. Igual que Raúl Castro: lo más grande del mundo. Almeida: Lo más grande del mundo. ¿Sabes por qué? Fíjate en estos tiempos, la gente te dice: “Me fui del país por mi futuro”. Coño, tú quieres mejor muestra de la pérdida de un futuro que la época en que un tirano como Batista mataba a las personas; y esos tipos no se fueron de aquí. Se quedaron, y poniendo el pecho delante, cambiaron a Cuba para siempre, y cambiaron el mundo.
 

Hoy, o mañana, Cuba no va a dar para atrás. Nunca en la vida. Así digo con tremendo orgullo: no nos interesa la OEA ni en foto. Y te digo que me gusta, yo tengo 45 años, y este cuerpo lo he echado viendo a los imperialistas hijeputeando a Cuba, es parte de mi sangre cuanta agresión imperial hagan.

-EG: Kcho, ¿qué vas a decir en Panamá?

-Kcho: “Yo mismo doy un beso, que hablo contigo. Haré lo que sea necesario. El momento viene, ya te enterarás.

-EG: Planes…

-Kcho: Estoy feliz de haber hecho mi vida. Como Fidel. Les dijo a los yumas cuando vinieron: “No han cambiado, mira lo que le están haciendo a Venezuela”. Ese es Fidel. Es importante saber que somos un país con inmensas capacidades; tan inmensas que el país más poderoso de la tierra no ha podido doblegarnos. Y eso es un logro que no tiene nadie que no sean los cubanos. Como haber visto el 17 de diciembre a los americanistas tirados por el piso. Eso pensamos que nunca lo íbamos a ver, nosotros lo vimos, me siento feliz y orgulloso de ese momento.

-EG: ¿Qué has hecho en la pedagogía? ¿Te interesa?

-Kcho: A mí me interesa la pedagogía. Mira, te enseño lo que vamos a hacer en este curso, el programa… Me gusta darle aliento a las personas, pero tengo cuidado con eso de los mensajes… Porque te voy a explicar algo, en el arte no existe una forma única de hacer las cosas, tú tienes que crear, de eso se trata. Entonces tú dices, por ejemplo, “esta pincelada te puede dar un sentido”, pero resulta que el estudiante es creativo y sabe lo suyo, tiene su criterio, hace su elección. No se puede traumatizar al artista; hay artistas que pueden estar en un momento importante en la vida, de quiebre, y solo con una palabra mal usada ya lo embarcaste o lo equivocaste. Entonces qué es lo que yo hago: les sitúo maestros, técnicos, y yo aparezco con mi consejo, mi explicación... Y te digo: no hay mejor forma de sentir y aprender el arte que viendo arte. Por eso yo soy tan fanático al patrimonio, y de ponerlo al alcance de las personas; porque yo tengo en mí luces que emanan de esa experiencia.

-EG: ¿Tú consideras que la pintura que se hace en Cuba antes de la primera vanguardia es una pintura imitativa y epigonal de las escuelas europeas?

-Kcho: Es consecuencia de un momento. Mira, Picasso tuvo que ver una máscara africana… claro, las influencias existen, están en todo el tiempo y en todas partes, y por supuesto que ellas tienen derecho a hablar… y hablan.

-EG: Pero lo cubano en pintura, ¿te parece que empezó en la primera vanguardia? ¿Qué crees de lo que se pintaba en la segunda mitad del XIX, por ejemplo?

-Kcho: Yo pienso que la vivencia de nuestra forma de ver y ser es propia; la prueba está en un lugar de la Isla de la Juventud, las Cuevas de Punta del Este. La evidencia pictórica aborigen que hay en esas cuevas, busca en otro lugar del área para que veas que no existe. Hay una evidencia pictórica de los indios Caribe muy importante. En una zona de paso, de pescadores, de recolectores… ahí también vivieron Tainos, Siboneyes. Esa evidencia pictórica es a lo que Núñez Jiménez llamó “La Capilla Sixtina de la pintura aborigen”. Después salieron muchas personas, como Vicente Escobar…

-EG: ¿A ti te parece cubana la pintura de Vicente Escobar?

-Kcho: Es que él es cubano.

-EG: Te digo la obra.

-Kcho: La hizo un cubano… Ahora, ¿qué es lo que pasa?, ¿que la tendencia de la época es hacer pintura religiosa como los europeos?… No importa, él es cubano, además hasta mulato. Y de ahí salen, son consecuencias unos de los otros, Romañach, etc., yo creo que es una línea que pertenece a la conformación de nuestra nacionalidad.

-EG: Como Amelia; dime una frase de Amelia.

-Kcho: Amelia Peláez… Se salvó que yo no había nacido todavía… Nada, es un chiste. Mira, Amelia retrata una esencia importante de lo que es la visualidad cubana; es una de las primeras artistas en hacer un viaje en esa dirección. Ella hace ese viaje antes que otros, es como una descubridora.

Ya en la despedida, después de haber visto las enormes banderas cubana y venezolana que lleva a Panamá, marcadas con símbolos de nuestra historia y las manos de los niños de La Colmenita de Romerillo, Kcho me muestra una singular tarja que dice: “Fidel está aquí”. El mismo añade: “Fíjate que dice ‘está’, no que estuvo. Porque ese hombre es grande. Te confieso una cosa, todo lo que se ve en su modesta sala en las entrevistas se lo he hecho yo, desde las piezas pequeñitas, hasta las mayores. A veces pienso en eso, que ellos han dejado de poner sus cosas, fotos de su familia para poner mi obra… Por eso no me canso de decirlo: Fidel es un grande”.

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La obra de Kcho sirvió de escenografía al concierto de Silvio Rodríguez en la inauguración de la Cumbre de los Pueblos en Panama

Kcho dijo en su estudio, mientras conversábamos alrededor de las inmensas banderas de Cuba y Venezuela, que esperara a la Cumbre de Panamá que iba a haber una sorpresa. Supe de esa sorpresa mientras Silvio daba su concierto ante un público multitudinario: La bandera cubana de Kcho abarcaba todo el escenario donde trabajaron el trovador, Niurka y los músicos. Otra prueba de que el Artista y Diputado Alexis Leiva Machado es un hombre de su tiempo.

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