De cuando un pirata ensartó un rugido y un tsunami soñó corona en mano

De cuando un pirata ensartó un rugido y un tsunami soñó corona en mano
Fecha de publicación: 
19 Marzo 2015
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Se hundió el Latinoamericano, hubo lágrimas, resignación, asombro e impotencia. Incluso todas esas sensaciones conjugadas. Lo cierto es que una armada que en las últimas diez temporadas solo había podido emerger airosa en par de oportunidades (idénticos 2-1) en las Series 46 y 51, se descorrió la venda Pirata de sus ojos y ensartó un rugido de León en el coloso del Cerro.

 

Ahora crece el suspense, pues humeante aún se encuentra el madero del tercera base y timonel de Pinar del Río, Donal Duarte. Su triple con uno a bordo y posterior anotación sirvieron para refrendar la candidatura de los vueltabajeros, verdugos en tres actos de Artemisa, nada más y nada menos que en sus predios del 26 de Julio.

 

No pudo frenar al tsunami ni el mismísimo taponero José Ángel García, líder histórico de rescates en clásicos cubanos. Esta vez sus misiles carecieron de esa ruta milimétrica, e hicieron blanco en la resignación.

 
Del otro lado Pinar, Alfonso Urquiola y todos sus adeptos se enseñorean y avivan su sueño, pulen el trofeo que pretenden defender, y con más expectación que nunca se colocarán delante de un televisor a observar minuciosamente las incidencias del tercer acto entre la Isla de la Juventud e Industriales. Transgredir el umbral de la postemporada no dependerá únicamente de la barrida con la que sellaron su calendario ante los penúltimos artemiseños. Sus rezos beisboleros, si es que existen, invocarán esa mínima dosis de orgullo azul que toda vía persiste, ese asomo de grandeza que solían compartir junto a Villa Clara y Santiago de Cuba, para que Danny Betancourt, o cualquier otro que se encarame a la colina de los suspiros, pueda maniatar el furor de Michel Enríquez y su cofradía.

 

Sí, esa empolvada desde 1999, precisamente cuando el brazo de Adrián Hernández los dejó en la tercera posición de la Serie. Un play off definido en siete desafíos a favor de Industriales. Desde entonces, los pineros no han vuelto a anclar sus trajes y arcabuces en instancias decisivas.

 

No van de análisis estas líneas, van de hidalguía, de orgullo, de cómo la tropa de Urquiola, ese gurú bendecido con el gen ganador ha sabido reponerse de cada tropiezo, aprovechado las pausas, detener con un torniquete de refuerzos la herida sangrante del éxodo y las bajas.

 

Pasa por la quietud del mentor pinero José Luis Rodríguez, con su bitácora de estrategias, cambiando roles en los miembros de su staff de abridores a relevistas. Por la virtud de llegar su pitcheo en mejores condiciones a la batalla ante el “Goliat” en sus predios. Por esa sacudida de fantasma con nombre visitador (3 sonrisas y 15 fracasos antes de los dos triunfos a costa de los dirigidos por Lázaro Vargas). Va más allá, un elenco pinero cuya cantera recala en una población de apenas 90 mil aficionados. Camiseta vestida en el caso de no pocos efectivos en calidad de descartes de otras novenas de poderío donde no cabían.

 

Recala en el desmoronamiento de un conjunto que en nómina se perfilaba como sólido contendiente a la corona. Desmotivación, exceso de confianza, movidas cuestionables y la ausencia de fórmula efectiva hacia el epílogo en sus fusileros del box… dieron al traste con la persecución de un sueño, del número 13, de otro capítulo dorado a una historia gloriosa.

 

Nadie ha regalado nada. Apenas una hora nos separa del momento crucial, el instante cero. Los vegueros y sus hinchas echan humo con todas las acepciones posibles. Los piratas desenfundan sus sables, afinan sus arcabuces, emergen del agua y esperan, de ser preciso, echar mano de Danny Aguilera y Héctor Mendoza, contramaestre y grumete estrellas de ese motor incombustible al que muchos apodan Súper 12. Esa es la pelota, en ella cabe Cuba, sentimientos, prosa y cultura… ¡Además de suspense!

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