Miami-Dade: Falsedades de su Alcalde

Miami-Dade: Falsedades de su Alcalde
Fecha de publicación: 
3 Marzo 2015
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Un columnista de el Nuevo Herald, Ramón A. Mestre, lo  acaba de crucificar como un gran demagogo.

Su nombre, Carlos Giménez, quien el jueves presentó su Informe sobre el estado del municipio más importante de la Florida.

Al igual que sucede con el famoso reporte anual del Presidente, advierte Mestre, este suele convertirse “en rito de presuntos logros,  afirmaciones triunfalistas y vaguedades”.

 También dice que la disertación se ha convertido en un “ejercicio retórico con objetivos electorales”.

De ahí, escribe Mestre, que la ofrecida el pasado jueves por Giménez, esbozó varias razones que justificarían su reelección en el 2016.

Esta vez con voz serena y un tanto irónica, prosiguió el columnista, habló sobre el futuro radiante que se logró, en medio de una crisis fiscal, gracias a su gestión.

Giménez lo valoró como una proeza de su administración sin subir impuestos.

En otro momento dio a entender que, debido a sus políticas y su liderazgo, la falta de trabajo se suavizó en Miami-Dade.

Aunque no del todo atribuible al gobierno local, el orador entrelazó lo dicho a los beneficios de un boom turístico.

Fue ahí que el periodista Mestre caracterizó a esas ideas como “el meollo de la retórica electoralista” del alcalde.

A renglón seguido escribió que, aún cuando el trabajo de Giménez ha tenido aciertos, no es responsable, ni de la mejoría económica ni del número de turistas.

Asimismo le imputó que en su discurso no mencionó “la pobreza de nuestro transporte público”.

Ni tampoco, dijo, enlazó su posición anti-impuestos con la necesidad de amortiguar una creciente deuda pública que les obligará a pagar más gravámenes sobre la propiedad.

El columnista reveló que estos ingresos financiarán las dádivas que Giménez hace llegar, entre otros, a sus contribuyentes electorales.

Por ejemplo, a la poderosa corporación cinematográfica estadounidense 20th Century Fox.

Otros reproches al autor del informe sobre el estado del municipio Miami-Dade, han tenido lugar desde antes.

Así, en agosto de 2014 su alcaldía fue sometida a una larga ráfaga de críticas luego de saberse el monto de gastos en la oficina de Giménez.

Resultó aún más chocante al ponerlo cara a cara con sus imperiosas necesidades sociales no resueltas, por cierto, bajo la excusa de falta de dinero.

Dos ejemplos brindan una pálida visión sobre estas últimas:

Desde hace años, autoridades de  Miami-Dade amenazan a sus bibliotecas con recortarles fondos, o lo han hecho.

Ello ha significado, entre otros aprietos, reducción de personal y de horarios de servicios a un público que incluye niños.

Hace unos ocho meses, en julio pasado, sus habitantes despertaron encarando un nuevo chantaje,  aceptaban  otro impuesto a la propiedad o les cerraban bibliotecas.

Al mismo tiempo, su alcalde Giménez prometió suavizar los despidos  si disminuían en un 15 por ciento el seguro médico que pagan a sus trabajadores.

Pero aquellas tragedias no tuvieron lugar solo en las bibliotecas, además entre sus enfermos mentales.

En ese territorio muchas personas aquejadas del referido mal parecen atrapadas por un ambiente surrealista.

Steve Leifman, juez en ese territorio, declaró que cada año unos veinte mil de los arrestados tienen “desequilibrio mental agudo”.

Según afirmó recientemente la prensa local, esos enfermos no son bien tratados allí.

¿Sobre quién cae la máxima responsabilidad por esas reiteradas llagas sociales?

Apunta hacia un sistema económico, político y social, así como, en un segundo escalón, a figuras como Carlos Giménez.

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