Los miedos de un hombre

Los miedos de un hombre
Fecha de publicación: 
5 Marzo 2015
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Es un negro de piel abrillantada y curtida por el trabajo, con facciones pequeñas y, hasta en cierta medida, suaves. Con estatura y peso estándares.

 

Es un hombre que trabaja mucho, que ayuda y agrada a la mayoría, respetuoso al trato y cortés.

 

Un hombre, esencialmente, común. Aunque en nuestros últimos encuentros conocí a un hombre con miedos. No le gusta mostrarlos, pero en el fondo, como escondiéndose tras su amabilidad y ademanes jocosos, hay cierta angustia, algo que le pesa mucho, que ahoga y desespera. Quizás tristeza, culpa, temor… no sabría cuál, pero hay una emoción que lo asfixia.

 

Una emoción que arrastra desde hace más de 20 años, desde el día en que pudo morir, y terminó matando: una pelea con otro hombre, un cuchillo en las manos, una mujer que se interpone y tratando de frenar la discusión, recibe una cuchillada ajena. La mujer muere, y el joven de 19 años que empuñó el arma va a prisión.

 

«Yo no quería perder el tiempo, por eso aproveché todas las oportunidades: en la cárcel aprendí los oficios de carpintero y albañil. Estaba decidido a superarme, y una vez afuera, a tener una vida normal, lejos de problemas.

 

«He hecho todo lo que he podido para demostrar que soy una buena persona: estudié, aprendí cosas útiles, busqué un trabajo, me gano la vida decentemente y trato bien a todos. Pero a veces siento que nunca voy a terminar de pagar lo que hice. Hay mucha gente que prejuzga y rechaza. Como si no bastara con el remordimiento que siento TODOS los días: nunca hubiese pensado en herirla a ella, la quería. Vivo con la penitencia no solo de haber asesinado, sino de, accidentalmente, hacérselo a ella.

 

«Nadie tiene el derecho de quitarle la vida a otro. Maté y eso es imperdonable; pero si he redireccionado mi vida, ¿por qué la gente no se da al menos la oportunidad de conocerme antes de murmurar "asesino"».

 

Sobre él, sé que creció en un barrio donde se muestra la hombría a fuerza de golpes, en una familia diría que «disfuncional», pero entonces sería un eufemismo. Resumiendo, creció en un entorno miserable y podrido donde difícilmente se haga luz. También sé que después de cumplir su condena, terminó la licenciatura en Cultura Física, en su modalidad para trabajadores; que comenzó como auxiliar de mantenimiento, y hoy dirige un departamento y cursa una maestría. Sé, incluso es la opinión de quienes lo conocen, que es modelo de superación, de ambicionar algo, proponérselo y aferrarse.

 

Hoy escribo sobre un hombre que en medio de una riña, apuñaló, y analizo que pudo haber sido a la inversa. La cuenta puede parecer absurda a estas alturas, pero si dos personas pelean en igualdad de condiciones, nadie tiene el boleto para salir ileso. Siempre habrá una víctima y un victimario. Es una cuestión de azar.

 

Sobre él, me han dicho que es un hombre bueno, a pesar de haber matado. ¿Se puede ser bueno y matar?

 

Pienso en la vida de ella, en la familia que fue mutilada, y lo miro con prejuicios; luego pienso en que todos podemos tener momentos de ofuscación, ceguedad, de no pensar y actuar con las pasiones. Mi cabeza se confunde, no sé si juzgarlo o no, pero lo que nunca haría es negarle el derecho de reincorporarse.

 

Y este es un hombre con miedo a siempre ser tratado como culpable.

 

Después de 10 años en la cárcel, hoy parece que no descansa, tal vez intenta hacer todo lo que no podía. Él dice que le gusta mantenerse ocupado, pero yo creo que es su manera de absorber el tiempo. Además de su trabajo y la maestría que cursa, poda jardines impropios, pinta y remienda paredes, lo que surja.

 

Tengo que comprar pañales, canastilla, una cuna. Trabajo todo el tiempo que puedo. Quiero que cuando mi bebé nazca, tenga lo que necesite. Quiero poder dárselo. Ser padre es algo que he deseado durante mucho tiempo, y ahora puedo decir que tengo una familia. Cuando cargas un pasado como el mío, hasta algo tan natural es difícil. La mayoría de mis relaciones acababan cuando se enteraban de lo que sucedió.

 

¿Por qué no lo contabas antes? ¿No te parece que es lo primero que deberían saber?

 

Lo hice, pero entonces huían como si tuviera una enfermedad contagiosa. Si empiezas contando lo malo, ¿quién se quedaría para conocerme más? Mi mayor miedo es a que me teman.

 

No es razonable dejarse vendar, como le sucedió; pero es humano, y los humanos sentimos impulsos. Torcido es premeditarlo, lacerar gente que no puede defenderse, planearlo, ejecutar. La vida tiene millones de instantes. No parece justo que se nos defina solo por uno, que ni siquiera fue preconcebido. Un hombre siempre será él y sus circunstancias.

 

Un par de noches atrás lo llamé para comentarle que había terminado de escribir el artículo. Pero él no estaba en casa, acababa de nacer su hija.

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