Cuba ¡finalista! … Pelota redonda y en caja cuadrada

Cuba ¡finalista! … Pelota redonda y en caja cuadrada
Fecha de publicación: 
7 Febrero 2015
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Festejo, insomnio, gritos y análisis. Todo eso tendrán en calidad de compañía Alfonso Urquiola, sus huestes y millones de cubanos al irse a conciliar el sueño esta noche de sábado, pues los Vegueros finalmente vencieron con más de pedigrí, corazón y FREDERICH CEPEDA, que de buen béisbol exhibido en la 57 edición de la Serie del Caribe y se medirán en la final ante los Tomateros de Culiacán mexicanos, nación que se ha alzado con cuatro títulos en las últimas cinco ediciones del certamen.

Para muchos el desenlace se antojó casi obra de un milagro, pero como reza el adagio la pelota es redonda y viene en caja cuadrada… Un partido en el que la armada antillana le recetó una dosis de remontada a los Caribes de Anzoátegui (indiscutiblemente el elenco más sólido durante la justa, con + diez en el balance de carreras anotadas y permitidas por solo mencionar un rubro estadístico de peso) para derrotarlos 8-4.

Era el todo o nada para nuestro seleccionado, y el peso de la responsabilidad cayó en quienes debían y podían soportarlo, tanto en lo deportivo como en lo anímico. Las mayúsculas para Cepeda no tienen un ápice de sobredimensión: cuatro indiscutibles, cinco remolques. Yuliesqui Gourriel ajustado, consistente, a tenor con su talento empujó otra. Las dos restantes, una por error y otra forzada por death ball.

A todas luces los peloteros que tuvieron su dosis de experiencia en el béisbol japonés, criticados en más de una ocasión por slump o ausencia de oportunidad a la hora buena en el caso de Gourriel, sellaron las bocas desaforadas de muchos, y llenaron de gloria los labios de otros tantos.

DESDE LA LOMITA…

El honor, no muy en alto por cierto luego de la imagen inicial brindada por Villa Clara en nuestra reinserción a los clásicos de clubes del béisbol caribeño, pendía de un hilo, especialmente por el hecho de que los vueltabajeros transitaron por la clasificatoria con idéntico balance de una sonrisa y tres fracasos. Urquiola lo sabía y no reparó en quemar todas sus naves desde el montículo.

Echó mano del derecho Freddy Asiel Álvarez en rol de iniciador y el lanzador de Sierra morena no estuvo del todo atinado esta vez.  Sus pitcheos fueron conectados cuando desfiló por segunda ocasión la batería de los Caribes de Anzoátegui y soportó las cuatro anotaciones de la vino tinto.

Sus sucesores se encargarían de ponerle un candado al casillero de las carreras y meter el brazo.
Norge Luis Ruiz desterró cualquier vestigio de dudas sobre su calidad y se sacudió del cartel de prospecto para convertirse en un muro infranqueable durante cuatro innings y un tercio. Eso antes de cederle el box en el noveno al pinero Héctor Mendoza, capaz de con sus misiles de 95-96 millas silenciar a dos bateadores rivales y liquidar la entrada y el partido sin asomo de complicación.

¿Decisión criticable quizás? La sustitución de Roel Santos, un primer bate natural —y por lógica el mejor tocador de bolas de la selección—, por el zurdo Yadiel Hernández para por inverosímil que parezca, sacrificarse en toque de bola. Intento fallido que no repercutió, pues en ese mismo séptimo episodio, el llamado inning de la suerte se destapó la ofensiva.

EN EL MORRAL DE LAS ENSEÑANZAS

Definitivamente todos este domingo a las 4:30 p.m. estaremos como anestesiados frente al televisor. Cubanos al fin, latimos por nuestro béisbol y saborearíamos como néctar divino la corona. Sin embargo nada de eso borrará las falencias que han quedado al descubierto en la competición.

El punto de partida se halla en nuestras Series Nacionales, principal eslabón de desarrollo y bastante deterioradas en los últimos tiempos. Este Vegueros de Cuba, como tantas otras selecciones, ha carecido de bateo oportuno (en total se han dejado 32 corredores en base), los criterios de discriminación de lanzamientos prácticamente se han comportado nulos, las conexiones de sacrificio o tácticamente los roles de cada hombre en la alineación no  se han manifestado, en buena medida porque casi la totalidad de los bateadores ocupan roles de responsabilidad suprema en cada uno de sus respectivos elencos de nuestros clásicos domésticos.

Presión fue factor altamente influyente. Perder en la pelota no puede significar perder la guerra o haber sido víctimas de cualquier otro desastre mayúsculo. Así siempre les colocamos la varilla a nuestros peloteros.

Otro elemento importante fue, desde su misma conformación la poca especialización y lo endeble de un staff de pitcheo únicamente con nueve efectivos, en definitiva convertidos en ocho tras la deserción del supuesto estabilizador Vladimir Gutiérrez.

En fin… Aún sobrecogidos por el triunfo y ante la posibilidad del disfrute finalista e incluso de campeones, no debemos regodearnos y renunciar a los análisis, ni a una realidad salida a flote: la pelota cubana está urgida de beber, aprender, crecer si de mantenerse en la élite de este contexto y cualquier otro se trata.

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