Globalicemos la tolerancia

Globalicemos la tolerancia
Fecha de publicación: 
27 Enero 2015
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Tras la masacre del 7 de enero provocada en París por fanáticos religiosos del Islam, los periodistas y trabajadores de la prensa cubana nos solidarizamos de inmediato con las víctimas a través de las redes sociales y seguimos los acontecimientos como propios.

En este escenario, miles de personas comprensiblemente afectadas circularon mensajes en francés: «Je suis Charlie» («Yo soy Charlie»), que hoy representan en el mundo occidental el último grito en defensa de la libertad de expresión.

Numerosos periódicos europeos reprodujeron en los días posteriores al ataque las caricaturas de Mahoma publicadas por la revista francesa, y sintieron sus consecuencias. El Hamburger Morgenpost, uno de los diarios alemanes que publicaron por solidaridad dibujos de Charlie Hebdo, fue atacado cuatro días después del atentado con un artefacto incendiario casero, aunque no se registraron víctimas.

Otros medios alternativos arremetieron contra Hebdo con titulares opuestos, como «Yo NO soy Charlie», a través de los cuales hacían responsable a la revista de «incitar» las agresiones, por las blasfemias y ofensas publicadas sobre la figura sagrada de Mahoma.

Aunque nada justifica la matanza, es reconocible que por ambas partes hubo intolerancia. Si bien para los caricaturistas franceses, en su ejercicio de la libertad de expresión, al no compartir los mismos códigos que los musulmanes, el hecho era insignificante: parte de una tradición satírica en la que «nada es sagrado» y, por lo tanto, «todo está permitido»; pues para los extremistas musulmanes la ofensa había que pagarla con sangre.

Recientemente, el presidente de Uruguay, José Mujica, consideró que están pasando «cosas horrorosas» en el mundo y que se ha visto un «rebrote del fanatismo religioso» contra el que Europa anda «como desesperada dando palos a ciegas», algo que a su juicio no termina «en otra» que dando «más fanatismo».

El mandatario afirmó que «hay que aprender a vivir con el mundo musulmán y este tendrá que aprender a convivir con el resto de la humanidad. En caso contrario, este mundo se hace inhabitable».

Y no es menos cierto que la violencia llama violencia. Posterior al ataque en París, supuestos miembros del grupo Estado Islámico publicaron en Internet un video en el que amenazaban con ejecutar a dos rehenes japoneses, si no recibían en las próximas 72 horas un rescate de 200 millones de dólares.  

Según información preliminar, uno de los secuestrados encabeza la compañía Independent Press, especializada en producir documentales y reportajes sobre acontecimientos en «puntos calientes» de Oriente Próximo y de África.

Esta cadena de acontecimientos revela un instinto autodestructivo de grupos que no perciben el valor de la paz. La pérdida de valores como el respeto a las diferencias marca la cultura de los pueblos y sus posteriores generaciones, que entonces crecerán con el odio al otro. 

Si despreciamos al otro por pensar de manera diferente, si echamos a nuestros hijos de su hogar por ser homosexuales, si matamos por diferencias ideológicas, raciales, étnicas, etcétera, ¿quiénes quedaremos al final? ¿Los iguales? Una idea parecida alimentó el fascismo del siglo pasado y todos sabemos de sus horrendas consecuencias.

La paz es la principal característica de una sociedad civilizada. Si pretendemos vivir en un planeta civilizado, debemos abogar por ella con más tolerancia y respeto, pues ya que vivimos en un mundo globalizado e interconectado, todos los pueblos y todos los credos son nuestros vecinos.

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