Pregoneros sin pregón (+ VIDEOS)

Pregoneros sin pregón (+ VIDEOS)
Fecha de publicación: 
9 Diciembre 2014
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En Cuba quedan pocos pregoneros. El pregón ha ido desapareciendo con el paso de los años y el advenimiento de nuevas formas de comercio minorista que han cambiado, en muchos casos, creatividad por vacíos alaridos.

¿Cantante o vendedora de maní?

Considerados música urbana o callejera, surgieron posiblemente como manifestaciones de las clases menos pudientes, que tenían que anunciar con su propia voz lo que vendían o el servicio que ofrecían para ganar clientes.

La originalidad de las frases y su musicalidad convencían a los interesados hasta en los más altos balcones, quienes preparaban sus bolsillos a medida que se acercaban las voces.

Sin embargo, hoy día, encontrar un pregonero que te levante del asiento es una rareza, y para los más jóvenes, una novedad. Los más atrevidos gritan de carretilla la lista de productos y a veces no se entiende lo que venden o compran, una lista interminable con escobas, haraganes, jarros, percheros, cubos, palitos, etcétera, que cuando vuelve a empezar ya está dos cuadras más abajo. Quizás exista un pregón que sintetice la muestra, o al menos la haga más interesante.

¿Y qué me dicen de los compradores ambulantes que recorren las calles en busca de productos tan disímiles como el oro, la plata, los refrigeradores Haier, las piezas de bicicleta, botellas, pomos de perfume, desodorante…? ¿Son estas voces los pregones del siglo XXI?

Lo más cercano a este siglo se escucha en las zonas turísticas, donde los productos se anuncian en varios idiomas con sus regionalismos. Por ejemplo, en la calle Mercaderes de la Habana Vieja, el maní se oferta también como cacahuetes y peanut, principalmente para los extranjeros, dejando al famoso Manisero en el olvido.

Antaño, las exclamaciones y cantos de los pregoneros aportaban a la atmósfera callejera un tono melodioso, oyéndoseles en cada mañana o noche su historia, con intervalos musicales.

Cuentan que durante la época de la colonia española, pregoneros llenaban la Plaza Vieja y el entorno de la Catedral habanera. Alegraban y facilitaban las labores domésticas al traer los productos que ofertaban hasta las puertas de las casas, e incluso algunos se hicieron legendarios por sus propios estilos.

Hay pregones que tienen un valor artístico innegable, y hasta cualidades literarias, incluso sin mencionar la música. En ellos se aprecia el melisma, técnica de cambiar la altura de una sílaba musical mientras es cantada, rasgo propio de los pregones de mangueros. También está la apoyatura que se observa al final de los pregones de maniseros, tamaleros y otros vendedores; es como un cierre cortante del pregón en que se rompen las primeras sílabas de una palabra.

El historiador Fernando Ortiz afirmó alguna vez que el pregón es el alma del cubano. Llegó a Cuba con la emigración franco-haitiana tras la Revolución de Haití, con un auge inusitado a finales del siglo XIX, ya que sorprendía y a veces molestaba a viajeros y residentes. Cuentan que hubo un gobernador español que prohibió el paso de los vendedores por las cercanías del Palacio de Gobierno, porque no lo dejaban dormir la mañana.

Muchos compositores de música popular o culta han tomado fragmentos de pregones, y han creado algunos universalmente conocidos como El Frutero, que compuso Ernesto Lecuona, aunque el más famoso de este tipo y grabado internacionalmente es Frutas del Caney, del gran compositor Félix B. Caignet.

Otro gran maestro, Eliseo Grenet, compuso Rica pulpa; El Viandero, de Ernesto Muñoz; El Botellero, de Gilberto Valdés; Se va el dulcerito, de Rosendo Ruiz Suárez, y El Dulcero, de Tomás Corman. ¿Y qué me dicen de El Manisero, de Moisés Simons? Sobre este último se han difundido varias versiones acerca de cómo su autor lo compuso. Según cuenta el trovador Sindo Garay, una noche se encontraba en un café que tenía el extraño nombre de El Autogiro, situado en la esquina de las calles Amistad y Barcelona; a su lado estaba Moisés Simons cuando hizo su aparición un gallego vendedor de maní que tenía fama por la exquisita calidad de su mercancía. Cuando se retiró, Simons en una servilleta dibujó las cinco líneas del pentagrama y allí mismo compuso la melodía del famoso pregón.

Más tarde le dio forma definitiva y se lo entregó a Rita Montaner, que lo estrenó y lo llevó al cine en la película cubana Romance del palmar.

Incluso uno de nuestros sones más importantes, que dio nombre a la modalidad que se conoce en el mundo por «salsa», era el son-pregón de Ignacio Piñeiro Échale salsita. Como tema para su canción, Piñeiro escogió la historia de «El Congo», quien en el pueblo Catalina de Güines vendía las mejores butifarras, de ahí que parte de la letra dice así: …«En este cantar profundo/ Lo que dice mi segundo/ No hay butifarra en el mundo, como la que hace el Congo/ Échale salsita, échale salsita…»

Un pregón muy singular tienen los afiladores de tijeras. Con su rudimentario equipo, mitad bicicleta, mitad carretilla, andan por nuestras calles con ese pequeño instrumento musical que los ha identificado desde siempre: el xilófono. Escuchar esa tenue melodía es sinónimo de que se acerca al barrio.

Sin dudas, los pregones son un capítulo importante del folclor cubano y expresión de la profunda riqueza poética y musical de nuestro pueblo.

Lástima grande y una gran pena es que esos pregones que inspiraron a generaciones de músicos constituyan una estampa del pasado… las estampas del presente no merecen ni un reguetón.

 

Hasta los estafadores «pregonan». ¿Para qué se necesitan pomos de perfume vacíos?

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