La Habana: La ciudad soñada

La Habana: La ciudad soñada
Fecha de publicación: 
16 Noviembre 2014
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Esta ciudad parece atrapada por su historia. Casi medio milenio, piedra sobre piedra. Recorrerla es seguir un itinerario de siglos: desde los grises caserones de la colonia, pasando por los palacetes y apartamentos de la república, hasta los edificios multifamiliares de la contemporaneidad.

Hubo —hay— una ciudad más volátil: la de las casuchas paupérrimas, moradas de pobre gente. Pero esa ha desaparecido o está por desaparecer. Es una ciudad que se suplanta, o que alcanza predios antes señoriales.

En antiguas residencias aristocráticas suelen vivir hoy muchas familias humildes. Es La Habana profunda, La Habana de los agudos extremos: pared con pared habitan profesionales con obreros con artistas con vagos con delincuentes con militares con jubilados… Entramado familiar variopinto, renuente a clasificaciones.

Hay otra Habana, claro. Hay muchas Habanas. Está la urbe limpia y sofisticada de la costa del oeste, erizada de hoteles y casas de apartamentos, con amplias avenidas y jardines cuidados.

Está el Vedado, cosmopolita y bullente, donde coexisten los altos edificios y las grandes casas de familia, donde el tráfico es intenso en algunas calles y en otras es la tranquilidad y la sombra.

Al este está la gran ciudad albergue: miles de apartamentos construidos después de la Revolución, feos y funcionales, impersonales en medio de una urbanización anárquica.

Y están las playas, y los demás repartos obreros, y el centro histórico reconstruido, y el centro histórico por reconstruir, y los lujosos repartos residenciales a los que hay que llegar en automóvil, y los complejos monumentales, y el gran parque metropolitano, y los grandes parques de la periferia, y el puerto, y las fábricas, y las fortalezas añosas, y los descampados, y los barrios de llega y pon…

Esta es una ciudad grande, multicolor, polirrítmica, contradictoria, desafiante…

Esta es una ciudad que se ama o se odia, que acoge o rechaza.

Esta es una de las ciudades más singulares del mundo, de las más famosas, de las más mentadas en libros y canciones.

Esta es una de las ciudades más hermosas. Hermosa, incluso, en su decadencia dolorosa, que algunos desde afuera asumen romántica, pero que desde dentro puede ser incluso trágica.

La línea de la costa es un gran espectáculo, marca de identidad. No ha cambiado demasiado en los últimos cincuenta años, hasta el punto de que todavía se puede fotografiar en las películas La Habana de hace medio siglo.

El Malecón es la antesala de la ciudad desde el mar. Lugar de encuentro, escenario de amores más o menos duraderos. Y también valladar, muro donde se rompen furiosamente las olas en medio del temporal.

Las calles del centro se alargan en perspectivas engañosas: sábanas en los balcones, edificios en ruinas y edificios remozados, automóviles antiguos.

Por la noche, no es una ciudad muy brillante. El alumbrado es deficiente, pocas fachadas están iluminadas. Pero al amanecer, entre las brumas, emerge un conjunto sobrecogedor, ecléctico en su concepción arquitectónica, pletórico de edificaciones patrimoniales.

Algunos sueñan una ciudad futura, una ciudad posible, que ahora mismo, por el imperio de las circunstancias, parece esquiva.

Habría que reconstruir demasiado. O mejor —es la dinámica de la vida— habría que destruir para construir de nuevo. El precio de mantener una fisonomía ha sido alto. O mantener una fisonomía ha sido el precio.

De cualquier forma, digan lo que digan los románticos, una ciudad es mucho más que sus edificios y sus monumentos. Una ciudad es, sobre todo, su gente.

La Habana palpita en las rutinas diarias de sus habitantes, que son los que la sostienen y también —triste paradoja— los que la hunden.

La Habana cumple 495 años. Es y no es la ciudad que quisimos. Será o no será la que deseamos. Frívolo sería decir que eso ha dependido, depende, dependerá solo de los que la vivieron, la vivimos, la vivirán; hay acontecimientos que nos trascienden.

Algo sí está claro. Para la poesía, la ciudad está salvada. Esta es ya una ciudad eterna.

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