La mejor plaza para el teatro cubano

La mejor plaza para el teatro cubano
Fecha de publicación: 
12 Octubre 2014
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Este sábado finalizó el XV Festival Nacional de Teatro de Camagüey, una de las más importantes citas de las artes escénicas en Cuba. Ha sido, sin duda, una buena edición. La ciudad acogió a importantes agrupaciones de todo el país, en una programación con un buen nivel, más allá de puntuales altibajos.

Es cierto que en anteriores convocatorias las muestras fueron más contundentes. Pero eso no es responsabilidad directa de los organizadores. Camagüey es la vitrina del mejor teatro que se está haciendo ahora mismo. La calidad de la muestra es, en sentido general, la calidad de lo mejor que se presentó durante el periodo entre festivales.

O sea, la curaduría del Festival, para decirlo con una palabra de moda, selecciona entre todo lo que subió a escena entre finales de 2012 y 2014. En periodos particularmente felices para las artes escénicas en Cuba, la muestra ha sido particularmente feliz. En años más deprimidos, hay una clara repercusión en lo que se selecciona.

Ahora que no hay competencia (y a juzgar por la opinión de muchos de los participantes, es una suerte que no la haya) la polémica está en la propia selección de los espectáculos que se presentan. El premio, dicen, es estar en Camagüey.

 

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Algunas agrupaciones y críticos no estuvieron conformes con la muestra escogida. Y puede ser, claro, que haya ausencias. La selección es un ejercicio de subjetividades. Pero en todo caso, las ausencias han sido puntuales. La gran mayoría de las puestas que acudieron a Camagüey merecieron estar allí.

En unas pocas uno puede llegar a preguntarse: ¿por qué esta y no esta otra? Pero reiteramos: el comité de selección hizo un buen trabajo. Sería bueno, si es que ya no existe, que se estructurara un mecanismo efectivo de apelaciones, que discutiera las demandas de agrupaciones y artistas que queden fuera.

El hecho de que algunas provincias no estuvieran representadas no tiene que ver con el capricho de ninguna comisión, sino con la ausencia de propuestas sólidas, a la altura de la convocatoria.

Porque si hay que preservar algo, es precisamente el rigor de la selección. No se trabaja, no se estrena para estar en un festival. Pero acudir al festival nacional tiene que seguir siendo un reconocimiento a la calidad. El público de Camagüey, que es uno de los mejores públicos de todo el país, uno de los más entusiastas, uno de los más entrenados, ese público merece disfrutar buenas puestas de teatro, los espectáculos que marquen hitos, los más convincentes.

El Festival, por supuesto, es mucho más que una programación en salas y plazas. Son particularmente importantes las sesiones teóricas, las presentaciones de libros, las exposiciones de artes visuales… El encuentro de la crítica fue este año muy constructivo, salieron a la luz importantes publicaciones, entre ellas una muy completa Memoria de la anterior edición.

Pero la fiesta mayor, por supuesto, es la de las presentaciones. Y da gusto ver los teatros repletos, escuchar las ovaciones cerradas con que se premian los desempeños. Y no solo en los teatros, porque el público que acude a las plazas, o encuentra los espectáculos callejeros a su paso, también se integra maravillosamente a las dinámicas escénicas.

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