Cuando «bailar es soñar con los pies»…

Mucho se ha escrito y dicho sobre la crisis de nuestras fiestas populares. Carentes tantas veces de identidad, los carnavales de Matanzas se refrescan hace varios años con las evoluciones en la calle de la Compañía Romero, el pueblo los espera, los elogia y los premia, claro, por el colorido, el ritmo, pero mucho por el sentido y los mensajes tan matanceros que siempre llevan.

Detrás de las coreografías atrevidas, diferentes, bien sincronizadas, comunicativas que han merecido consecutivamente el Gran Premio y el Premio del público está el talento de Maydelis Martínez, la China, una joven que, como tantas niñas, soñó con bailar y puso todo su empeño para hacerlo realidad.

El diálogo con la China nos recuerda la importancia que tiene el movimiento de aficionados, el papel de las Casas de Cultura, pues aunque nuestro sistema de educación artística es amplio y asequible, al mejor escribano se le va un borrón, y a los mejores especialistas, una bailarina…

―¿Cómo y cuándo comenzaste a bailar?

―Según me cuentan en la familia, desde que estaba en la barriga de mi mamá ya yo venía dando los brinquitos, pero bueno, me vinculé más rápido porque como mi mamá estaba sola conmigo siempre cargaba conmigo para todas las actividades y pienso que la visión, además de llevarlo en la sangre, como decimos los cubanos, me fue ilusionando ese mundo qu8e veía, me fue gustando, lo disfrutaba mucho desde chiquitica, participaba mucho en los propios grupos que tenía mi mamá, bailaba con los más grandes siendo yo una niñita y poco a poco ese aliento de saber lo que quería ya desde pequeña me llevó a sostener siempre la idea de que lo que me interesaba hacer era bailar.

―Sin embargo, tu formación es empírica. ¿Por qué no estudiaste en una escuela de arte?

―Yo entré a la escuela de arte, pero en guitarra, más bien empujadita por mamá que quería que la niña tuviera un título, una carrera. Desgraciadamente mis piernas y la forma de mi cuerpo me dificultaban cumplir los requisitos que piden las escuelas de arte, de hecho, me presenté a las pruebas de danza, quise hacer un cambio de carrera en la escuela de arte, hasta la última prueba llegué, pero mis características físicas igual me afectaron.

―Pero no te rendiste…

―No, yo seguí batallando, siempre estaba bailando, en las escuelas era la que montaba coreografías para todas las actividades, tanto en la primaria como en la secundaria. Ya en noveno grado insistí porque quería tener una formación, un título que me avalara y volví a presentarme en variedades, pero solo por el físico no me dejaron bailar y curiosamente, con el proyecto de mi mamá nos presentamos en una ocasión en Tropicana, bailé un número que tenía como solista y estaba allí la comisión de variedades evaluando alumnos que tenían de prácticas allí y dijeron: pero esa niña quién es, y por qué no la tenemos en la escuela, y por qué no se presentó, muy interesados quisieron hablar con mi mamá, pero yo ya había optado por la Escuela de Instructores de Arte y lo dije, entonces ellos desistieron porque no querían interferir en eso, pues se trataba de un programa priorizado…

―Y entonces, ¿cómo te formaste?

―Yo quería bailar, experimentar, y poco a poco fui buscando espacios y me fui haciendo en la calle, tuve muchos maestros, en la secundaria recibía clases con la profesora María Alejandra en la Casa de la Cultura, eso me ayudó mucho. Ya un poco mayorcita me incorporé en Danzas Corpus con Carret, fui fundadora de ese grupo de danza contemporánea acá en Matanzas. Yo digo que la China ha aprendido mucho de todos, porque he trabajado con muchos coreógrafos, he pasado por muchas etapas, y si tengo una línea hoy es porque he cogido un poquito de cada cual, las cosas que más me han interesado, así que les agradezco a todos.

Estando en Danzas Corpus también interactuaba con Alfonso Llorens y su dinámica, que mi mamá era la coreógrafa en aquel momento, luego me quedé fija, porque siempre quise experimentar y abrirme a todo, probarlo todo, el folclor, la danza contemporánea, el ballet, que no es mi fuerte por el tema de mis piernas, pero también lo he ejercido un poquito, y con Llorens llegué hasta a cantar y bueno… no me fue tan mal.

Luego me fui a trabajar en Varadero, pasé por varios hoteles y con la Compañía Danza Arena. El trabajo para el turismo me aportó bastante, porque tienes que montar un show internacional, uno latino, uno caribeño, uno campesino, o sea, te mueves en una gran variedad, y eso era lo que yo buscaba, bailar un poco de todo, aprender de todo… y trabajé con coreógrafos y bailarines muy buenos, pero sobre todo con el ímpetu de perfeccionarse, de entregar lo mejor, no simplemente bailar, cobrar tu dinero y ya.

―Después de una temporada bailando en Moscú regresaste, tuviste a tu pequeña Mía, pero incluso embarazada te mantuviste apoyando el Proyecto Corcel de Esperanza que coordina tu mamá. ¿Por qué una joven como tú, con muchas oportunidades y opciones dedica tiempo y energía a un proyecto sociocultural, a trabajar con niños…?

―Yo disfruto mucho enseñar, quizás no tenga la chispa o la paciencia para los más chiquiticos, pero también me he trabajado con ellos y me he puesto a saltar y a jugar. Pero más que todo hago esto porque yo de pequeña muchas veces quise tener alguien que me llevara de la mano, los maestros que tuve no aparecieron, yo los busqué por el interés que tenía en aprender y pienso que es importante y bueno que cuando alguien busque como yo lo hice, encuentre a una persona que esté decidida, que quiera enseñar, que los quiera guiar, que los ayude a ser mejores en todo.

Trabajar con Corcel me llena mucho, me gusta ver el fruto del trabajo que uno realiza en ellos, ver como se esfuerzan, como disfrutan y a pesar del tiempo y el trabajo, porque no es un grupo seleccionado, hay niños con más condiciones y vocación que otros, pero es tan rico ver el resultado, verlos incluso crear a ellos y eso me hace crecer a mí como profesional, como ser humano, aprendo mucho de ellos también…

―¿Ves danza? ¿Te parece importante conocer lo que otros hacen?

―Mucho, veo todo lo que puedo, de hecho no tanto como quisiera. Veo ballet, que es el principio de todo, pero tengo montones de discos de danza, de bailes de todo tipo, esa es mi carpeta de estudio y de trabajo. Eso me nutre y me ayuda mucho. Me gusta ver todo tipo de baile, todo lo que ponen de eso en el televisor, si tengo la oportunidad de ir al teatro, ver de todo lo que aparezca en materia de baile me llena, me abre las ideas, me amplía la visión, me llena de energías para crear…

―¿Cómo surgen tus coreografías?

―De muchas formas, yo a veces estoy acostada en mi cuarto y miro la pared y veo alguien bailando encima de la pared, o sea, me vienen las ideas constantemente, estoy sentada en la parada y me imagino un escenario, un niño sentado en un banco esperando la guagua y bailando, son cosas que me vienen espontáneamente…