A Fidel… por fundar

A Fidel… por fundar
Fecha de publicación: 
13 Agosto 2014
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Cómo dejar de escribirte Comandante. Cómo puedo pensar que llega un 13 de agosto y no me acerque a tu esencia, a tu estirpe, al ser humano increíblemente capaz de mover sentimientos, sueños, mundos, de construir futuro a cada segundo.

 

No te imagino ni por un instante lejano, menos aún en días como este. Prefiero sentirte padre, amigo, hombre, joven guerrillero y enérgico, niño travieso y aventurero que rompe muros, cruza fronteras, edifica historias y se equivoca, tropieza, llora, se levanta, se erige, sonríe y vuelve a reforzar valores, para todos, por todos.

 

A veces me molesta pensarte demasiado inmenso, y sé que lo eres, pero me propongo no verte como aquellos que te fabrican a su antojo, no quiero levantarte sobre estandartes de superficies que solo podrían hacerte frío, inerte.

 

Pasa un segundo entonces y te acerco de nuevo a lo que realmente eres: un hombre de carne y hueso que llegó a Birán, a Cuba, al mundo para decirnos que sí se podía creer en la esperanza, que valía la pena cada lucha y cada derrota, que los seres humanos somos más que nada constructores inexpertos de la vida, la que nos legaron y la que debemos forjar, defender todos los días con el mismo espíritu de dignidad y sacrificio que ella merece.

 

Por eso pensarte se torna fácil y difícil a la vez. Y me acerco a tus palabras, a tus consejos, a tu eterna vitalidad, a la forma infinita en que vienes cada día, nos hablas, nos aconsejas, nos cuentas anécdotas, reflexionas, denuncias y vuelves al humilde lugar de los que siempre están para enseñarnos y dar luz a nuestro camino.

 

En días como este, un beso, un apretón de mano, una palmada en la espalda o en la frente recibiría cualquiera de los niños o jóvenes que estuvieran cerca de ti, tal como siempre lo hiciste. Los más viejos, quizás sentiríamos el nerviosismo y la ansiedad por abrazarte muy fuerte, como se abraza a quien queremos dejar para siempre prendido de nuestro pecho.

 

No serían entonces suficientes las felicitaciones, los cantos, las bendiciones, los buenos deseos, las tortas gigantes, porque el cariño no se puede enmarcar en dimensiones, porque la fe no puede inculcarse con consignas, porque existir es más que dar la vida por lo que se cree, es como tú nos enseñaste: no sentirnos legítimamente orgulloso de lo que se recibe, sino de lo que se da, lo que somos capaces de crear y forjar en nosotros mismos y para los demás.

 

Te regalo entonces el respeto infinito de los que te acompañamos siempre, aún soñando tu morada en el sol. Hay quienes creen que es cosa de locos, pero seguimos contigo, porque también tú nos demostraste que un poco de locura está bien, y caminamos tras tus pasos, o mejor, a tu lado, para sentir que vale la pena fundar.

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