Fernando Pérez: palabras más allá de las paredes

Fernando Pérez: palabras más allá de las paredes
Fecha de publicación: 
23 Junio 2014
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Se trata de la octava película del cineasta, pero sin dudas la más intimista y desgarradora de toda su filmografía, pues posee disímiles elementos autobiográficos filtrados y permeados por la subjetividad de la escritora Zuzel Monné coguionista del filme.

Marcado por una sobrecogedora carga emotiva, la película, calificada por el director de Clandestinos y de Suite Habana como un drama humano, posee un guion visceral, duro y álgido capaz de conmover hasta al más reacio de los corazones. La historia deviene un manejo espectacular de emociones, en la cual el realizador pone en alto su experticia para entregar un genuino cine de autor.

Entre los desesperados gritos y los desgarradores episodios de una institución mental, transcurre gran parte de la trama. Fernando Pérez se adentró en el complejo mundo de los trastornos psiquiátricos mediante una exhaustiva investigación que le ayudó a corroborar lo que comparte con los espectadores en uno de los parlamentos enunciados: “que las cosas están al revés no significa que no haya orden”.

En una hora y cuarenta y cinco minutos de metraje, la película, rara avis en nuestra contemporaneidad visual, logra mantener su capacidad de conmoción y compenetración en todo momento. El amor y el instinto maternal, la comprensión, la resignación, la esperanza, funcionan como aristas inequívocas de la historia, que gira en torno de la disfuncionalidad de una familia de la Cuba de hoy provocada por la extraña enfermedad neurodegenerativa que padece de uno de sus miembros.

Luis, el protagonista, es un enfermo que no habla ni se mueve como quisiera, por lo que no se puede saber el alcance de su pensamiento. Ni siquiera su madre es capaz de dilucidar todos sus anhelos y penas, por lo que vive dudando cuánto de su incondicional amor ha calado en el hijo. Su padecimiento lo confina a una institución donde interactúa con personas con limitaciones similares y donde manifiesta, al igual que cualquier ser humano, su deseo de romper las barreras y liberarse de su prisión natural.

Metafórico, simbólico, hipertextual, doloroso y tierno resulta este largometraje donde Fernando regresa a los primeros y primerísimos planos que tanto le caracterizan como el poeta visual que ha demostrado ser. Regala una vez más inolvidables imágenes de su Habana, de la belleza intrínseca de sus ruinas, de la ciudad de sus sueños y pesadillas que se derrumba mientras caen las paredes y las palabras, siempre bañada de mar. Y otra vez el mar, esta ocasión el de Santa Fe, donde transcurre gran parte del filme que también se rodó en el hospital 27 de noviembre.

La pared de las palabras toca temas de la cotidianidad, critica la burocracia y a esos verdaderos locos que ponen paredes en vez de palabras bloqueando las aspiraciones y fantasías de los demás. Funciona como un análisis de la condición humana, como un llamado de atención; convida a la tolerancia, a la comunicación, a la aceptación, al respeto a la diversidad, a la libertad de expresión y a la unión familiar. Representa tanto el muro de contención como el tablero de las emociones de sujetos que, como Luis, no pueden expresar la riqueza de su mundo interior, por lo que durante la trama apreciamos otra dimensión, en la que “no hacen falta las palabras”.

Al decir del director, la cinta “trata de expresar ese arduo y escabroso camino, no sólo a través de Luis, sino de toda su familia y su entorno social. Porque, con frecuencia, somos los seres humanos clasificados como normales los más incapaces de entender palabras, señales, ondas, miradas que se pierden en la oscuridad de lo cotidiano”.

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En esta obra, Fernando se hizo acompañar de sus imprescindibles: Raúl Pérez Ureta en la dirección de fotografía y Yulia Yip en la edición. La música, una vez más, corrió a cargo de Edesio Alejandro. Confió el protagónico femenino a su querida Isabel Santos a la que impuso un nuevo reto: sumergirse en las profundidades marinas, como años atrás la hizo sobrevolar la ciudad en un globo en La vida es silbar.

Trabaja por primera vez con Jorge Perugorría, quien asumió el desafío de interpretar a un discapacitado que solo se expresa desde la afectación y dificultad gestual de sus movimientos. La familia disfuncional y sufrida, se completa con Verónica Lynn, la abuela, y Carlos Enrique Almirante, el hermano de Luis. Laura de la Uz da vida magistralmente a una de las enfermas de la institución, que mucho deja a la interpretación con sus parlamentos obsesivos sobre política. Mar de noche, una enigmática y seductora pieza de Yoan Capote, funciona como otro personaje de la película que “puede ser muchas cosas, pero depende de quién lo mire”, como puede ser este filme que para muchos será una pared y para otros, mucho más que palabras.

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