Fernando Signorini: Teoría oblicua del fútbol

Fernando Signorini: Teoría oblicua del fútbol
Fecha de publicación: 
11 Junio 2014
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Fernando Signorini es un sabio. Un sabio del fútbol. Un hombre capaz de hacerte entender lo que se mosquea en tus narices. Un tipo, canoso y oblongo, que desmenuza el fútbol como pocos, que te lo sirve en bandeja, sin máscara, cuando la gente sigue pensando (ilusos) que después del pitillo final de cada partido, solo hay un ganador y un vencido.

Toda su vida se le ha pasado distribuyendo las cargas físicas de los jugadores, reuniéndolos antes de cada encuentro con una deleitable charla. Su voz fue escuchada por Maradona en los mundiales de 1986 (cuando salieron campeones del mundo), 1990 y 1994, en 2010, Lionel Messi también recibió sus disposiciones antes de los encuentros que Argentina disputó en Sudáfrica.

“Un gramo de tejido cerebral pesa más que 80 kilos de músculo” sentencia Signorini, con la clarividencia excepcional que lo hace desmitificar el fútbol moderno. Una agudeza intelectual que lo llevó en 2006 a escribir la única apología que defendió el soberbio cabezazo que le propinara Zidane a Materazzi en la final mundialista y que lo hizo cargar con decenas de libros en el avión de la selección gaucha para formar una biblioteca en la concentración de Argentina en Sudáfrica.

Un filósofo futbolero que se ha aburrido de su propia pasión, que se ha cansado hasta el hartazgo de ver cómo el fútbol en su país se ha convertido en un reflejo de la sociedad. Y si el fútbol es un reflejo de la sociedad, él, un romántico empedernido, prefiere apartarse y salirse del juego, pedir cambio desde un costado de la cancha e irse a algún lugar, “donde los valores son innegociables y todavía vale la pena seguir haciendo esto, si no, no; la pasión se me apagó hace rato”.

Hay quienes afirman que el fútbol ha dejado de ser un deporte para convertirse en religión, que su notoria impronta trasciende la grama ¿A qué le atribuye esencialmente este fenómeno?

Indudablemente son muchas y muy variadas las razones por las que el fútbol ha pasado a ser uno de los principales entretenimientos de las masas globales. Entre ellas figura el hecho de que es una expresión lúdica nacida en las clases menos pudientes del planeta, las que por otra parte son abrumadora mayoría. El desarrollo de los medios de comunicación masivos y la posibilidad de que millones de personas puedan tener acceso a ellos, a partir de planes de financiamiento al alcance de la mayoría y el obvio interés de las empresas por llegar con la publicidad de sus productos a tan alto número de potenciales clientes, son poderosos argumentos como para que los directivos de las mismas decidan invertir fabulosas sumas de dinero en él, con la certeza de que los fantásticos dividendos obtenidos lo transformarán en un brillante negocio con bajísimos porcentajes de riesgo.

¿Entonces la expansión del fútbol pasa fundamentalmente por la meteórica propagación audiovisual que lo sostiene?

Advierto que en general hay una clara manipulación de la pasión a favor de los dueños del gran negocio y de los intereses de muchos gobiernos. Los primeros han hecho del fútbol una de las más provechosas industrias a escala global, los números con que cerraron las utilidades del mundial de Sudáfrica son realmente astronómicas, pero estoy convencido que solo una mísera parte de ellas se destinan a potenciar honestamente las necesidades de desarrollo del fútbol en los países que más lo necesitan. ¿Cuánto recibe Cuba anualmente de parte de la FIFA? Seguramente una suma ridícula.

El contenido cultural brilla por su ausencia. Tal vez mi opinión aparezca como muy escéptica al considerar que en todo caso el mal uso de la TV y sus vergonzosos contenidos, la transforman en un medio más ligado a la desculturización que a la transmisión de valores fundamentales para la vida en sociedad a través del fútbol. El espectáculo está plagado de mensajes nocivos para el consumidor. El clima siempre parece de máxima tensión, la terminología es llamativamente vulgar, todo se desarrolla en un clima de insoportable angustia, puños crispados y gestos desencajados son intencionadamente remarcados y repetidos para aumentar la carga de ansiedad y morbo suficientes.

Pero no se puede negar el ineludible encanto del fútbol, su rostro más romántico y la atrayente pasión que desata en el populacho.

Por supuesto que el fútbol nació como un hecho profundamente ligado a la cultura de las clases populares, no es menos cierto que su significado se ha visto tergiversado a partir de la irrupción de la política y los negocios. ¿Y la maravillosa posibilidad de ser felices a través del juego, dónde fue a parar? El incomparable orgullo de defender con honor la representatividad ha sido condenado al ostracismo por arcaico y demodé ¿Y los valores éticos indispensables para un desarrollo basado en el humanismo? ¡Bien gracias! Todo aquello que no es pasible de ser vendido, que no es capaz de generar divisas, no existe. Pobre deporte, pobre fútbol, pobres sueños.

¿Estas anomalías también se aprecian en el fútbol argentino?

En Argentina el fútbol se ha transformado en una manifestación socio-cultural de proporciones colosales. Un simple partido de fútbol es presentado como una heroica gesta en la que se pone en juego el orgullo de la representatividad de la tribu partidaria. Nadie está dispuesto a comprender ni perdonar un solo error, desde todos lados se exige a cualquier precio el más preciado de los fines sin reparar en los medios. Semejante deterioro en los modos y en las formas, ha influido decididamente en la calidad del juego hasta transformar la gran mayoría de los encuentros en un decadente muestrario de insoportable vulgaridad.

A este punto cabría afirmar que más que una expresión cultural, el fútbol se ha (lo han) transformado en una inequívoca muestra de la incultura que poco a poco se ha ido apoderando del comportamiento social. Violentos enfrentamientos entre barras, saqueos de negocios, incendios de automóviles, ataques con objetos contundentes a los micros de hinchas o jugadores rivales, detenidos, heridos, muertos. La estupidez humana no tiene límites. Y si no estás seguro, date una vuelta por Argentina y cambiarás de idea.

Ni por asomo Cuba se encuentra en la élite del fútbol, sin embargo, se ha destapado una gran afición que desborda las calles. ¿Cómo se explica esto?  

La cantidad de encuentros semanales que a través de la televisión llegan a las casas, obra como un poderoso estímulo para sumar día a día nuevos adeptos a este deporte. Afortunadamente la juventud cubana a través de sus postulados, ha desarrollado suficientes anticuerpos como para sumarse a las comparsas mediáticas que, en los países dominados por los miserables objetivos capitalistas, ha prostituido de manera alarmante los más altos valores del fútbol y del deporte en general. Creo que, de todos modos, tendrán que tener mucho cuidado en el control de la evolución que tenga, para poder resguardar el espectáculo de los peligrosos riesgos que la imitación de esas conductas pueda causar. César Luis Menotti suele repetir que “el fútbol es una maravillosas excusa para ser feliz”, yo adhiero agregando que: ¡Si no sirve para eso, no sirve para nada!

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