La frágil democracia tailandesa

La frágil democracia tailandesa
Fecha de publicación: 
7 Junio 2014
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Todo un entramado parecido a lo que practica el imperialismo contra gobiernos que considera molestos para sus intereses presenta la actual crisis política en Tailandia, donde los deseos de la monarquía son cumplidos al pie de la letra por aquellos que la sostienen.

No es especulación, porque desde hace rato se sabía que al anciano monarca no le gustaba la primera ministra, Yingluck Shinawatra, depuesta por el reciente golpe de Estado militar, ni su hermano Thaksin, víctima también de otro en el 2006 por las mismas figuras que hoy encabezan las fuerzas armadas.

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Rey Bhumibol Adulyadej

El aupamiento de las manifestaciones contra Yingluck en Bangkok y autoatentados con granadas culminaron el aspecto dramático de la situación creada por una oposición afín a las clases altas, que tomaron como pretexto inicial el intento de la expremier de aprobar un proyecto de ley de amnistía que favorecería supuestamente el regreso del autoexiliado Thaksin.

Aunque el borrador de ley fue rechazado por el Senado, estallaron las ya estudiadas protestas, todo un preámbulo al deseo de la suprema corte nacional para destituir a Yingluck, pero que no pudo lograr que tres anteriores decisiones para detener a líderes de los desmanes realizados por la oposición fueran cumplidas por las fuerzas policiales.

Era un pretexto para el golpe militar «salvador» de la paz, pero que hizo evidente que detrás de la máscara turística y monárquica que envuelve a Tailandia, nos encontramos ante una frágil democracia, un sistema donde los militares no se han privado de intervenir, donde la monarquía siempre sale victoriosa y la exclusión de los más desfavorecidos permite el mantenimiento de un status quo alejado de cualquier parámetro medianamente constitucional.

Para comprender cómo funcionan las cosas en Tailandia, hay que tener en cuenta que la división política va pareja a una creciente división territorial. Las tensiones regionales no son nuevas. Durante años, se ha buscado crear un modelo unitario en torno al sentimiento «tailandés» con Bangkok como centro, pero sin incorporar las diferencias y demandas de la periferia. De ahí que provincias meridionales, tradicionalmente abandonadas económicamente, con mayoría islámica, alberguen sentimientos separatistas.

Temor a las Camisas Rojas

Pese al solapado apoyo financiero y hasta en armas, los opositores a los Shinawatra no han logrado superar la resistencia de sus partidarios, agrupados en el movimiento de las Camisas Rojas, muy lejos de debilitarse ante la represión militar de hoy en día, porque se mantienen fuertes en organización y son cada vez más populares en las regiones rurales.

El temor monárquico-militar contra las Camisas Rojas no es en balde, porque cuando se constituyeron anteriormente en oposición, sus dirigentes evitaron una anarquía que facilitara la represión y consiguiente oposición.

Contra ellos se han utilizado métodos tales como el de las desapariciones y asesinatos dirigidos, al estilo de los que Israel realiza contra palestinos e iraníes, pero lograron subsistir, pese a lo que se ha considerado históricamente la represión más violenta contra una agrupación política, exceptuando la de Indonesia en 1965.

Una investigación preliminar sobre los hechos violentos contra las Camisas Rojas concluyó que las fuerzas especiales tailandesas, ubicadas en una elevada vía de tren, dispararon en aquel entonces contra las inmediaciones de un templo budista donde se habían refugiado varios miles de manifestantes.

El lugar había sido designado como una «zona segura» para mujeres, niños, ancianos y enfermos. Miles de personas huyeron hacia allí, cuando el Ejército usó la fuerza para dispersar a los manifestantes que ocupaban un distrito comercial cercano.

Esto no ocurrió contra las recientes manifestaciones opositoras de los denominados Camisas Amarrillas opositores a Yingluck, y si hubo alguna acción parecida fue, como dijimos, causada por autoatentados para hacer subir el termómetro de la situación.

No una simple pugna

Aunque los militares, apoyados por la monarquía, han tratado de echarle la culpa al ex primer ministro y líder opositor Thaksin Shinawatra, a quien derrocaron en el 2006, lo cierto es que la situación posterior al golpe de hace ocho años se agravó a consecuencia de la crisis económica mundial, las maniobras y conspiraciones golpistas que ellos mismos propugnaron, el paulatino resquebrajamiento de la unidad nacional y el agravamiento de la situación secesionista en el sur.

Al menos un millón de personas perdió su empleo en el 2010 a causa de la crisis económica global en Tailandia, la cifra más alta en más de una década.

Realmente, este era un mal originado en 1997 con la crisis financiera asiática, que dejó en el paro a 1,4 millones de tailandeses. El país tardó casi un lustro en recuperarse de los efectos de la salida de capital y la retirada de inversión extranjera.

Así se produjo la elección de Yingluck Shinawatra como primera ministra, quien antes de ser derrocada había reforzado las posturas que impulsan un cambio político y social y limado las asperezas con sus vecinos Vietnam y Cambodia.

En este sentido, su gobierno se acercó a China, mejoró sustancialmente las relaciones con Laos y elevó su prestigio en la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático. Como su hermano Thaksin, se ganó la enemistad de los poderosos círculos opositores, cuando dijo que tenía tres banderas de lucha: contra la corrupción, el tráfico de drogas y la miseria. Era demasiado para una monarquía anquilosada y la cúpula militar que la mantiene.

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Comentarios

Siempre la mano negra del poderoso imperio en cualquier oscuro lugar del mundo. Lo digo utilizando, en parte su propio vocabulario.

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