Matrimonio Blanco en la sala Adolfo Llauradó

Matrimonio Blanco en la sala Adolfo Llauradó
Fecha de publicación: 
25 Mayo 2014
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Imagen principal: 

En La Habana por estos días se respira un aire teatral, como si el malecón fuera un proscenio enorme y tanto fuera como en la oscuridad, anunciando el comienzo de la obra, fuéramos espectadores.

 

La puesta en escena en la Sala Adolfo Llauradó de la casona de Línea de Matrimonio blanco, del dramaturgo polaco Tadeusz Rozewicz, le regaló a los espectadores la posibilidad de reír y pensar en torno a varias cuestiones dignas de la reflexión desde la jocosidad de los cubanos.

 

Con una escenografía y vestuario a la altura de las actuaciones, la temática fundamental es la estigmatización sexual de la mujer en una sociedad donde no se cree que esta sea capaz de sentir y padecer de los mismos deseos de los hombres y donde son vistas como simples muñecas de porcelana, frías e insensibles.

 

La obra hace énfasis también en el tema de las personas de la tercera edad, desde una perspectiva bastante interesante, donde explica cómo quienes deben haber quedado solo para criar a los nietos o leer u otras cosas, todavía sienten y tienen deseos, como quinceañeros tardíos a los que no les pasan las ganas.

 

Está también el asunto de los matrimonios donde el deseo no media y se dispone de la mujer por complacencia de la sociedad. Las palabras que no deben ser dichas. La purificación de lo impuro y la Iglesia por un lado con las pancartas de la salvación, mientras los hombres que se proclaman salvos persiguen a las cocineras para satisfacer deseos que la mujer no es capaz de saciar.

 

El elenco está integrado por Yaité Ruiz, como Bianca; Olivia Santana como Paulina y la cocinera. Yordanka Ariosa como La madre; George Abreu en El padre; Manuel Reyes como Benjamín, el pretendiente de Bianca, y El abuelo, quien se disfraza de Santi Claus en sus facetas de «viejo verde» para buscar entre las nietas una manera de calmar el fuego; y el actor invitado de Teatro El Público Freddy Maragoto, genial actuación, que se trasviste en La tía.

 

Además de actuar, todos cantan y bailan desdoblándose de manera orgánica en la significación de un mundo que tiene vida a través de sus cuerpos. Utilizan desde las melodías más convencionales de los cánticos cristianos, hasta la música electrónica en coreografía con tranques y pasos de robot.

 

Juega con lo erótico, con el sexo, con la virilidad masculina y los deseos que también tienen las mujeres, rompe tabúes y a la vez los enaltece, y nos muestra cómo entre el placer y la simple obediencia, las mujeres simplemente cedían ante la idea de convertirse en un objeto para el hombre que la posee, como un mueble más, sin rebelarse ante la situación.

 

Resalta la idea de las mujeres deseando ser hombres, como si la condición femenina representara el final del mundo, deseando cambiar su suerte por los lujuriosos hombres que las persiguen demandando justamente lo que ellas creen que es impuro y por eso niegan.

 

El Teatro de La Luna, con adaptación y dirección de Raúl Martín, ofrece con esta obra una oportunidad al público capitalino de disfrutar de esta puesta, que demuestra que en Cuba se hace buen teatro.

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Comentarios

Estimada Rosa: Le hago llegar mi correo electrónico, para sí, esta entre sus posibilidades, me haga llegar la versión digital del libro de Carlos Manuel Álvarez, que ganó el Premio Calendario 2013: “La tarde de los sucesos definitivos”, sobre el cual, usted escribió un artículo en el mes de marzo. Le agradezco de antemano. yadira@onco.cmw.sld.cu

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