Ucrania: La importancia de detener al fascismo

Ucrania: La importancia de detener al fascismo
Fecha de publicación: 
12 Mayo 2014
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A pesar de declaraciones y celebraciones que recuerdan la victoria sobre el nazismo alemán hace 69 años, Estados Unidos y la Unión Europea remedan una política que alentó a Adolfo Hitler a lanzarse contra la Unión Soviética, con el fin de destruir al único Estado obrero y socialista del mundo.    

Mientras Rusia invalida jurídicamente cualquier acción que trate de revivir aquel cruel pasado y llama a dialogar pacíficamente sobre la situación que el complot imperialista ha creado en Ucrania, Occidente ha seguido implementando sanciones contra Moscú y estimulado a Kiev a aplicar una “operación antiterrorista” contra quienes se oponen de varias maneras al fraudulento régimen, no obstante lo cual no pudo impedir la adhesión de Crimea a Rusia y los movimientos independentistas del este del país que demandan por lo menos la federalización y no aceptan al régimen impuesto en la capital ucraniana.

La poca confiabilidad en el ejército ucraniano ha hecho que hordas neonazis que participaron en el golpe de Estado de febrero en Kiev sean nuevamente llamadas a ejercer la represión contra la mayoritaria población rusoparlante del oriente, lo cual tuvo como ejemplo sangriento el asesinato de más de un centenar de personas en Odessa, la mayor parte quemada en la sede de los sindicatos.

Y es que a pesar de las fuertes tensiones que existen en su seno, ese gobierno está aplicando a toda máquina una política claramente fascista, ante, subrayo, la indiferencia y complicidad de la Unión Europea y Estados Unidos con esos elementos, que desde la época de la Alemania hitleriana se les conoce bajo el apelativo de la “peste parda”,  por el color de sus uniformes.

La inteligencia del Imperio ha seguido promoviendo y armando al régimen surgido luego de la traición occidental a los acuerdos con el anterior gobierno y la oposición en Ginebra, mientras entona hipócritamente un tono paternal y conciliador y desata una furiosa propaganda para echar la culpa de todos los problemas a Rusia.

No es fácil vaticinar qué pasará con la situación creada en ese Estado, surgido como resultado de la disolución de la Unión Soviética, y la política que Occidente está imponiendo en la región. Desde ambos lados del Atlántico se lanzan declaraciones de respaldo al “gobierno legítimo de Ucrania” que ha quedado bajo el control de la pandilla de nacionalistas extremistas radicales que lo llevó al poder, a pesar de que sólo representa a una pequeñísima minoría de la población ucraniana.

FIRMEZA, ESA ES LA  CUESTIÓN

Y si la Rusia de hoy actúa firme y no se deja intimidar ni avasallar ante las amenazas de Occidente y sus sanciones, es porque está muy claro el importante papel que los grupos nazis desempeñaron en la organización del golpe de Estado perpetrado en febrero último en Kiev.    
                                                                                                                       
El grupo que más se menciona es el llamado Sector Derecho, cuyos miembros no se esconden para exhibir sus emblemas neonazis (la cruz celta y una versión camuflada de la cruz gamada (o esvástica). Se presentan como continuadores de las formaciones de la Liga de los Nacionalistas Ucranianos de Stepan Bandera, del Ejército Insurgente Ucraniano y de la División Galizische (Galitzia) de las Waffen SS, a las que rinden culto públicamente.

El partido Svoboda (Libertad) es la vitrina política del movimiento neonazi ucraniano. Ha obtenido casi la mitad de las carteras distribuidas en Kiev por el “gobierno provisional”. Su jefe, Oleg Tiagnibok, es uno de los miembros de la triada considerada como “el estado mayor de Euromaidan”. En las más recientes elecciones obtuvo más de dos millones y medio de votos. Según los resultados obtenidos en la parte occidental de Ucrania, ya dispone en esa región de una base electoral significativa.

Los partidarios de Tiagnibok tienen intenciones de agregar al pasaporte ucraniano una mención obligatoria sobre la procedencia “nacional” destinada a facilitar la identificación de los judíos y los moscovitas.

También quieren extender a todos, exceptuando a los enfermos mentales, el derecho a la posesión de armas de fuego y agregar a la Constitución ucraniana una cláusula en virtud de la cual el gobierno en ejercicio sería el continuador del Estado ucraniano creado el 30 de junio de 1941, cuya proclamación oficial precisaba: “El nuevo poder ucraniano trabajará en estrecha colaboración con el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, que se esfuerza por instaurar un nuevo orden en Europa y ayuda a la nación ucraniana a deshacerse de los moscovitas que ocupan el país”.

Estas son cuestiones que valen la pena recordar una y otra vez, así como la valoración de qué pasaría si no surge una oposición al  aspecto del programa de Svoboda de devolver a Ucrania el estatus de potencia nuclear, cuestión que hoy pasa por la sangrienta represión al variado movimiento antigubernamental.

    
  

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