Ricardo Darín: "Lo importante no es la fama. Es elegir el camino"

Desde que la comedia policial Nueve reinas, del fallecido Fabián Bielinsky, lo reposicionara como actor a principios del segundo milenio, su nombre es sinónimo de éxito.

¿Por qué cree que la fama se convirtió en un objetivo?
El reconocimiento no tiene nada que ver con ser famoso. Lo importante es qué te dicta tu corazón, cuál es el camino que te gustaría seguir, aunque te equivoques. Creo muchísimo en que se aprende de las equivocaciones. Y es bueno saber que cometer un error no es el fin.

¿Alguna vez pensó en dar clases de teatro?
No, yo no puedo dar clases de nada. Creo que encontraría una forma de hacerlo, a mi manera, pero también creo que hace falta mucha paciencia. Cuando uno está mostrando un camino, enseña distintas posibilidades de vida y eso ya se parece mucho a ser un maestro. No puedo ser un maestro. Pero para suplir esa inhibición, no paro de decir lo que siento.

¿Le pesa no ser anónimo?
En Buenos Aires camino por la calle en chancletas. Voy hablando con todo el mundo, ellos me conocen y yo trato de conocerlos y se establece un acuerdo mutuo. Si vas por la calle rodeado de guardaespaldas convencido de que sos un ser importante que no puede caminar solo, bueno ok, atente a las consecuencias. Ahora si vos creés que podés caminar por la calle tranquilamente eso también se lee y la dinámica es distinta. No se te vienen encima, es más un «hola, hola, qué tal». 

¿Siempre tiene buenas experiencias con los admiradores?
Nunca falta el boludo que rompe la norma. También me han puteado, he vivido todo tipo de experiencias. Pero depende de cómo te lleves con los demás. Es como cuando te dicen que hay lugares a los que no te conviene ir y vos vas, conectás con la gente y no te pasa nada.

Siempre habla bien de Fabián Bielinsky. Este año se estrena Relatos salvajes, de Damián Szifrón, en la que usted actúa. Los dos directores tienen en común haber tenido una visión muy original del cine. ¿Encuentra un paralelismo entre ambos?
Cómo no hablar bien de Bielinsky, si era un crack... Lo que ocurrió con Fabián es que nos hicimos amigos mientras trabajamos juntos. Con Damián no, pero nos divertimos. Aprendí de él y lo vi apasionado con lo que estaba haciendo. Para mí, eso es fundamental. Creo que lo que tienen en común, si hay algo, es la pasión por lo que hacen. Son esos tipos que no hacen nada de taquito, que no están dando cátedra de nada, que están enfocados en el trabajo y son fieles hasta las últimas consecuencias con las imágenes que tenían en la cabeza cuando pensaron su proyecto. Eso para mí es lo más.

¿Hay otro director con el que haya llegado a tener ese grado de amistad?
Es difícil, porque lo que pasó con Fabián fue único. Con El aura estuvimos encerrados en un estudio craneando esa historia. Participé de ese proceso creativo y yo me volví loco. Nunca había estado involucrado en una película desde ese lugar. Con Juan José Campanella trabajamos muchísimo juntos y nos entendemos de una manera increíble. Es como cuando jugás al tenis, si te encontrás con alguien que te devuelve la pelota bien, jugás mejor. Encontrarte con tipos que saben jugar para mí es como una beca. 

Películas como El secreto de sus ojos o Betibú han sido éxitos en su país. ¿Cree que hay algo de la forma de ser del porteño que se lleva bien con el tema policial?
Entre los ingredientes del policial noir hay ciertos rasgos, intenciones, manejo de pausas, de silencios. Hay algo del porteñismo -aunque yo no me considero muy porteño- que colabora con esos ingredientes.