Lluvias y nieve frenan intensa sequía en California

Una poderosa tormenta procedente del océano Pacífico arrojó hoy abundante lluvia y nieve sobre gran parte del estado norteamericano de California, golpeado desde hace meses por una intensa sequía.

Comunidades que semanas atrás afrontaban el peligro de varios incendios forestales por la sequedad, ahora se ven amenazadas por deslaves de lodo y escombros, subrayó el diario californiano La Opinión.

Desde ayer se emiten órdenes de desalojo obligatorio a residentes de aproximadamente un millar de viviendas en las ciudades de Glendora y Azusa, las cuales se encuentran al pie de montañas en el este de Los Ángeles.

El temporal provocó varios accidentes en carreteras resbalosas o inundadas en todo el sur de California y, como precaución, fue cerrado un tramo de 16 kilómetros de la Autopista Costa del Pacífico, ante la posibilidad de desprendimiento de rocas.

En Los Ángeles, la acumulación de agua obligó a la policía a cerrar varios viaductos, destacó la fuente.

También este viernes llovía con fuerza en los condados de la costa central, en la región de la bahía de San Francisco y en el Valle Central, mientras que fueron emitidas alertas por los posibles efectos de una tormenta invernal en la Sierra Nevada por la posibilidad de fuertes nevadas, añadió.

Con una producción agrícola valorada en 44 mil 600 millones de dólares anuales, el llamado Estado Dorado genera la mitad de las frutas y verduras de la nación, pero este es el tercer año de la sequía más grave y prolongada de la que se tenga registro.

Según el departamento de Recursos Hidráulicos, las lluvias en 2013 fueron solo el 25 por ciento de los registrados tradicionales, unos 180 milímetros que representaron la cifra más baja desde 1895, en medio de advertencias de que las condiciones áridas podrían continuar durante todo este año.

El 17 de enero, el gobernador Jerry Brown declaró la situación de emergencia por la sequía, a fin de acceder a fondos federales e intentar contrarrestar la falta de precipitaciones, que aumentó el riesgo de incendios forestales en la etapa veraniega y agotó las reservas del vital líquido.