Manipulación de imágenes y guerra psicológica en Venezuela
especiales
A tres recursos corresponde el grado de eficacia: 1) la ignorancia de un público cautivo que dé por sentado la veracidad inmediata de las fuentes y de la imagen en sí, 2) la condición “efímera” de la circulación informativa en especial en redes sociales: su golpe es inmediato y se esfuerza por no dar lugar a ninguna capacidad reflexiva o de contraste que cuestione a una imagen en particular, 3) la sumisión a una lógica del espectáculo que de la misma forma que intoxica por la vía de las redes lo hace a través del resto de la plataforma mediática (prensa, televisión) que suprima todo contexto a una fotografía o video en particular.
A ello se debe que la eficacia inmediatista de imponer una sola narrativa interesada y excluyente a los acontecimientos que vienen desarrollándose en la Venezuela Bolivariana haya sido relativa: Lo que en el argot del mercadeo informativo llaman “consumidor de noticias” venezolano cuenta con una experiencia acumulada y científicamente certificada.
Es consustancial a los nuevos tiempos que un sector respetable de la población no caiga a la primera en estos asedios inmediatos y logre procesar y cuestionar lo que algunos pretenden vender como “información”. Quince años de experiencia lo certifican.
Pero así como aquí existen herramientas y capacidad para desmantelar esta clase de agresiones psicológicas, una suerte de cayapa [gregarismo] mediática –por encima de la habitual-, de ninguna manera se puede afirmar que el efecto se está contrarrestando a lo externo, desde la percepción internacional.
El acuerdo mutuo y medio implícito de los medios de comunicación internacionales sumados a la agenda golpista, mantienen la tensión para elaborar la imagen de una Venezuela repotenciadamente caotizada, retratando en términos simples y elementales el conflicto en desarrollo (el gobierno totalitario y despótico contra la pureza estudiantil), mientras ocultan olímpicamente los factores silenciosos que se mueven actualmente a la sombra y al servicio de los intereses de siempre.
Este relato impuesto lo nutre centralmente esa clase de falsificaciones, la agresión simbólica y psicológica, la supuesta opulencia informática que en su velocidad y cantidad de producción genera aturdimiento, porque el signo de estos conflictos es que así haya en apariencia demasiada información no se tiene nada claro.
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