La mujer cubana: del reggaetón al timbiriche
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El estado cubano ha impulsado la consolidación de las bases económicas, jurídicas, culturales y sociales que garantizan la igualdad de derechos de hombres y mujeres, transformando la situación de discriminación existente antes de 1959, pero aún persisten patrones culturales machistas que dificultan el camino hacia la plena igualdad.
El 46 por ciento de los directivos en el sector estatal civil de la isla son mujeres. De igual forma, en el parlamento ocupan el 48 por ciento de los escaños. El 25 por ciento de los miembros del Consejo de Estado son mujeres. En las Asambleas Provinciales del Poder Popular son mayoría. En la educación superior, las mujeres representan más del 60 por ciento del total de estudiantes de ese nivel. A ello se añade que el 74 por ciento de las mujeres ocupadas en la economía tienen escolaridad media superior o superior, en comparación con el 55 por ciento de los hombres ocupados.
¿Pero qué por ciento ocupan en los timbiriches? ¿Cuántas son dueñas de timbiriches? ¿Cuál es el lugar que la sociedad machista le destina en el pequeño negocio privado?
Para nadie es un secreto que el reggaetón que se produce, se comercializa, se promueve, y lo que es peor, se consume en grandes cantidades en Cuba, lleva consigo una gran carga discriminatoria y vejatoria de las mujeres, podríamos dedicar un artículo a este tema y cómo el enemigo lo utiliza en su afán de destruir a la Revolución cubana trabajando sobre la autoestima de sus jóvenes mujeres y promoviendo patrones culturales ajenos a la realidad que construimos.
Digo el reggaetón que se produce y comercializa porque hay grupos que intentan, aprovechando la riqueza de la música cubana, hacer algo diferente, pero a esos les espera el largo silencio de nuestros medios masivos de comunicación.
Si ellos, el enemigo, lograra que esas niñas y adolescentes que hoy se forman en nuestras escuelas, crean que el sentido y futuro ideal de la mujer cubana es buscar a un hombre rico que las mantenga y pasar la vida sentadas en la casa viendo telenovelas. ¿Qué pasaría? ¿Si se creen el cuento de la Cenicienta? Incluso, he tenido la posibilidad de reflexionar sobre este tema con varios colectivos de jóvenes, en el supuesto caso de que, como por arte de magia, alguna que otra encontrara al príncipe azul, ¿qué destino sería ese?, depender económicamente de otro ser humano, metamorfosear de ente transformador de la sociedad en pasiva esclava a sueldo de su marido, convertida en sumisa consumidora de productos bastardeados, sentada en la casa, pariendo hijos, sin historia, sin aspiraciones, analfabeta y subalterna muñeca de trabajo para el hogar. Terrible escenario del final de una Revolución, que no sería nada sin el corazón, la inteligencia y la entrega de sus mujeres.
A ritmo de reggaetón demos un recorrido por nuestros timbiriches, la mayor parte de los empleados son mujeres, se les exige buena presencia, educación, gestión de venta, al pié del mostrador, puesto de frita, expendio de bebidas, tenderetes y otros, permanecen largas horas, sería interesante preguntar cuántas mujeres son dueñas de esos pequeños negocios privados en Cuba.
Lo cierto es que hoy les toca jugar con la más fea, los peores puestos, los menos remunerados, los más duros, les ha tocado a ellas. Su belleza es un elemento importante en la gestión de venta, por eso las prefieren, digamos un ok a esa respuesta, pero entonces, ¿por qué horneras en las pizzerías, soportando un calor tremendo, sin las más mínimas condiciones laborales? ¿Por qué en los tenderetes de ropa a pleno sol? ¿Por qué las labores de limpieza y fregado? ¿Por qué les pagan menos que a los hombres?
No tengo la visión completa del país, pero preguntando y averiguando, hurgando y llamando a la reflexión sobre estos asuntos, sale a relucir esa fea verdad, les pagan menos algunos aprendices de capitalistas, para ellos, con visión certera de esa sociedad explotadora, donde la mujer cubanas era menos que nada, imitando patrones ajenos a nuestra realidad, sueñan con enriquecerse explotando a sus trabajadores y sobre todo a sus trabajadoras.
Pongamos nuestra atención esmerada sobre estos asuntos, no se nos convierta el país en un maloliente timbiriche, en historia para el texto de nuestros peores reggaetones, en lugar del próspero lugar donde cubanos y cubanas disfrutemos en justicia, libertad e igualdad el fruto de nuestro trabajo.
Los cambios en el modelo económico cubano, su actualización, tan necesaria y esperada por muchos, no puede convertirse en un salto al abismo, un paso atrás a aquella época en que Cuba era prostíbulo yanqui, casino de juego de la Mafia y poltrona de asesinos con grados de general y títulos de doctores.
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