ESTRENOS DE CINE: Hara-Kiri: La muerte de un samurái

ESTRENOS DE CINE: Hara-Kiri: La muerte de un samurái
Fecha de publicación: 
23 Octubre 2013
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El polémico TakashiMiike llega a nuestros cines con una película en la que no despliega su imaginación para perversiones sexuales, pero que sí nos deja ver un poco de esa poética de la violencia explícita que lo ha convertido en un director de culto.

Está muy bárbaro eso que está haciendo el ICAIC de barajar las películas de Hollywood —que siempre nos tocaban en el Yara y otros cines dirigidos a un público más amplio— con filmes de diferentes nacionalidades que se insertan en el cada vez más variopinto gusto del espectador contemporáneo. Corea del Sur, la India, y en este caso Japón, desde siempre, pero ahora que existe internet más, han llamado la atención del gran público occidental.

Y entre todos los directores japoneses que están marcando el presente, TakashiMiike es uno de los que más periódicos llena. No solo porque él solito ha hecho anualmente más largometrajes de los que un país como Cuba ha estrenado en ocasiones —en 2002, por ejemplo, sacó unas 15—, sino porque ha forzado la censura cinematográfica hasta su mismísimo límite. Al realizar cine de bajo presupuesto (sobre todo en los 90, cuando comenzaba) en video, las autoridades tenían menos control de la distribución y el consumo.

Miike se volvió mundialmente famoso con Audition (1999), donde hace gala de todo su arte para la tortura visual, el sadomasoquismo y donde también revela cierta aura de melodrama y pacatería que tienen sus historias. De ahí en lo adelante, sus extensa filmografía corre de mano en mano en ciertos espacios cinéfilos como cine de culto.

En Hara-Kiri: La muerte de un samurái, que es a fin de cuentas la película que nos atañe, TakashiMiike complace un poco menos a sus más fieles. En esta versión de la emblemática cinta de MasakiKobayashi, hay más lágrimas que sangre, pero las escenas de esto último son escarmenadoras. Si alguna señora de estómago débil se porta por el Yara, se quedará bastante impresionada con los intentos de suicido que realiza desde el mismo comienzo uno de los personajes. Se clava en el hígado un pedazo de madera, una y otra vez, hasta que la situación se nos vuelve a todos bastante poco soportable.

Pero lo dicho, las lágrimas pesan más. Bajo el amago de algunas escenas de artes marciales, se nos cuenta los esfuerzos de un hombre por sobrevivir acorde con las exigencias de su casta. Se describe la vida de las clases menos favorecidas en el Japón del siglo XVII y de paso Miike se ocupa de demoler uno de los pilares que sostiene la cultura nipona: el honor, haciendo caer con él todo lo que de superfluo tienen algunos rituales. Por supuesto, en ese punto su mirada se dirige al hoy.

El exceso melodramático de la cinta quizás no agrade mucho a ciertos espectadores occidentales. Sin embargo, todo lo compensa la construcción de personaje Tsugumuno Hanshiro, a contrapelo de todo lo que solemos asociar con un japonés, desdeñoso con las formalidades, y la forma en que lo encarna el actor Ichikawa Ebizo XI, que proviene de una renombrada dinastía actoral. La catarsis final de ese personaje y la manera en que Ichikawa la conduce quedan como una de las escenas memorables del filme.

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