Lo que queremos Robertico Carcasés y yo

Lo que queremos Robertico Carcasés y yo
Fecha de publicación: 
17 Septiembre 2013
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Es útil querer porque impulsa, alienta, motiva… Sin embargo, mis amigos, no todos los deseos que le pidieron al genio de la lámpara en el viejo cuento de Aladino fueron posibles o saludables y querer devolvió a Masicas a la miseria en El Camarón encantado de nuestra  entrañable Edad de Oro.

Es complejo, entonces, querer,  y además, decir lo que se quiere. Es que decir siempre es complejo porque hablar así, sin pensar, a puro impulso, decir fuera de lugar o de tono un deseo, lo invalida, o, cuando menos, ridiculiza al que lo dice, lo minimiza, lo empequeñece de tal modo que no se ve su gloria ni su virtud, solo la mezquindad de pedir sin escrúpulos y el escaso sentido común.

Recientemente los cubanos construimos un espacio para expresar, todos juntos y a voz en cuello, algo que llevamos 15 años queriendo: la liberación de cinco compatriotas que permanecen encarcelados sin motivo en los Estados Unidos, a merced de una venganza y de un odio obsoletos, cinco seres humanos que han envejecido con la prisa de la nostalgia de sus casas, de sus familias, de sus vidas, con la dureza de la cárcel, con la estrechez de las mazmorras, con el tiempo que nadie les puede devolver.

En la Tribuna antiimperialista, en la Plaza de las banderas, mirando de frente a los carceleros de sus hijos, de sus hermanos, de sus esposos, de sus padres, los familiares de los Cinco Héroes cubanos fueron a reclamar que los liberen ya. Y todos éramos ese día familiares, un pueblo inmenso como el mar que siempre le sirve de testigo ató cintas amarillas por todos lados, envolvió en cintas amarillas la fe y la rabia y se fue a cantar por los Cinco.

Hasta allí nos convidó René González, el amigo, el hermano que lleva rejas en los ojos, que mira como si no estuviera realmente en su islita, como si no llevara de la mano a su esposa, como si no pudiera creerlo ¡lo quiso tanto! René miraba aquella noche como si no pudiera permitirse el lujo de la libertad mientras sus cuatro compañeros de lucha, esos cuatro trozos de sí mismo, no estén aquí, con la familia gigante que es Cuba para ellos y con la más pequeña que tanto los echa de menos, esa familias de valientes que miraban de frente a la Oficina de Intereses y sabiendo que desde allí se tejen las patrañas que mantienen presos a Gerardo, Antonio, Fernando y Ramón, no lloraban, tenían el coraje de cantar y sonreír a pesar de todo.

Cuba quiso cantar tan alto que no pudieran silenciarla y, con ella, los que nunca faltan: Silvio, Amaury, Frank Fernández, Dany Rivera  y otros más jóvenes, cada uno en su estilo, con sus palabras, con sus ritmos, el respeto a la diferencia, a la libertad creativa, al derecho del arte de expresarse con soltura hicieron fiesta esa noche por un mismo deseo: que regresen los cinco.

Me pregunto si era posible desear otra cosa viendo a las madres permanecer en la Tribuna a contracorriente de la edad, la hora, el ruido, todo por un deseo, al menos yo, solo podía querer el hijo de Adriana, si me hubieran prestado la lámpara ese día, lo confieso, antes que cualquier cosa habría pedido eso: el hijo de Adriana y Gerardo, luego los abrazos de todos con todos y un día entero en casa, con la rutina más rutinaria y hogareña posible para esas familias que han crecido a la par de los Cinco.

Cada cual puede querer lo que quiera y después de la actuación de Robertico Carcassés e Interactivo en el concierto de este 12 de septiembre no ha faltado quien defienda ese derecho hasta con absurdos para justificar al excelente músico. A mí, por favor, me apuntan entre los que defienden la libertad y por lo mismo, entre los que no entienden que Robertico violentara de tal modo el derecho de miles, de millones de compatriotas reunidos física o espiritualmente ese día con un propósito común y único: los que llevamos sinceramente las cintas amarillas, los que atamos más de cien en el alma, solo “queríamos querer” una cosa, una cosa tan simple que mi hija de cuatro años la explica con fluidez: que los Cinco lleguen a sus casitas.

René González estuvo quince años preso por nada, lo despidió una bebé de cuatro meses y a la vuelta lo abrazó una espigada quinceañera, sus hermanos, nuestros hermanos, permanecen presos por que eligieron “la necedad” de protegernos al costo de sacrificar casi todo lo que quieren. René nos invitó, nos pidió un mensaje de cintas amarillas, quisimos darles, además, muchas canciones y compartir un deseo, así que, como la ingenuidad a partir de los 15 es un defecto y decía mi abuela que de buenas intenciones esta hecho el camino del infierno, no me haré eco de las malintencionadas peticiones de Robertico Carcassés, solo reiteraré lo que ambos queremos: ¡que liberen a los Cinco ya!

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