Cuando se cae con las botas puestas

Confieso que para nada me gusta llover sobre mojado, repasar sucesos anteriores, mucho menos si se trata de un Mundial de Atletismo que ha tenido a muchos padeciendo insomnio, en franca batalla con Morfeo, pero las derrotas tienen su dimensión, y a la comitiva atlética cubana presente hasta ahora en el estadio Luzhniki de Moscú, la bolsa de los fracasos se le va llenando, y desequilibra con respecto a las alegrías, los triunfos.

Ayer la vida me puso un duro examen en el plano de las emociones, crucé los dedos cuando el ucraniano de casi 24 años, Bohdan Bondarenko, capaz de quebrar la plusmarca para certámenes del orbe en poder de Javier Sotomayor desde Stuttgart 1993 y llevarla de 2.40 a 2.41 metros, pidió 2.46, un desafío a la gravedad y a la primacía absoluta del Soto. Hacia mis adentros me decía, que no lo consiga, que no lo consiga, y ese magnetismo hipnótico al parecer surtió efecto, pues “El príncipe de las alturas” aún se mantiene como el único recordista absoluto antillano.

De Bondarenko y el catarí Mutaz Essa Barshim (21 años y 2.38 plateados), destacar que al decir del propio Sotomayor, reúnen todas las condiciones físicas y técnicas para reafirmarse como los mejores del planeta en el presente ciclo y el que viene, incluso sin desearlo, señaló al ucraniano como el más peligroso si de derribar su primado se tratara.

Otro tanto hice en la definición de los 400 con vallas, con toda la fe depositada en otro registro de 47.93 o muy similar de Omar Cisneros. Y en buena medida se acercó, pues sus 48.12 clasifican como el tercer mejor crono de su carrera deportiva. Quiso el destino que el trinitario Jehue Gordon (47.69), el estadounidense Michael Tynsley (47.70) y el serbio Emir Bekric (48.05) realizaran cotas individuales para truncarle el sueño de una presea.  Sobre él pesa la vergüenza de no poder materializarlo, a pesar de que como me confesara, corrió con la vida.  Desde entonces no hemos vuelto a hablar, no he podido, como en otras ocasiones tener sus impresiones habituales de la carrera, algo que considero medianamente lógico, sobre todo si el fantasma de la derrota acecha con fuerza.

Si me preguntaran la clave de su ausencia en el podio diría que en el afán de neutralizar a rivales mucho más peligrosos, de la tallas del dominicano Félix Sánchez y el puertorriqueño Javier Culson, el agramontino de 23 abriles se descuidó del europeo, inmerso en la mejor competición de su vida, y cuando intentó reabrir las turbinas y rematar, ya la sentencia estaba dictada.

En ese plano de sensaciones encontradas, también estuvo el quinto puesto de la santiaguera Mabel Gay. Al menos creo que la decisión de llevarla fue acertada. Traía 14.32, y confieso que ninguna otra de nuestras actuales exponentes del triple salto femenino hubiera podido estirarse hasta los 14.45 que constataron sus pinchos. Aquí hay otros males, y la realidad de que el triple salto femenino no pasa por un buen momento es aplastante, de poseer a la titular y subtitular en Berlín 2009, avalados en los estirones de Yargelis Savigne (14.95) y la propia Mabel (14.61), a únicamente acceder a un quinto peldaño da la medida de lo tenso del panorama. Eso sumado a la determinación de Savigne de solicitar su baja y los reiterados problemas de lesiones del resto de las muchachas.

Handicaps aparte, lo cierto es que Mabel no contaba con la potencia para ubicarse entre las tres grandes de la prueba, condición reservada esta vez para la fortísima colombiana Catherine Ibargüen (14.85), la rusa Ekaterina Koneva (14.81) y la ucraniana Olha Saladuha (14.65).

Ciertamente derrotas, esas que han acompañado la andadura de Cuba en esta lid mundialista, al punto de aparecer relegados al puesto 27 del medallero gracias a los dos bronces de la discóbola Yarelis Barrios (64.96) y la pertiguista Yarisley Silva (4.82) y en el 14 en la de puntuación con 25 unidades. A pesar de los sinsabores, el reconocimiento para aquellos que han caído con las botas puestas.