Cuba: El humor, ¡ay!, el humor

Cuba: El humor, ¡ay!, el humor
Fecha de publicación: 
22 Julio 2013
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Alguna vez le pregunté a Enrique Núñez Rodríguez sobre cómo hacía críticas humorísticas  en la TV, sobre un sector específico sin buscarse problemas, y me contestó con un guiño: “En el primer capítulo de la serie sitúo la historia en el pasado”. Me quedé mirándolo asombrada por su artimaña y comprendí por qué se podía dar algunos lujos. No demasiados.

Algo similar hizo Ulises Toirac en su primera entrega de ¿Jura decir la verdad?: todo lo que cuenta sucedía tiempo atrás.

Esta ha sido una variante que han encontrado algunos realizadores y guionistas de programas humorísticos para que cada capítulo no se convierta en un torrente de llamadas hechas por los supuestos implicados.

Algunos ejemplos son válidos: En el ámbito de la UNEAC de los años 80, era muy conocida la anécdota de Bolondrón (familiar personaje del programa Detrás de la fachada), un mensajero eficiente pero medio enamoradizo y con algún conflicto —por supuesto—, que con su caracterización despertó las protestas de carteros e instituciones.

Por supuesto, este sentirse implicado en los programas de la televisión no vale solo para los de corte humorístico. En los dramatizados ocurre otro tanto: si una médica —como las hay en cualquier lugar del mundo— es irresponsable, inmediatamente se produce la reacción de ciertos sectores del gremio, que ven representadas a todas las profesionales de la salud. Esta situación hipotética se puede aplicar a un maestro, un cocinero, un policía, en fin cualquier profesión u oficio, con similar reacción.

Así sucede, desgraciadamente, con todo lo televisivo. Nunca olvidaré la ola de impugnaciones que recibió la primera historia de La cara oculta de la luna porque una adolescente contraía el SIDA. O cuando un constructor declarado bisexual también era infectado. En este último caso, protestó casi todo el mundo: una buena cantidad de padres y madres porque sus hijos estaban viendo una historia según ellos amoral; televidentes homofóbicos que no entienden el derecho de los gays a ser representados en la pequeña pantalla; algunos homosexuales que exigían un tratamiento más explícito de las relaciones homoeróticas y, de esa forma, en casi todos los grupos sociales de la sociedad, las cinco historias de la serie despertaron polémicas acerca de si era o no útil llevar a la pantalla un tema u otro.

Llama la atención que iguales asuntos tratados por series o telenovelas de distintas nacionalidades no despiertan iguales suspicacias. Es lógico hasta cierto punto, porque siempre al producto nacional se le exige mucho más que al extranjero.

 

Volviendo al humor. Es un género que ha sido y es siempre problemático. A un debate sobre este aspecto del ser humano se dedicó el último espacio Moviendo los caracoles desarrollado en la UNEAC, por la Asociación de medios audiovisuales y radio.

El programa Vivir del cuento —asistieron televidentes solo para ver a Pánfilo y Chequera, los dos personajes principales de la propuesta televisiva— fue el punto de partida para que un grande de lo cómico en Cuba, el actor, director y escritor Ulises Toirac realizara un interesante análisis de cómo el humor desde su surgimiento ha sido contestatario en diferentes niveles. Para este hombre alma de ¿Jura decir la verdad?, uno de los programas paradigmáticos de la última década, en cualquier televisión pública existe una raya roja que no se puede sobrepasar, el problema aparece en función de quién “mueve” esa raya, mientras que para algunos ejecutivos se puede “correr” hasta un punto de crítica, en otros decisores de la política editorial lo admisible es mucho menos.

Toirac se preguntó si los programas que hace 20 o 30 años satisfacían al público, ahora lo harían partiendo de los cambios de la sociedad cubana. Para él, igual que hay un reguetón en la música —con lógicas excepciones— que se mueve por un lenguaje soez, utiliza palabras obscenas —las mismas que se oyen en la calle— y tienen un ritmo repetitivo, que no aporta nada al ser humano, hoy existe un reguetón en el humor que sigue esa misma tendencia y fructifica en centros nocturnos.

Para Ulises esto cambiará cuando mejoren las condiciones económicas en Cuba y a un actor cómico, con un programa de alta aceptación, se le pueda pagar lo que necesita para vivir sin que tenga que recurrir a otros trabajos con menos valores estéticos pero mucho mejor remunerados.

El reconocido humorista sustenta que espacios como Vivir del cuento y ¿Jura decir la verdad? son la excepción, no la norma, porque con las condiciones en las que se filma hoy en la televisión y lo poco que se paga, empezando por el escritor, es difícil que un colectivo se dedique a casi tiempo completo a un programa.

El periodista santiaguero Reinaldo Cedeño intervino para cuestionar la forma peyorativa con la que se trata a los orientales en los programas humorísticos, y puso por ejemplo al espacio Más mujeres, en el que fue común la burla a la forma de hablar y comportarse de los habitantes del este de Cuba.

La investigadora Nelia Casado, con 25 años de experiencia en el estudio de lo cómico en la mayor de las Antillas, expuso lo difícil que resulta realizar un programa humorístico que no despierte críticas, especialmente de funcionarios que se sienten aludidos. Acerca de Más mujeres, programa que asesoró y reconoce que tuvo  algunos problemas en la puesta, comentó que los chistes “contra los orientales” partían de mujeres que viven en esa parte del país que pudieron participar por los empeños de la humorista Alianes de la Cotera, Cuquita, la mora que logró, aunando esfuerzos de distintos organismos, realizar un casting por todo el país y alcanzar, por primera vez,  representación de todas las regiones.

En el encuentro no cesaron las alabanzas a Vivir del cuento, especialmente a Luis Silva con su personaje de Pánfilo que logra criticar sin que sus punzantes señalamientos hieran a los telespectadores. Ignacio Hernández (Nachi), el director del programa apunta que si bien sin Pánfilo formaba parte de otro proyecto, el actual tiene en Mario Sardiñas (Chequera) y Andy Vázquez (Facundo) a puntales decisivos a la hora de lograr la comicidad.

Otro humorista cubano, guionista hace un tiempo de Vivir del cuento, el también reconocido Baudilio Espinosa, afirmó hace un tiempo: “Creo que es inteligente el humor cuando paseas al televidente por situaciones agudas, donde no solo se ríe, sino que siente halagado su ingenio. Un humor no es más inteligente que otro, sino que hay una forma más inteligente de hacer humor”. Ese es el reto de la televisión cubana y tener los buenos programas que se puedan, no uno diario por satisfacer una demanda de encuesta pero que si se ofrece un mal producto la reacción será contraria a la intención de proponer un espacio para que la gente ría y piense.

Rolando Rodríguez, director de dramatizados en la Televisión Cubana explicó algunos de los proyectos en los que se trabaja y lo difícil que resulta en las condiciones actuales lograr buenos guiones, no solo para el humor.

Y me despido con Baudilio y su concepción: “El humor es expresión de la espiritualidad humana. Los animales no se ríen. El sentido del humor suele estar asociado a la inteligencia. El humor cumple todas las funciones del arte como forma de la conciencia social. No solo la de divertir, sino la de hacer catarsis, la de educar, la de identificar errores. La de pretender que uno viva mejor. No es cierto que el nuestro sea un país de humoristas. Al cubano le encanta la burla, el choteo. Pero no creo que tengamos un especial sentido del humor. Lo que ocurre es que somos capaces de reír con nuestra propia tragedia. Si no podemos extirpar la burocracia, pues nos reímos de los burócratas. Es un mecanismo de supervivencia muy laudable…”

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