Reconstruir el periodismo (II)

Reconstruir el periodismo (II)
Fecha de publicación: 
14 Julio 2013
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¿Hasta dónde se puede considerar válido el modelo de prensa desarrollado por la primera nación que en la historia se autoproclamó socialista, convertida luego en potencia mundial? ¿Qué vale la pena adaptar, o mejor, qué experiencias tomar de lo que fue el modelo de prensa de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)?

 

La URSS y su modelo de prensa

 

Con la Revolución Socialista de Octubre en 1917, Lenin abría la puerta a la construcción de una sociedad que se planteaba su reconstrucción y (re)nacimiento como nación a partir de la filosofía marxista. Sus aportes al pensamiento de Marx están dados por las condiciones de contingencia en la Rusia de aquellos años, y por el agotamiento a todos los niveles que había provocado la Primera Guerra Mundial (1914-1918).

 

Con anterioridad a la Revolución Socialista de Octubre, los bolcheviques utilizaban la prensa para lograr el triunfo. Posteriormente, se convirtió en un vehículo para la construcción y conservación de la nueva sociedad. Precisamente, fue otorgarle a los medios esta última función, uno de los aportes más notables de Lenin.

 

Las ideas del líder ruso sobre la prensa tendrían el sabor propio de la agitación y la necesidad de crear un instrumento para la lucha ideológica. Ya en 1912 había surgido Pravda (La Verdad), primer periódico bolchevique legal, y que luego se convertiría en el órgano oficial del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS).

 

En el contexto soviético, esta concepción de la prensa como vanguardia partidista tenía ventajas claras, entre las que se encuentra acelerar la transformación social al convertirse en un mecanismo eficaz de la construcción del consenso.

 

En 1924, dos años después de la creación de la URSS, muere Lenin y asume el poder Iósef Stalin. Comenzaba así un período caracterizado por el verticalismo y el culto a la personalidad. La prensa, la comunicación masiva, el arte y toda la cultura en general (entendida desde su acepción más amplia) se contaminarían por una anticrítica (esto es anti-marxismo en esencia) y un discurso apologético que pretendía recrear una perfección inexistente.

 

La excesiva regulación mutiló la autorregulación de la prensa. Sucede que es efectivamente la autorregulación la marca que distingue a un órgano de prensa de un órgano de propaganda:

 

“La autorregulación es prerrequisito del cumplimiento de la función social de la prensa (…) Sin autorregulación no hay posibilidad de diálogo social (…) Sin capacidad de diálogo, cabe agregar, no hay posibilidades de formar verdaderas convicciones”, así lo reafirmó Julio García Luis en su estudio La regulación de la prensa en Cuba: Referentes morales y deontológicos.

 

De las tres funciones básicas que había definido Lenin (la propagandística, la organizativa –consistente en llevar el socialismo a debate- y la educativa), el ejercicio del periodismo y de la comunicación masiva en general, quedó reducido a la propaganda.

 

El carácter rígido de la comunicación masiva en la URSS fue tal vez –de manera inconsciente para Moscú- un asidero efectivo para los cuarteles de Washington en el contexto de la guerra fría cultural.

Ya cuando en 1985 aparecía la Glasnost, o política de trasparencia, aquella excesiva regulación de décadas anteriores devino desregulación garrafal. Este cambio en el sistema comunicativo, en el marco de las modificaciones a nivel de sistema social (Perestroika), si bien no puede verse categóricamente como determinante, influyó en la desintegración de la URSS.

 

De esta manera, se fosilizó el modelo de prensa soviético, y perdió la potencialidad socialista desde el momento en que el Partido dejó de lado la construcción del consenso social y quedó atrapado en los túneles sordos de la burocracia.

 

Cuba: la construcción del paradigma propio

 

En una entrevista concedida en 2011 al periodista Yuris Nórido, y publicada en el número 36 de la revista mensual La Calle del Medio, Julio García Luis mencionaba que “el periodismo será siempre, al menos en Cuba, un asunto de cultura y decencia.”

 

Tal afirmación ha de tenerse en cuenta cuando transcurren tiempos de debate con respecto al modelo de prensa cubano actual y el modelo de prensa cubano que se quiere construir.

 

¿Qué periodismo necesita hoy Cuba? ¿Sobre qué bases pensar la (re)construcción del modelo de prensa que está exigiendo la sociedad misma?

 

La esencia de lo que son hoy los medios de comunicación en Cuba está marcada por las transformaciones profundas iniciadas el con el triunfo de la Revolución en enero de 1959.

 

Pero también, tiene antecedentes más lejanos que se encuentran en la formación de la nacionalidad misma. Está la huella de hombres como José Agustín Caballero, Félix Varela con su labor en El Habanero y el propio Carlos Manuel de Céspedes, con El Cubano Libre.

 

Por supuesto, la prensa en esta nación lleva la impronta martiana, pero también el reto de estar a la altura de ese gran cubano, cuyo radio de acción tanto en política como en periodismo o poesía, resulta ser unívoco debido a la fortaleza ética de su actuar.

 

Al declarar el carácter socialista de la Revolución, la prensa también asumiría tal perfil, no obstante las consideraciones de Marx y Lenin con respecto a este campo no fueran tan detalladas como en el caso de la economía, por ejemplo.

 

Aspectos como la estatalización de los medios y el reconocimiento a la libertad de expresión, que habían previsto –aunque grosso modo- pensadores marxistas como Lenin y Rosa Luxemburgo, se tomaron en cuenta para la construcción de un modelo socialista de prensa en Cuba, en correspondencia con el camino que había decidido tomar la sociedad.

 

Circunstancias particulares, factores externos a su propio quehacer, también han marcado el devenir de la prensa revolucionaria. Es el caso de la política agresiva de Estados Unidos, que ha condicionado la mentalidad de plaza sitiada.

 

Por otro lado, en los años noventa del pasado siglo, caía el socialismo en Europa del Este, se disolvía la URSS y en Cuba se sobrevino un tiempo de crisis y contingencia que, específicamente en el caso de los medios de comunicación, traería consecuencias que fueron desde la falta de papel, hasta el cambio en los contenidos y la forma en que estos se abordaban, además de una desprofesionalización del sector; efectos todos que llegan hasta la actualidad.

 

En la actual coyuntura de actualización del modelo cubano, la prensa juega un papel fundamental, tanto como agente socializador y espacio para el debate público, como objeto mismo de cambio para adecuarse a las circunstancias de una sociedad que reclama un periodismo al nivel de sus exigencias.

 

Tan importante como lograr una economía eficiente, es conseguir la readecuación de un modelo de prensa que, en primer lugar, tiene el imperativo de parecerse más a los cubanos. Asimismo, urge ampliar los espacios de debate, en pos de garantizar la función educativa, y también aquella organizativa que había definido Lenin y cuyo desarrollo terminó siendo apenas incipiente–sino prácticamente nulo- en la URSS.

 

Los medios en Cuba tienen el reto de crear una agenda propia. La revitalización de nuestros símbolos y la creación de nuevos, que permitan respaldar la ideología de la sociedad socialista que se construye, y hacer coherente (y atractivo) el discurso contrahegemónico en los medios de comunicación.

 

 

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