En la escena de Estaciones, Martí para jugar y crecer

En la escena de Estaciones, Martí para jugar y crecer
Fecha de publicación: 
27 Junio 2013
0
Imagen principal: 

 

Jugar es cosa muy seria. ¿Quién dijo que para hablar de temas importantes, para enseñar lo bello y lo noble, es imprescindible aquella cara larga y la voz engolada y el discurso aburrido? ¿Quién piensa que las buenas historias hay que contarlas de carretilla, con tedio que no es solemnidad? ¿Quién asegura que la propia solemnidad no puede ser coqueta, lúdica, divertida y profunda, como la misma vida de la gente? ¿Y hay acaso algo más sagrado y solemne que la propia vida?

Y entonces, ¿quién asegura que no es posible recitar Los zapaticos de rosa, verso a verso, tal y como los publicó José Martí en La Edad de Oro, y al mismo tiempo remembrar una ronda tan de siempre y para siempre como la generosidad de Pilar? ¿Qué código impide que la música y la danza, esos lenguajes universales, que comunican más allá de fronteras y clases sociales, tengan espacio en medio de un poema sobre el humanismo y la amistad, contra los prejuicios y la injusticia, conceptos que también exceden cualquier tipo de límite o diferencia?

¿Quién puede afirmar que la indolencia y la desigualdad, la hipocresía y la discriminación, no se espantan del alma, especialmente del alma infantil, con una dosis de buen gusto que surge en la conjunción de las artes y con una pizca de retozo que los obligue a volver la vista para exponerse al mensaje, sentirlo y entenderlo, en tanto se ha dicho en un idioma particular se cuela por todos los sentidos?

¿Que una reconocida exponente del canto lírico se involucre gustosamente en una obra de teatro de títeres, quién lo cuestiona? ¿Y que los niños, hasta el más pequeño, la escuchen y se estremezcan como en un arrullo, quién lo duda?

Ojalá no sean muchos los “quién” que respondan mis preguntas retóricas, pero si alguno me está leyendo, le aseguro que la versión dramática de Rubén Darío Salazar sobre el texto de José Martí Los zapaticos de rosa lo dejará sin argumentos. Con Zenén Calero compartió el director de Teatro de las Estaciones el concepto e idea visual de una puesta que a fuerza de talento e inteligencia, regresa una y otra vez a la escena sin el menor asomo de envejecimiento o hastío.

Durante varios fines de semana estuvo en la escena de la sede de Estaciones, la sala Pepe Camejo, representada por los actores Fara Madrigal, Iván García, Francis Ruiz y María Laura Serman, como un brindis por la memoria del Apóstol de Cuba, una apuesta siempre ganadora por traer al retablo la obra y el pensamiento martianos, una confirmación de su vigencia y otra muestra de lo que más aprecio del quehacer de Estaciones: el respeto por unos espectadores tantas veces subestimados con chiqueos y simplicidades, en lugar de enseñarlos a pensar y ayudarlos a crecer.

alt

alt

Añadir nuevo comentario

CAPTCHA
Esta pregunta es para comprobar si usted es un visitante humano y prevenir envíos de spam automatizado.
CAPTCHA de imagen
Introduzca los caracteres mostrados en la imagen.