La cifra de refugiados en el mundo es la más alta desde 1994

La cifra de refugiados en el mundo es la más alta desde 1994
Fecha de publicación: 
19 Junio 2013
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Se ruega -hágalo- contar hasta cuatro como si de cuatro segundos se tratase. Una vez acabado, imagine un rostro, una piel, un petate, un camino, una frontera, una huida, la de alguien que ha abandonado su casa a la fuerza. Cada cuatro segundos (4,1 exactamente) una persona más se une a la estirada lista de desplazados (en el interior de su país) o refugiados (hacia el exterior) que de forma forzosa tienen que dejar su tierra. Es el cálculo más ajustado del informe presentado por la agencia de la ONU para los refugiados (ACNUR, en sus siglas en español) con motivo del Día Mundial del Refugiado. Si se amplía el foco y se dejan correr a esos cuatro segundos, hasta 23.000 ciudadanos dejan su hogar contra su voluntad cada día, una cifra que según los cálculos reunidos en 2012 supera todos los registros desde 1994. Y la guerra, en general, pero la siria en particular, han tenido mucho que ver en esta dramática marca. Es el “factor más importante” para la ONU.

 

Si es así, si la cruenta guerra civil en Siria tiró de los números de ACNUR al alza durante 2012, las perspectivas para este año, 2013, son sin duda peores. Porque la crisis siria ha pasado de la reticencia de sus huidos a dejar el país, como ocurrió en los primeros meses del levantamiento popular y posterior represión violenta, a la necesidad de dejar atrás las fronteras hacia el norte turco, para elegir ahora, sobre todo, los campos de acogida de Jordania y Líbano. Los datos actualizados de la ONU indican que más de 1,6 millones de sirios han abandonado ya su país. Cada día son 8.000 los que cruzan los porosos pasos fronterizos. El aluvión crece como crece la violencia en el terreno, hasta el punto de desbordar la capacidad de la ONU que, con el permiso de los países receptores, organiza la asistencia de los refugiados.

 

“Siria nos está desbordando”, ha manifestado esta mañana en Madrid Maricela Daniel, representante de ACNUR en España. “A ellos se les acaban los recursos y huyen”, ha señalado en la presentación del informe, “y a nosotros nos sobrepasa, no nos alcanza para una atención ni remotamente adecuada”. Esto es, tienen dificultades para atender a los que ya llegaron y grandes problemas para digerir a los que están de camino. La agencia de la ONU cuenta con entre el 30 y 40% de los recursos que tenía el año pasado. Sirva de ejemplo para afinar el cálculo que el campo de Zaatari (Jordania), a unos 15 kilómetros de la frontera siria, supone unos gastos diarios para la ONU y sus agencias de un millón de dólares.

 

Pero Siria es solo el puntal de la crisis de refugiados que, sobre todo por la guerra, ha alcanzado cotas no vistas en los últimos 18 años. A finales de 2012, 45,2 millones de personas, casi tres millones más que en al año precedente, habían huido de sus casas para cruzar la frontera (15,4 millones) o encontrar protección en otro lugar de su país (28,8 millones). A estas dos últimas categorías hay que unir a 937.000 solicitantes de asilo, pendientes de resolución. El 55% de los refugiados salieron de cinco países. Por orden de cantidad: Afganistán –primero en el ranking desde hace 32 años-, Somalia, Irak, Siria y Sudán.

 

La radiografía de ACNUR lanza también una pequeña alerta sobre el destino de los que huyen de sus hogares: el 81% de los refugiados van a parar a países en desarrollo (hace una década, era el 70%). Por ejemplo, el 95% de los que dejan Afganistán, que no conoció la paz en os últimos 40 años, están en Pakistán (principal receptor de refugiados de todo el mundo) e Irán.

 

Se ruega, de nuevo y para escapar de los datos, que se imaginen a una chica negra, de ojos grandes y rasgados, pelo rizado largo y recogido con una coleta; guapa, sonriente, con un vestido bien ceñido blanco, azul y amarillo. Kebene, de 28 años, llegó en julio de 2012 a España. Es de Etiopía y cuenta, en un esforzado español, que dejó su hogar después de que hombres uniformados se llevaran a su padre, vinculado a una organización política. Que de ahí marchó a Sudán, dejando en el camino a cuatro compañeros muertos; luego a Libia, donde la guerra y la amenaza racista contra los que venían del sur africano más negro le obligaron a partir hacia los campos de refugiados de Túnez. Y desde ahí voló hacia España.

 

“Quiero demostrar a todos que puedo trabajar”, ha leído Kebene de su puño y letra, esta mañana, durante el acto de ACNUR. “Sé que es difícil y más para una extranjera, de raza negra y refugiada. Pero no puedo volver a mi país”. Como ya más de 45 millones de personas.

 

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