Hollywood pierde la competencia

Hollywood pierde la competencia
Fecha de publicación: 
14 Mayo 2013
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Hasta hace unos años, la mayor industria cinematográfica del mundo quedaba al oeste de Estados Unidos, en un lugar llamado Hollywood, California. Incluso, muchas personas aún tomarían esta afirmación como una verdad establecida y comprobable; hasta hace un tiempo, yo también.

Sin embargo, un día me levanté, y viendo las noticias… me puse a atar cabos. Aunque la «espectacularización» de la guerra a través de los medios de comunicación sea probablemente tan vieja como William Randolph Hearst, a quien le bastaba una imagen para crear el conflicto, fueron los sucesos de aquel 11 de septiembre del 2001 en Nueva York los que marcarían el inicio de la edad de oro del reality show bélico.

La industria

Cuando se habla de la «industria de la guerra», el primer referente suele ser la producción de armamentos a gran escala: los drones, los portaaviones, el equipamiento para los soldados y otro millón de dispositivos.
 

Todo eso es cierto, aunque cada vez los soldados sean menos y los civiles y los mercenarios sean más, pero no es la única parte del negocio… me atrevería a decir incluso, que ha ido perdiendo importancia ante la mercadotecnia generada para cada conflicto.

En primer lugar, están las noticias producidas en esas grandes fábricas que resultan ser las agencias de prensa y las transnacionales mediáticas; a pesar de ser muchas, tienen fama de solidarias y se ponen de acuerdo para vender el producto en cuestión (o sea, el país-líder-sistema «enemigo») repitiendo el mismo enfoque, idénticas directrices, con diferentes combinaciones de palabras. El humo que originan estas producciones en serie es nefasto para la atmósfera cognoscitiva humana y ocultan lo que realmente sucede.

Después viene la televisión, con sus «transmisiones en vivo». Según los entendidos en el tema, las filmaciones ni siquiera tienen que ser en el lugar de los hechos, y el conflicto no tiene que haber comenzado: tú recibes las imágenes primero. ¡Eso sí es sentido de primicia e inmediatez! La sangre y las bombas están allí: antes en tu sala, luego en Iraq, Afganistán, Libia y otros muchos «rincones oscuros».

Hay un guion que cumplir, muy estricto, por cierto. Imágenes que deben salir en un momento y no en otro, actores que deben convertirse en protagonistas, revueltas que deben ser magnificadas y si no existen, no importa: se inventan… un empujoncito para desencadenar los acontecimientos y llegar al final espectacular: las intervenciones humanitarias de la OTAN y de los mesiánicos Estados Unidos.

A todo esto no le puede faltar la diversión, el componente lúdico, la atracción de los niños para que se adapten, lo naturalicen y luego, como «buenos ciudadanos», lo reproduzcan. Así aparecen videojuegos como Call of Duty (uno de sus escenarios es en La Habana) y otros, donde la misión consiste en reproducir, por ejemplo, carnicerías como la perpetrada contra el líder libio Muamar Al Gadafi.

Por cierto, cuando Barack Obama anunció el asesinato de Osama Bin Laden, el himno de Estados Unidos pareció cambiar por un momento, pues toda la nación entonó el hit Party in the USA, de la popular cantante Miley Cyrus (o Hanna Montana).

Barack Obama: ¿premio al mejor actor?

Me pregunto si alguien recuerda a estas alturas, que a un señor carismático ah, y presidente de Estados Unidos de América llamado Barack Obama, le fue otorgado, en 2009, el Premio Nobel de la Paz.

Telegenia, poder de convencimiento, retórica impecable… ¡qué más se le puede pedir! Tiene todo lo que se necesita para ser actor y bueno, para ser presidente, también: cuenta con el apoyo de los poderosos y escucha sus consejos. ¿Preocuparse por el bien de la gente común? No, eso es secundario… lo importante es persuadirlos de que «yes, we can» y, de ahora en adelante, «look forward».

Obama podría pararse en la alfombra roja de Hollywood y competir por un Oscar, e incluso ganarlo y tener su propia estrella en el Hall of Fame. Sin embargo, prefiere la industria cinematográfica en la que se ha convertido la Casa Blanca y, por supuesto, sus filiales: Pentágono, CIA, FBI.

Megaproducciones del año: Siria y El holocausto de las Coreas

A las alturas del 2013, la mayor industria cinematográfica del mundo se ubica al este de Estados Unidos, en un lugar llamado Washington.

Las producciones para este año ya comenzaron. Se debate entre cuál será la mejor película: Siria o El holocausto de las Coreas. Particularmente, el guion de Siria me parece reiterativo: la masacre de la población civil por parte del gobierno, las fuerzas opositoras (en esta parte, el libreto está inconcluso, o tal vez poco creíble: nunca se dice quién suministra realmente el armamento que poseen los rebeldes sirios), el ataque de Israel… hasta ahí ha quedado el suspenso. Esta vez no me ha dejado expectante: probablemente intervenga la OTAN y luego… me es difícil adivinar… ¿Estados Unidos, tal vez?

Hay rumores de que los guionistas podrían unir El holocausto de las Coreas y Siria para lograr una superproducción catastrofista llamada Invierno nuclear.

Solo me gustaría que en los créditos apareciera una de esas clásicas advertencias: «El siguiente filme es ficción. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Ningún actor ni extra salió lastimado durante el proceso de producción».

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