Las Memorias de Daniel (VIII) Hombres de la CIA en Cuba: El Bueno

Las Memorias de Daniel (VIII) Hombres de la CIA en Cuba: El Bueno
Fecha de publicación: 
20 Octubre 2011
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Estaba leyendo recostado en el sofá cuando tocaron a la puerta. Vengo de parte de Miguel Buccio,  se presentó un hombre de mediana estatura, delgado, cabello blanco en canas, de más de 60 años, llevaba un pitusa azul, camisa a cuadros, zapatos carmelitas y una mochila al hombro, usaba espejuelos, en su mano derecha sostenía una gorra azul con el emblema de la NASA. ¿Usted es Raúl Capote? Lo imaginaba de más edad dijo.

El agente de la CIA, René Greenwald, de visita en casa de Raúl Antonio Capote

Entró a la casa y se sentó en una de las butacas de la sala. Se le notaba desconfiado, inquieto, estuvo hosco  todo el tiempo, como a disgusto con la tarea que le habían dado de contactarme. Dijo ser amigo de Kelly Keiderling y venir de parte de unos amigos de Washington, preguntó sobre la Agencia Literaria, como funcionaría, cuantos integrantes tenía, si eran escritores de prestigio, que recursos necesitaba, cuando dinero hacía falta para comenzar y cuanto deseaba cobrar  por dirigir la agencia, lo que le iba diciendo lo anotaba todo en una pequeña libretica.

El proyecto como tal me parece bien, explicó, lo que no estoy de acuerdo con eso de que sea solo para escritores censurados, debe ser un proyecto abierto a todos los escritores cubanos. Incluso debemos buscar la forma de que sea legal, es muy importante que sea reconocido por el Ministerio de Cultura, ese será el primer paso. Por la lana no te preocupes, tendremos suficiente para que sea un éxito.
¿Cuánto deseas cobrar? Volvió a preguntar. Le dije que  3000 USD sería un buen salario, pero que sólo aceptaría dinero como pago al trabajo realizado, no como ayuda humanitaria o como quisieran llamar ellos al dinero que le daban a los opositores, ¿Tres mil al año? preguntó, mensuales afirmé, puso cara de asombro, no te parece mucho, más bien poco dije. Una sonrisa irónica afloró en su boca, hizo un gesto vago con la cabeza que lo mismo podía interpretarse como de aprobación que como todo lo contrario. No estuvo más de media hora en la casa, se marchó y dijo que pronto tendría noticias de ellos.

Esa fue la primera vez que me encontré con quien sería desde ese momento mi jefe inmediato, el oficial que poco después me reclutaría como agente de la CIA. Desde entonces se comunicó conmigo utilizando el seudónimo de “El Gran Amigo” hasta que un acontecimiento, que resultó muy impactante para él le hizo cambiar el seudo. Una niña del Condado en Sancti Spíritus, le daría una buena lección al veterano oficial de la Agencia, tan grande, que le motivaría a cambiar su seudónimo por el nombre de ella, Lesvia.

El agente Daniel de la seguridad cubana acompañado por dos agentes enlace de la CIA

Por lo general los enlaces de la CIA, llegaban siempre a la isla como turistas, como estudiantes o como personas que venían a participar en eventos científicos o religiosos. Enmascaraban el contacto  tras el supuesto interés en conocer al “destacado escritor”, ellos habían leído mis libros y estaban interesados en conocer al autor o como profesores universitarios que me conocían de la Universidad, por eventos en los que supuestamente coincidimos. En el caso de los más jóvenes era común que asumieran la fachada de estudiantes latinoamericanos de la ELAM. Así haciéndose pasar por alumnos de medicina, andaban y desandaban la Habana.

El Gran Amigo René Greenwald, tomaba varias medidas de precaución para pasar lo más inadvertido posible. Cuando viajábamos por el país, yo siempre fingía ser un turista extranjero, o un cubano americano ante  los ojos de las personas con las que nos tropezábamos en el camino. Con pinta de turistas recorríamos la isla, funcionaba tan bien, que costaba trabajo a veces convencer a los dueños de casas de alquiler de que era cubano y no un extranjero. Tratábamos siempre de no llamar la atención y para eso creábamos las más absurdas y a veces divertidas leyendas.

Tuve la oportunidad de acompañarle en varios de sus recorridos por la isla y escucharle hablar de sus planes y proyectos, ya al final de nuestro trabajo juntos, en confianza confesó, vino o cerveza por medio, muchas de sus proezas de cuando trabajaba contra Cuba en los 60, de los méritos acumulados en su lucha contra la “subversión comunista” en Sudamérica en los años  70 y Centro América en los 80, todo un bagaje de acciones de guerra sucia, de asesoría a dictaduras militares, de anticomunismo visceral.

Es un católico esmerado, va a misa tres veces al día, se confiesa con regularidad, comulga. Siempre que le veía entregarse con tanta devoción a la práctica religiosa, pensaba en si cargaba algún gran peso de conciencia del que quería librarse con tan meticulosa dedicación a la iglesia, por nada del mundo faltaba a misa.

Cada vez que nos encontrábamos, repetía como un disco rayado las promesas de un futuro luminoso para mi y mi familia, del dinero que ganaría. Siempre aseguraba que realizaría una salida próxima de Cuba para los EEUU, en cuanto concluyera, la siempre última tarea a la que seguía otra más y otra.

Su odio a la Revolución cubana llegaba a límites enfermizos, su menosprecio por los cubanos y por todo lo cubano en general, era patológico, todo menos la comida, adoraba la carne de cerdo y los frijoles negros. Tenía un pésimo sentido del humor y cuando bromeaba con alguien, cosa esta que hacía siempre en los recorridos, era  sonsacando, buscando información.

Era extremadamente exigente en el trabajo, meticuloso, hasta llegar a la exageración. Las tareas que asignaba siempre traían una promesa de pago. Requirió información sobre la educación en Cuba, acerca de las nuevas tecnologías, las telecomunicaciones, Internet etc. Una vez a las semana, primero y luego cada 48 horas cuando me entregaron el Bgan, solicitaba le enviara análisis sobre la situación del país, o sobre temas concretos que le interesaban a la Agencia, que recogiera estados de opinión o información en diferentes lugares, sobre distintos objetivos concretos.

Por solo citar un ejemplo  pidió le hiciera llegar toda la información posible y realizara un análisis sobre la situación de los negocios extranjeros en la isla, principales inversionistas por países, opiniones que podría generar la entrada de capital norteamericano.

Orientaban averiguar, a través de mis contactos, sobre el trabajo que desarrollaba el Partido para garantizar el relevo de la actual dirección histórica de la Revolución. Información sobre algunas figuras, no de primera línea, que pudiera estar potenciando el gobierno cubano de cara al Congreso del PCC.

René en sus visitas a Cuba contactó con varios elementos contrarrevolucionarios más o menos enmascarados, a los que trajo diversos suministros, equipos, dinero, e instrucciones para el trabajo subversivo contra el gobierno etc. Apoyó decididamente a las llamadas Bibliotecas Independientes, haciéndole llegar financiamiento y dando entrenamiento a su principal representante en Cuba, Gisela Delgado. Trató de introducirse en la masonería, en las iglesias evangélicas, en los grupos informales. Se jactaba de ser “el bueno” de la película, un buen amigo de la causa cubana.

 

 

Comentarios

Como todas estas memorias, roban el corazón y lo ponen a trotar, es lindo sentir ese orgullo q nos martilla dentro... de saber que Tú y otros muchos se dan cada día por nuestra revolución, espero con ansias la otra parte, ¿quién es La pequeña Lesvia?, ¿qué tuvo que ver en esta historia? ¿Por qué este hombre tuvo que doblar la rodilla ante ella a tal punto que cambió el seudónimo por el nombre de ella? Espero seguir creciendo con tu historia q nos pertenece a todos los que amamos y defendemos nuestra Patria. Un fuerte abrazo. Elizabeth.

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