Un oficio para salvar la cultura

Un oficio para salvar la cultura
Fecha de publicación: 
26 Noviembre 2012
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El reconocido escritor, poeta y etnólogo cubano, Miguel Barnet Lanza, presidente de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), expresó la posibilidad de que el desempeño de los lectores de tabaquerías, por su originalidad y porque ha salvaguardado un tesoro de la memoria viva de una colectividad, sea declarado por la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) como Patrimonio Intangible de la Humanidad.

Tal declaración fue hecha durante la proclamación de este oficio —implantado en Cuba desde el 21 de diciembre de 1865— como Patrimonio Cultural de la Nación Cubana; en un acto efectuado en el Teatro Lázaro Peña de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), como parte de las celebraciones por el aniversario 51 de la creación del Sindicato Nacional de Trabajadores Tabacaleros (SNTT).

Durante la reunión, Ermela García Santiago, miembro del secretariado de la CTC, y Bernardo Oliva González, secretario general del SNTT, así como otros dirigentes de la central obrera y del SNTT, del Consejo Nacional de Patrimonio Cultural (CNPC) y del grupo empresarial que dirige esta actividad económica, que presidieron el acto, participaron en la entrega de condecoraciones a 30 trabajadores del sector, entre ellos cuatro lectores.

Gladys Collazo, presidenta del CNPC, dio a conocer la Resolución 16 de 2012, adoptada por esa institución y por la Comisión Nacional para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial de Cuba. Ese documento avala la condición patrimonial ganada por los lectores de tabaquerías, mediante un ejercicio que José Martí llamó Tribuna Avanzada de la Libertad, la cual usó como pedestal de su propaganda revolucionaria y pronunció desde ella algunos de sus más elocuentes e inspirados discursos, en los que denominaba a los tabaqueros “doctores del proletariado cubano” y a los lectores como “graduados del taller”.

La implantación de la lectura en las tabaquerías cubanas fue estrenada por un joven asturiano en la fábrica El Fígaro, en La Habana, situada en la esquina de Sitios y Ángeles, con el fin de incorporarla al proceso productivo. Uno de los obreros desempeñaba la función de lector, para lo que cada operario contribuiría con su correspondiente cuota, con el fin de resarcir el jornal que aquel dejaba de recibir en el tiempo que leía en voz alta.

Barnet destacó la originalidad de esa arraigada tradición —única de su tipo en el mundo—, con alto valor cultural. En tal sentido apuntó que los tabaqueros cubanos, concentrados en una novela, un poema, un artículo de prensa o en un simple anuncio clasificado, muchas veces mediante obras de grandes autores, lograron una calidad más alta y refinada del tabaco.

"No miran al lector nunca, sino que le imprimen al tabaco esa pasión por lo que escuchan, por las aventuras que viven y los sueños que sueñan," subrayó el insigne intelectual cubano.

Collazo aseguró que este es un primer e importante paso para conseguir que este oficio sea declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad. Primero —dijo— teníamos que reconocer aquí su identidad y su valor patrimonial y cultural.

Tras su instauración, en poco más de seis meses este ejercicio se había extendido a casi todas las tabaquerías del país y estaba incorporado de forma activa a las principales luchas del proletariado durante el período colonial. En los duros años de combates durante la república mediatizada por el imperialismo yanqui, fue escenario principal de la propaganda política revolucionaria.

Pero no fue hasta el triunfo de la Revolución Cubana que los lectores de tabaquerías adquirieron el valor social que realmente poseen no solo entre el gremio sino también en la cultura. También extendieron su radio de acción a las escogidas y despalillos y dejaron de ser pagados por los propios tabaqueros, para cobrar sus salarios como un operario más de la fábrica.

El inicio “legal” de este oficio que actualmente está regido por el Consejo Técnico Asesor del Museo del Tabaco de la Oficina del Historiador de La Habana, se toma a partir de la promulgación de la Instrucción No. 2214 de la Organización del Trabajo y Seguridad Social, del 25 de junio de 1983, suponiendo que anteriormente su pago era producto de un subcontrato.

El SNTC instituyó su jornada de celebración entre el 19 y el 26 de noviembre de cada año, como digno homenaje a las palabras con que el Apóstol, un 26 de noviembre de 1891, se dirigió a los tabaqueros en Tampa: “…el corazón se me va a un trabajador como a un hermano. Unos escribiendo la hoja y otros torciéndola. En una mesa tinta y en la otra tripa y capa. Del tabaco solo queda la virtud del que lo trabaja, de la hoja escrita tal vez la razón de su derecho y el modo de conquistarlo”.

En el Primer Encuentro de Lectores de Tabaquerías Escogidas y Despalillos, realizado en esa festividad del año 2003, se clasificó en el calificador de cargos la plaza del lector como Técnico de Lectura, reajustándose también su salario en correspondencia con el carácter formador de este oficio al que en los nuevos tiempos también se han incorporado las mujeres.

 

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