MICRO-CRÓNICA: Farah en el malecón
Vi a Farah María en el teatro, disfrutando una función de ballet. La tenía sentada muy cerca, podía hasta tocarla. Mi padre decía que Farah María era tan bonita, que había que perdonarle que no cantara tan bien. En realidad no creo que cantara mal. Una voz, lo que se dice una gran voz, nunca tuvo. Digamos que fue una cantante digna, muy peculiar. Eso sí, era un espectáculo. Tan hermosa, tan simpática, tan fresca...
Fue envejeciendo a la vista de todos, pero siempre mantuvo su reputación de mujer bella. Ahora mismo está lejos de la anciana venerable y achacosa que por su edad pudiera ser. Luce bien, fuerte, animosa... Lester me cuenta lo que a su vez le contó su padre: en los años sesenta muchos hombres se apostaban en la calle O, a la hora en que Farah salía del Parisién, solo para verla pasar.
Farah María fue por muchos años el sex symbol de una farándula bastante gris y pacata. Algunas mujeres se la pasaban sumándole años y cirugías estéticas. Pero Farah nunca tuvo prejuicios con su belleza. No posaba de mujer fatal, más bien era abierta y divertida. Y al mismo tiempo, siempre elegante.
Uno de los temas más graciosos de la música popular cubana es Tiburón en el malecón, que Farah popularizó en los ochenta. Sigue siendo un clásico. De cuando en cuando escucho la grabación. Cuando el coro le dice "No se bañe en el malecón", ella pregunta con todo el salero del mundo: "¿por qué?". Siempre termino riendo...
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norberto
marisol
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