Un teatro impulsado por el viento (+ FOTOS)

Un teatro impulsado por el viento (+ FOTOS)
Fecha de publicación: 
12 Octubre 2012
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Una mujer de amores truncos: Lorenza Almenares del Sol —representada sobre las tablas por tres actores al mismo tiempo, como en un juego de espejos— es la protagonista de La hora del té, reciente puesta en escena de la compañía camagüeyana Teatro del Viento, que durante el mes de octubre podrá apreciarse en varias provincias del oriente cubano.

Freddys Núñez Estenoz, director de la agrupación, explicó a CubaSí el itinerario de la gira: “Después de participar en el 14 Festival Nacional de Teatro decidimos emprender un recorrido para regalar la muestra a otros públicos. En tal sentido, comenzamos en el Teatro Guiñol de Guantánamo el martes 9 y el miércoles 10. Los días 12; 13 y 14 estaremos en el Teatro Cabildo de Santiago de Cuba. En Holguín tendremos funciones en el Teatro Eddy Suñol los días 16 y 17, y culminaremos en Las Tunas, los días 19; 20 y 21, en el Teatro Guiñol de esa ciudad”.

La obra propone un atractivo recorrido por lo más destacado del pentagrama musical cubano. Una pieza criollísima donde sobresale el trabajo magistral de sus actores, de quienes se disfruta una dicción impecable y una gestualidad precisa, sin margen para los errores.

Asimismo resalta la danza como parte indisoluble de la estética propuesta por Teatro del Viento, grupo que durante más de diez años ha mantenido, con textos del propio Estenoz,  las lunetas repletas en la ciudad de Camagüey.

Casi un año tardó el montaje de La hora del té, a pesar del  esfuerzo extraordinario de sus actores. Un personaje femenino, interpretado por tres hombres en el escenario, tan bien creado que nadie pone en duda la belleza y el trabajo detallado de sus histriones. 

Bladimir del Risco es uno de esos muchachos. Él confiesa los temores vencidos y los retos aún pendientes. “En su momento cada nuevo montaje requiere de un arrojo tremendo y de una entrega total. Yo considero a este como uno de los personajes más difíciles de mi carrera, porque encarna a una mujer, y lograrla, sin exageraciones, ni los estereotipos de siempre, es algo verdaderamente difícil.  

“Fue complicado aprender a proyectar la voz y a lidiar con los movimientos, pero afortunadamente tenemos un entrenamiento diario, tanto en el grupo como personalmente. Ejercicios físicos, de lectura, de danza. Un adiestramiento ininterrumpido durante estos diez años. Eso nos permite lograr todas nuestras metas. También esta entrega requiere mucho estado consciente sobre la escena. Sentir desde dentro, sufrir y vivir los logros y frustraciones de Lorenza Almenares del Sol.”  

Por su parte, Núñez Estenoz está convencido de las cualidades de la pieza y dice sentirse agradecido por la acogida del público. “Nosotros pensamos en esta como una de las obras mejor elaboradas de nuestro repertorio. En este texto se `destruye´ el teatro y se transforma a idea nuestra. Quizás no cumpla con los cánones más tradicionales y convencionales, pero el mensaje le llega a la gente. Que la gente se marche de la sala convencida del amor —metafóricamente hablando— entre un tenedor de plata de Turquía y una taza de porcelana de China, nos da la medida de la singularidad de nuestras creaciones”.

Una excelente mezcla entre luces, vestuario y escenografía demuestran la labor de todo un equipo de realización, supervisado hasta lo más mínimo por su director, quien desde hace varios años se presenta como una figuras relevante dentro de la dramaturgia cubana actual.

 


Antes de tomar té…

Quizás fue la geografía de la ciudad, sus plazas, sus parques, su entramado de calles, o quizás las ansias de Freddys por formar su propio grupo, lo que le impulsaron a proponer un conjunto dedicado a la realización de teatro callejero. Finalizaba el siglo XX y en Camagüey ya existían varias agrupaciones que tenían como primicia el teatro de sala.

Así, después de integrar por un tiempo La Edad de Oro e impulsado por el Consejo Provincial de las Artes Escénicas —tras merecer una beca de creación de la Asociación Hermanos Saíz—, el instructor de teatro Freddys Nuñez Estenoz cumple uno de sus sueños: dirigir su propio grupo de trabajo. El 2 de junio de 1999 ve la luz Teatro del Viento.

“Al final nunca hicimos teatro de calle pero esa fue la forma que encontré para acercarme al mundo profesional. Desde el principio asumimos una dramática dedicada fundamentalmente a los adolescentes y jóvenes, partiendo de investigaciones realizadas en un segmento tipo de ese público. Dichas investigaciones impulsan la mayoría de nuestros espectáculos, pues las piezas intentan provocar la reflexión en torno a las preocupaciones de nuestra gente”, cuenta el director.


La hora del té
es el espectáculo número 15 de esta institución teatral, cuya primera muestra, La noche, mi abuela y yo —basada en el libro La noche de Exilia Saldaña— es un espectáculo infantil.

“Aunque sabemos cuáles son nuestras líneas fundamentales nunca estamos anquilosados. Por eso nos hemos movido a otras zonas a partir de texto de la dramaturgia cotidiana. Somos un grupo de teatro polivalente. Ello evita el enquistamiento de los actores en una sola forma de hacer teatro y propicia una relación más directa y real con el público. Hacemos teatro por inspiración no por necesidad”, asegura el propio Estenoz. 


El padre y sus hijos…

Obras como Historia sobre el camino, Aceite + vinagre = familia, Urracas, Mala cosecha y Viviendo en el alero integran los más de veinte textos escritos para Teatro del Viento, Teatro a las buenas (Holguín), Teatro Icarón (Matanzas) y Teatro Ategua (Manzanillo) por el también galardonado can la distinción Espejo de Paciencia. Historias que evocan, en su inmensa mayoría, la emigración, la realidad social de los cubanos, la diversidad sexual y la familia y la relación de esta con el universo de los jóvenes y adolescentes.

Para Ana Roberdz, una de sus más experimentadas actrices, cada nuevo espectáculo es una escuela tanto en el plano profesional como privado. Ella confiesa que el grupo le ha cambiado la vida y reconoce en Freddys un guía extremadamente exigente y que sabe lo que quiere.

“Yo me acuerdo cuando llegué a Camagüey con apenas 16 años, y me dijo yo voy a hacer de ti una buena actriz pero tienes que portarte bien. Si hoy soy actriz es gracias a él. Cuando tienes un líder, sí él sabe exigir, todo marcha bien. Uno aprende a actuar con ganas de superarse. Ahora mucho más, pues ya las personas conocen mi trabajo. Tengo algunos personajes y en cada nuevo tengo que desdoblarme para no repetir nada de ninguno, para que cada cual sea diferente”.

Cuando Ana entra a escena, el público sabe que esa nueva actuación será única. Ella plasma en cada interpretación, quizás como pocos, un sello personal. Fuera de las tablas es difícil extraerle las palabras, sacarla de su silencio. En el tabloncillo se vuelve tierna y violenta, mujer de ímpetu y decisión solemne.  

 
“Uno de los personajes que más me llena es el de Luisa en Mala Cosecha. Claro que yo hubiese querido interpretar a Eugenia, la distinta del barrio, la que no iba a fiestas y se pasaba el día leyendo, pero me tocó Luisa. Quise hacer esta Luisa un poco maletúa, un poco echá pa´ lante. A todos le pongo algo muy mío. Así la Cristina María es la altanera, como mismo la Loly es la de las piernas abiertas”.

De igual forma Bladimir asegura que en el grupo todos son una gran familia y reconoce lo mucho que Teatro del Viento le ha enseñado. “No se puede hacer teatro de una forma y vivir de otra. Las cosas que tú vas modificando en tu disciplina, en tu comportamiento, en la forma de pensar debido al teatro lo llevas a tu vida cotidiana y viceversa. Es una relación recíproca y mucho más con Freddy que es un maestro y siempre tiene algo que enseñarte”.

Ambos actores explican cómo cada nuevo montaje implica una búsqueda de información, tomar prototipos de personas, hacerlos suyos. “Nosotros creemos que uno de los más convulsos fue Urracas. Como se sabe esa es una obra que trata crudamente el tema del travestismo y la diversidad sexual. Fue toda una experiencia pasar noches junto a ellos, unirnos a sus grupos de amistades, saber sus temores, sus dudas, sus alegrías”.

Teatro del Viento atesora entre sus mayores galardones el Premio Villanueva  de la Crítica en el 2007, por Aceite + vinagre = familia, así como otros importantes reconocimientos en el Festival de Teatro de Camagüey; el Máscara de Caoba, de Santiago de Cuba; el Festival sin fronteras, de Ciego de Ávila, y el espacio de Confrontación Escénica del Mejunje, Santa Clara.

De sus próximos proyectos el director comentó sobre el montaje de dos nuevos espectáculos, Edipo. Cu y Ratas. “La primera es una versión muy a lo nuestro de ese clásico de Sófocles y  la tragedia griega. La segunda es un texto de mi autoría, muy convulso y estremecedor. Versa sobre la violencia de género, pero de una violencia más allá de lo físico. Una violencia psicológica, desde la resignación y el conformismo de una mujer con la vida que lleva”.

La labor ininterrumpida en estos años; el esfuerzo de sus actores para vencer todos los personajes encomendados; la disciplina y el rigor profesional impuestos por su director; la calidad estética de cada espectáculo y la reflexión constante en torno a los problemas de la sociedad cubana… le otorgan a Teatro del Viento un merecido lugar dentro del nuevo panorama teatral de la Isla.   

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