DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Al alemán Lutz Long la deportividad le costó la vida

DE LA HISTORIA DEPORTIVA: Al alemán Lutz Long la deportividad le costó la vida
Fecha de publicación: 
23 Febrero 2020
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Berlín 1936. En esta confusión del saludo olímpico con el hitleriano, dos saltadores de longitud son los favoritos: el estadounidense Jesse Owens y el alemán Lutz Long. El primero ganó los 100 y los 200 metros planos con 10.3 y 20.7, pero en esta prueba anda por debajo de sus posibilidades y el europeo la encabeza, con el japonés Naoto Tajima siguiéndole los pasos. Al de América del Norte le queda una oportunidad, la sexta. Mientras otros contendientes actúan, el germano se acerca al más difícil de sus adversarios y... Un momento, no iré tan rápido. Hacia atrás para comprender mejor.

Los entendidos se basan en la calidad de Jesse demostrada mucho antes, con una página dorada escrita la tarde del 25 de mayo de 1935 cuando rompió cinco récords del mundo y empató otro, a pesar del pecado de ser negro en su país, que le ha causado obstáculos y disgustos a raudales debido a la discriminación reinante.

Fue en Ann Abor, Michigan su atletada: triunfó en las 100 yardas con 9.4 (igualó la marca del orbe); las 200 yardas las recorre en 20.3, en las 220 yardas con obstáculos consigue 22.6 y en salto largo 8.15. Estos tres resultados superaron las óptimas conquistas del planeta, y lo cronometrado en las carreras programadas en yardas se le consideró como adiós a las plusmarcas de los 200. Posee la gran joya en la prueba reina desde el 20 de junio de ese año: 10.2.

Volvamos al certamen de la capital de Alemania. A Owens no le ha ido bien en el salto largo: pasó a la final con 7.87 metros y a la vanguardia del combate decisivo está Long con igual logro. Éste se le acerca. ¡Le da un consejo, le señala las fallas! El nipón termina su participación con 7.74. Ya es medallista; el color de la presea depende de lo que haga Jesse quien ya se dispone a saltar. Carrera de impulso. Vuela. Aterriza. A medir... ¡Ya es suyo el galardón dorado con 8.06!

Se abrazan los ocupantes de los dos primeros puestos. Juntos recorren parte de la pista... El Fuhrer en su palco tiene más de loco en la mirada. Un negro acaba de derrotar al ario. Y este enseña afecto por su vencedor. El máximo jefe nazi se retira mucho antes del momento de las felicitaciones, las que había realizado no pocas veces, en especial, cuando emergían victoriosos sus deportistas. A partir del chasco, solo congratuló a los miembros de su delegación en un salón contiguo a ese palco.

Si no hubiera escogido dicho cambio, habría desaparecido rápidamente al ser testigo de la victoria de los de América del Norte en el relevo 4 x 100: los negros Owens y Ralph Metcalfe y los blancos Foy Draper y Frank Wykoff, que pulverizan la barrera de los 40 segundos con 39.8.

Dolor doble para los fascistas: se opusieron a la actuación en la prueba de dos magníficos velocistas de origen judío que representaban a esa nación. Goebels lo planteó a Avery Brundage, directivo principal de la delegación, y llegó al chantaje que dio fruto: si no evitaba esa participación, daría a conocer por la prensa los negocios de este individuo, de tendencia fascista, con el gobierno germano. Sin efecto la trama.

Aunque le arrebató los Juegos a Hitler, Owens, después de un gran recibimiento en yanquilandia con bombos y platillos, fue lanzado al olvido: pasaría la gloria y harían falta los dólares. Para huir de la miseria debió resignarse a ser espectáculo y aun llegó a correr contra un caballo. Ni siquiera en el apogeo de la fama se le respetó: al poco tiempo de su regreso, en un hotel donde se le homenajeó no le permitieron penetrar por la puerta principal: por ella solo podían entrar los blancos.

Dio pena cuando enseñó cerebro a lo Tío Tom, al criticar la protesta de varios campeones negros de su país al sistema de su patria en México 1968, donde asistió como masajista tras haber sido situado por el Comité Olímpico de Estados Unidos al frente de un maratón de glorias deportivas que recorrió la nación en busca de fondos. Al menos, se expresó posteriormente en contra del boicot a Moscú 1980, poco antes de fallecer víctima de cáncer.

La deportividad, el humanismo manifestados le costó la vida a Lutz Long. Hombre de las lides del músculos y no de las conquistas bélicas, se le apartó de su gran amor: el atletismo, y resultó castigado con la incorporación al ejército. Durante la Segunda Guerra Mundial fue enviado a un terrible frente de batalla y las balas le arrebataron la vida. Y pensar que en nuestros días hay quien abraza el racismo y otras exclusiones... Todavía hiere la falta de ética en la agonal porfía, y hasta hay deportistas, incluso de la misma delegación, que no se felicitan ni saludan entre ellos.

Ojalá estas líneas lleven a pensar sobre dichos errores. Deben ser eliminados.

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