Cinco años de relaciones Cuba-EE.UU. y el salto atrás de Trump

Cinco años de relaciones Cuba-EE.UU. y el salto atrás de Trump
Fecha de publicación: 
17 Diciembre 2019
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Cuba no desea la ruptura de las relaciones con Estados Unidos, pero no puede sorprendernos esa realidad, si es que sucede, advirtió este lunes en La Habana el director general para EE.UU. de la cancillería cubana, Carlos Fernández de Cossío.

El diplomático dijo a la prensa que el gobierno de la nación caribeña cree que deben existir relaciones bilaterales con Washington, y trabaja a favor de que existan, y ese es también el interés de la mayoría del pueblo norteamericano, pero un grupo de personas poderosas en el país del norte tiene la intención de quebrar las relaciones.

Aquel 17 de diciembre de 2014 muchos lo calificaron de milagroso, por la coincidencia del anuncio con las festividades nacionales por el día de san Lázaro, las cuales incluyen procesiones, altares con ofrendas de dulces, prendas y promesas, hubo velas y oraciones de agradecimiento por su intervención en estos asuntos tan mundanos.

Durante un corto período de tiempo el mundo encontró sentido al optimismo. En poco más de dos años se reabrieron las embajadas de ambos países, se firmaron 22 acuerdos en disímiles sectores y más de medio millón de estadounidenses viajaron a Cuba.

Ahí quedaron inamovibles los millones de dólares para programas subversivos, la ley de ajuste cubano, la ocupación de la base naval de Guantánamo y ese gigantesco dinosaurio político que es el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba.

El cambio de política de Washington hacia La Habana no respondía al reconocimiento de los logros de la Isla caribeña, sino a un cambio en la estrategia para obtener los mismos objetivos injerencistas de destruir el proyecto social cubano.

Con Trump, para muchos un elefante en una cristalería dentro de la tradición política norteamericana, volvió casi de inmediato a la bravuconería y la atmósfera de la Guerra Fría.

Ya el tres de febrero de 2017 el entonces portavoz de la Casa Blanca, Sean Spice, anunciaba que Washington revisaría todas las políticas hacia Cuba. Unos meses después, el 16 de junio Trump firmó un memorando presidencial en el que anuncia la reversión del acercamiento iniciado por su predecesor Barack Obama (2009-2017) y ordena redactar nuevas restricciones a los viajes individuales y el comercio.

Solo en 2019, esa administración ha aplicado más de una veintena de medidas no convencionales, para impedir el abastecimiento de combustible desde diversos mercados mediante sanciones y amenazas a los buques, navieras y compañías de seguros.

Como denunció el Ministro de Relaciones exteriores en la Asamblea General de Naciones Unidas en noviembre pasado, las medidas unilaterales incluyen la autorización de la presentación de demandas ante tribunales estadounidenses contra entidades cubanas, norteamericanas y de terceros países, en virtud del Título III de la Ley Helms-Burton.

Se restringieron las remesas a ciudadanos cubanos, se redujo el otorgamiento de visas y se limitaron los servicios consulares, un acuerdo entre las federaciones de beisbol fue cancelado, se anularon los viajes individuales de ciudadanos norteamericanos, denunció el canciller antillano.

En la etapa también se prohibieron los cruceros y los vuelos directos a los aeropuertos cubanos, excepto el de La Habana; se impidió el arrendamiento de aviones con más de un 10% de componentes estadounidenses y la adquisición de tecnologías y equipamiento en similar condición; cesaron las actividades de promoción comercial, los intercambios culturales y educativos.

En un ejercicio de retórica y cinismo el actual presidente norteamericano ha afirmado más de una vez que sus acciones van dirigidas a ayudar al pueblo cubano, cuando este proceder ha sido la principal causa de la violación de los derechos humanos de los cubanos.

No hay que tener muchas luces para percatarse de que mientras es acorralado por el juicio político que se le imputa y comienza la carrera por las elecciones de 2020, el tema cubano se ha convertido en un comodín para el presidente republicano, quien se ha caracterizado por mostrar una actitud ambigua hacia el curso que deben seguir las relaciones entre Washington y La Habana.

Este 17 de diciembre otra vez miles de cubanos peregrinarán hasta la iglesia de El Rincón para cumplir sus promesas de San Lázaro. En casas y cabildos habrá ceremonias con toque de tambores y ritos venidos hace siglos de África.

Habrá quienes le pedirán por asuntos más íntimos como la sanación o el camino despejado para proyectos personales y profesionales. Pero quizás tampoco falte la vela para que el también llamado Babalú Ayé intervenga en estos asuntos de hombres y ayude a reconstruir los puentes caídos o provea de fuerza y carácter para no renunciar y resistir.

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