PENSANDO Y PENSANDO: Contra «las invasiones bárbaras»
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Ante los lamentables acontecimientos en el recién inaugurado mercado de Cuatro Caminos, ese tropel de personas violentando las más elementales normas de urbanidad; ante una indisciplina tan categórica, algunos han intentado justificar en las redes sociales a los causantes y protagonistas de los desórdenes.
El principal problema, según algunos, ha sido la falta de previsión de las autoridades, la desorganización, la excesiva y entusiasta promoción del mercado, la escasez de determinados productos en la red comercial.
Está visto que no se calculó el impacto del nuevo establecimiento, que obviamente iba a movilizar a muchas personas, buena parte de ellas por pura curiosidad ante lo novedoso. Y es cierto que el diseño de todo nuevo servicio debe partir de un exhaustivo estudio del público potencial.
Los propios directivos del mercado han reconocido la necesidad de reorganizar los esquemas de comercialización.
Pero, en todo caso, no debería asumirse que la empresa y todos los implicados en la puesta en marcha del comercio tienen la culpa mayor. Si así fuera, habría que asumir que los que protagonizaron el caos son víctimas de un esquema que los fuerza a manifestarse violentamente para conseguir determinados productos.
No había tal imperativo: en otras tiendas se comercializan, sin colas, la mayoría de los productos. Al menos, los esenciales. La principal causa del caos no fue la necesidad, mucho menos la supervivencia. Fueron la incivilidad, la falta de valores, la mala educación… que pueden llegar a devenir puro vandalismo.
Ante la perspectiva de una larga cola hay dos alternativas decentes: hacerla con paciencia o dar la espalda y no hacerla. Adquirir una caja de cervezas no puede ser razón para violentar una fila y crear una crisis, por muy lento que sea el servicio (ese sería ya otro debate).
Es penoso que haya habido necesidad de convocar a las fuerzas del orden. Muchas de las imágenes que circulan por las redes son indignas de un pueblo instruido. Destruir impunemente lo que tanto costó construir no debería ser motivo de risa frívola; tendría que ser (de hecho, es) vergüenza.
El mercado de Cuatro Caminos, que se ha planteado renovar ciertas concepciones comerciales, ha reabierto. Pero los hechos que provocaron su cierre temporal deberían animar un debate necesario.
Las personas decentes, que observan y respetan la ley, siguen contándose por millones en Cuba. Pero los indisciplinados cada vez ganan más espacios, ante la pasividad y la resignación de parte de la ciudadanía. Y hay que decirlo con todas las letras: ante la «benignidad» de algunos entes de control.
La falta de rigor y el maltrato han llegado a naturalizarse en muchísimos establecimientos comerciales o de servicios.
Y al mismo tiempo, muchos consumidores han perdido nociones elementales de urbanidad. Son fenómenos confluyentes, en buena medida interdependientes. Se impone enfrentarlos sin dobles raseros, con profesionalidad y sentido de la ética.
Lo significativo es que, al menos en papeles, los mecanismos existen. ¡Hay que aplicarlos!
Las normas de protección al consumidor no parecen contar para muchas administraciones. La ley no parece impedimento para los inescrupulosos. ¿Vamos a seguir de brazos cruzados?
No bastan la concientización, los llamados en los medios de comunicación, la labor educativa en las escuelas… ¿Cuántos de los que motivaron el caos en Cuatro Caminos leerán este comentario?
Allí se llegó a un extremo, pero poco a poco vamos asumiendo con naturalidad actitudes antisociales menos rotundas. Y ahí comienza el espiral.
Mirar para otro lado no puede ser la respuesta ante «las invasiones bárbaras».
Este martes reabrió el Mercado de Cuatro Caminos y otra es la imagen, como lo atestiguan estas fotos de la ACN:
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